Xi Jinping: “Esconder la capacidad y esperar el momento adecuado”

In by Andrea Pira

Taoguang Yanghui (韬光养晦) significa en chino: "esconder la capacidad y esperar el momento adecuado". Tal parece que esto es lo que ha hecho Xi Jinping, nombrado Presidente de la República de China. Xi es el número uno desde 2007, cuando su nombre comenzó a circular como un símbolo del equilibrio perfecto entre los "príncipes" -que como Xi, son hijos de los revolucionarios – y los "tuanpai" o miembros de la Liga de la Juventud Comunista, la cantera del ex presidente Hu Jintao.

En ese momento se esperaba que fuera nombrado subjefe de la Comisión Militar, considerado el paso previo a quien se convertirá en el futuro número uno en China, pero le negaron su ascenso hasta dos años más tarde.

Durante los años siguientes, Xi mantuvo su rol, sin entrar en disputas fuertes con ningún otro líder. Esto lo haría merecedor de la confianza de las diferentes facciones del Partido y que luego serían claves para su coronación en 2012.

Durante el XVIII Congreso del Partido Comunista, celebrado el pasado noviembre, Xi Jinping acaparó todos los puestos de liderazgo: nombrado secretario del PCCh y jefe de las fuerzas armadas, un cargo que por lo general los presidentes salientes de China suelen ostentar, para evidenciar el juego interno del Partido.

Un liderazgo de doble cara

El liderazgo de Xi es ambivalente. Por un lado, se lo considera "débil" ante los ojos de los que hacen hincapié en que va a tener que gobernar vigilado por los viejos dirigentes de las dos generaciones anteriores, aún con vida.

Estas generaciones no sólo incluyen a Hu Jintao y Wen Jiabao, sino especialmente a Jiang Zemin, quien fue su padrino político en varias ocasiones y quien tuvo una influencia determinante en la composición del Comité Central del Politburó, pues cinco de los siete son “sus hombres”.

Por otro lado, hay quienes consideran a Xi un líder "fuerte", pues asume el mando de las tres posiciones más vitales del poder en China: Secretario del PCCH, Presidente de la República, y sobre todo, jefe de las fuerzas armadas.

De esta doble situación, ¿qué liderazgo saldrá? En primer lugar, vale la pena señalar algunos aspectos de la supuesta "debilidad" de Xi. Jiang Zemin es ya anciano y es probable que con su muerte, se abra la posibilidad de ver de nuevo un cambio en la estructura de su "camarilla".

Por su lado, Hu Jintao y Wen Jiabao abandonaron la escena débilmente. El dúo de Hu y Wen, si bien se retiró, dejando el país como la segunda economía mundial, también estuvo empañado por la marca de la corrupción extendida a lo largo del país, y remarcada por varios medios internacionales, como ocurrió con la fortuna de Wen Jiabao revelada por el New York Times.

Se cree que Hu dejó el cargo de jefe de las fuerzas armadas, en medio de una guerra interna que presagiaba posibles fugas de noticias suyas. Además, uno de sus más cercanos colaboradores y quien se creía tomaría un alto cargo de poder, generó un escándalo poco antes del Congreso cuando su hijo se estrelló en un Ferrari, con chicas desnudas –mostrando un activo económico muy relevante y poco correspondiente a un funcionario– en el cuarto anillo de Beijing.

Por todo esto, la entrada de Xi Jinping luce más promisoria. Sin embargo, su relación con el escándalo de Bo Xilai -el expulsado ex líder de Chongqing– le mancha un poco el panorama y lo hace estar al frente de un Partido empañado por abusos de poder, malversación de fondos y enriquecimiento.

Según muchos analistas, Xi Jinping se encuentra en una posición única de fuerza. Es líder de los centros neurálgicos del poder en China: el Partido, el Estado y el ejército. Tampoco le falta el apoyo económico. Un reportaje publicado por Bloomberg dejó claro que Xi Jinping y su familia son millonarios y que controlan sectores de los más lucrativos de la economía china.

Además, Xi Jinping es un príncipe: su padre, Xi Zhongxun, fue uno de los actores que contribuyeron a la victoria comunista en China. Aunque fue purgado en 1962 en la época negra de la Revolución Cultural, tras su rehabilitación la familia Xi se elevó al máximo.

Después de nueve intentos, Xi Jinping fue finalmente admitido como miembro del PCCh, se matriculó en la prestigiosa Universidad de Tsinghua (después de tres rechazos) y finalmente se convirtió en ayudante de Geng Biao, viejo amigo de su padre, involucrado en el ministerio de defensa, donde creó su red más importante: el ejército.

No es casual que el lanzamiento de su campaña “el sueño de China”, haya sido aplaudida por el poderoso coronel Liu Mingfu. Hace algún tiempo, el ejército escribió un libro con ese título. Basta citar a The Wall Street Journal que resume la comprensión de los militares sobre el enfoque de Xi Jinping: "Quiere una China fuerte, lo que significa un ejército fuerte". Y es verdad.

Xi ha mostrado una actitud muy enérgica contra Japón. Envió a la primera mujer portavoz de la Asamblea Nacional para anunciar el aumento del gasto militar, diciendo fuerte y claro que China es un gran país y que ahora debe actuar como tal. Y esto por supuesto incluye los gastos de defensa.

Desde el punto de vista político, Xi ha puesto en marcha una campaña contra la corrupción, que con el apoyo de los medios de comunicación estatales, ha logrado conquistar a la población china.

Xi puso a Li Yuanchao en el cargo de vicepresidente, un funcionario que siempre ha destacado por su rigor, su humildad y la atención a la disciplina y frugalidad, un término muy de moda en China en estos días. Además es una movida estratégica para congraciarse con todas las facciones dentro del Partido.

Li, protegido de Hu Jintao, parecía estar detrás de la palestra política. Pero Xi le dio un papel preponderante, reafirmando que dentro del Partido, las balanzas de poder son fundamentales. Y además, demuestra una autonomía en la toma de decisiones, una cualidad que puede ser decisiva para el futuro del país.

[Foto: Xi Jinping saluda a la prensa, por Natalia Tobón Tobón – China Files]


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