Mientras América Latina ha gastado los últimos diez años debatiendo si China es o no una amenaza comercial, el país asiático celebra la pasada década de relaciones con la región como la más fructífera en términos comerciales. El volumen comercial entre 2001 y 2011 pasó de US$ 15.000 millones a US$ 183.068 millones, que se traduce en un crecimiento anual promedio del 28,4 por ciento, según estadísticas del Ministerio de Comercio chino. Esta tasa de crecimiento posiciona a la región como uno de los principales socios comerciales de China, en el quinto lugar. Se calcula que para 2015 la región desplazará a Corea, uno de los socios tradicionales del país asiático y actualmente su cuarto socio comercial.
El ritmo de crecimiento de las exportaciones desde China hacia América Latina y sus importaciones desde la región duplican el ritmo de las importaciones y exportaciones totales de China, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Es decir, la relación tiene dos veces más dinamismo que todo el comercio de China con el mundo.
Colombia replica la tendencia de la región. En 2003 la balanza comercial bordeaba los US$ 700 millones. Para 2010 ya había alcanzado los US$ 5.915 millones y en 2011, con una tasa de crecimiento del 52%, el intercambio comercial superó los US$ 9.000 millones, según la Embajada de Colombia en Pekín. Sin embargo la relación económica continúa siendo negativa para Colombia con un déficit que en 2011 se registró en US$ 5.676 millones.
Tanto la relación colombo-china como la relación América Latina – China presenta retos estructurales, especialmente frente a su “inter-industrialización” –intercambio de materias primas por productos industrializados- y las pocas oportunidades de diversificación de exportaciones. “Hoy en día China es el segundo socio económico de la región y esto implica un llamado a tomarnos con más atención la relación. A pesar del boom que genera el intercambio comercial, el sector institucional se ha quedado muy detrás. El diálogo frente a las relaciones debe ser más extenso.” afirmó Enrique Dussel, Director del Centro de estudios México – China de la Universidad Autónoma de México.
Parte del crecimiento de América Latina en 2011 se dio gracias al intercambio comercial con China, cuando la relación con sus dos socios tradicionales –Estados Unidos y la Unión Europea- se encuentran sumidos en una crisis financiera. China es hoy el primer socio comercial de Brasil, Chile, Perú y Argentina y el segundo para Costa Rica, México, Uruguay. En 2014 podría convertirse en el segundo destino de todas las exportaciones latinoamericanas, desplazando a la Unión Europea.
No obstante, las exportaciones latinoamericanas dependen en su mayoría de un solo producto. Según datos de la CEPAL, 55.4% de las ventas chilenas a China son cobre, 53.1% de las ventas argentinas son de soya, 78.3% de las venezolanas son petróleo y 38.6% de las peruanas son concentrado de cobre. En el caso colombiano el 60% de las ventas se concentran en petróleo y sus derivados. “China tiene que diversificar los productos de importación así como América Latina tiene que hacer un esfuerzo en exportar otros productos” afirmó el profesor Wu Guoping, investigador de la Academia de Ciencias Sociales.
Chile, es uno de los pocos países que se ha concentrado en diversificar sus exportaciones al país asiático. Desde la entrada en vigencia de su TLC con China en 2006, ha impulsado sus ventas de vino, celulosa, salmón y frutas. Si bien el valor de esos rubros es todavía más bajo que el del metal, Chile ha logrado convertirse hoy en día en el segundo proveedor de frutas de China y posiblemente supere a Tailandia en 2015, aprovechando además el sector de frutas de lujo con sus exportaciones de arándano y cereza.
Argentina y Brasil van por un camino similar, exportando carne, pollo, maíz, productos industrializados de soya y derivados lácteos. Perú, ha seguido la línea chilena aprovechando su TLC para impulsar la harina de pescado y abrirse campo con la venta de aguacate y espárragos.
El sector alimentario presenta una de las principales oportunidades para la región. Tan sólo el 9% de la tierra china es cultivable y China, al albergar el 20% de la población mundial, teme por una posible escasez de alimentos. Sin embargo, hoy en día esto se está reflejando en compras masivas de tierras por parte de empresas chinas en la región, en lugar de proyectos de desarrollo agroindustrial con miras a China.
La práctica ha sido denunciada en varios países de América Latina, pero uno de los casos más publicitados fue la venta de 330 mil hectáreas en la provincia de Rio Negro, en la Patagonia argentina, a la compañía china Heilongjiang Beidahuang State Farms Bussines Trade Group. La venta, decidida y aprobada provincialmente, se hizo atada a una inversión de US$ 1.500 millones, que serán invertidos en tecnología agroalimentaria y contemplan además, una exclusividad en las compras de soya por 20 años.
Inversión china: otra forma de cooperación
Argentina presenta además una nueva paradoja en términos internacionales. La reciente nacionalización de la petrolera YPF y consecuente expropiación de la española REPSOL ha sido vinculada estrechamente a una posible apertura de puertas a compañías chinas. Antes de que la decisión argentina se hiciera pública, REPSOL venía en negociaciones secretas con la petrolera china SINOPEC para venderle parte de su operación en este país. Hoy, además de ésta petrolera, ya se habla de la posible vinculación de China National Offshore Oil Corporation (CNOOC), actual propietaria del 50% de Bridas Energy Holdings, para invertir los US$ 25.000 millones necesarios explorar una la zona hidrocarburífera –considerada por expertos como la más grande reserva de gas de esquisto del planeta-.
A pesar de que China es hoy el tercer país inversor en América Latina, las inversiones en América Latina son aún relativamente bajas, comparadas con sus actividades en África o los vecinos asiáticos. Hoy se concentran principalmente en paraísos fiscales del Caribe como las Islas Caimán, con US$ 27.682 millones y las Islas Vírgenes Británicas, con US$ 11.807 millones. Brasil, Perú y México les siguen en inversiones en proyectos energéticos y mineros. El gobierno peruano, por ejemplo, afirma que estas inversiones alcanzarán los US$ 5.000 millones entre 2012 y 2013, creciendo un 40% con respecto al año pasado.
Además de inversión directa, China ha diversificado su presencia en América Latina a través de una modalidad de préstamos que ha desafiado las prácticas mundiales de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Este tipo de créditos, otorgados comúnmente por el Export-Import Bank of China (Eximbank) y el China Deveolpment Bank (CDB), en 2010 a países como Angola o Ghana superaron, por ejemplo, los US$ 11.400 millones que prestó el Banco Mundial a todos los países africanos.
En América Latina, Ecuador ha sido uno de los países que más ha aprovechado este mecanismo, al no poder acudir a los mercados financieros internacionales. Los préstamos con China han alcanzado los US$ 6.700 millones en los últimos diez años. Parte de este dinero será usado para la construcción de seis hidroeléctricas a lo largo de todo el país y serán pagados a través de compras adelantadas de crudo y construcción de varios proyectos de infraestructura.
Los préstamos de Venezuela con el CDB desde 2007 ya superan los US$ 40.000 millones, usados en su mayoría para desarrollo de infraestructura petrolera, son pagados precisamente con crudo: 400.000 barriles de petróleo diarios, que representan el 15% de la producción de la petrolera estatal PDVSA. Bolivia, en menor medida, ha optado por préstamos para el desarrollo de telecomunicaciones. Este año se lanzará el satélite Tupac Katari, construido en China con un préstamo de US$ 250 millones del CDB.
La práctica se hace incluso con las administraciones locales: Buenos Aires negoció directamente un préstamo por US$1.400 millones con el Eximbank para la construcción de una nueva línea de metro, que incluye como parte del trato, la participación de empresas chinas en la obra.
China no sólo ha buscado fomentar préstamos directos a los gobiernos latinoamericanos sino que se ha aliado con organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo. Durante la pasada Asamblea de gobernadores del BID en Uruguay se concretó la intención de crear una plataforma de inversiones de capital para América Latina y el Caribe entre el BID y el Eximbank, con presupuesto de hasta US$ 1.000 millones para financiar proyectos de desarrollo sostenible en la región. La movida, más que fortalecer la inversión china en la región, apuntaría a promover la confianza en China entre los países latinos.
China está reforzando su presencia en América Latina y si bien el país asiático se ha convertido en uno de los principales socios comerciales de cada país, a nivel individual ninguno tiene una posición determinante para negociar de forma preferencial con China. Pero a nivel regional, las condiciones cambian. "Ante el creciente interés chino por acceder a tierras y materias primas, sería conveniente sentarse y establecer un marco común de negociación” afirmó Matt Ferchen, especialista en América Latina de la Universidad Tsinghua. Esto es de especial importancia si la región entiende esta ventaja en el momento de negociar.
Otra opción es aprovechar la posición geográfica y los cambios de China en términos industriales. “China tiene que cambiar su estructura de exportación. No puede seguir exportando productos manufacturados de bajo valor agregado” -declaró a China Files Wu Guoping, académico de la Academia de Ciencias Sociales-, “La región podría comenzar a abrir fábricas de producción, en joint ventures con China, especialmente en aquellos países que tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos o la UE”.
Artículo publicado en la revista Semana (Colombia)
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