Ya está. Se acabó el mundial. Ya está: se acabaron los nervios nocturnos, los días laborales en duermevela, las banderitas, las caras pintadas y las plumas de colores. Ya está. Se acabó la agonía y la euforia. Y la ruleta rusa. Y también el silencio. Y los penales. Y los gestos de la hinchada en la tele: esa gente que se rasca, grita y llora.
Ya está. Se cerró un circulo. Como se cierran las heridas. El mundial dejó sus sorpresas. Sus porcentajes. Y eso. No hay otro deporte tan mundial, tan universal. Los chinos: una parte de la población lo vivió de cerca, como si el fútbol les importara, poniéndose colores de sus equipos preferidos, invariablemente europeos o Brasil. O Argentina.
No hemos visto ni un chino apoyar a un equipo underground, altivo: como la sorprendente Costa Rica o la celeste uruguaya. Ya está. Se terminó la estupidez trivial. O una parte muy visible de esa estupidez se acabó. Los chinos querrían armar un mundial en casa, pero temen que el desempeño previsiblemente vergonzoso de su selección les arruine la fiesta.
Y se terminaron también las conversaciones circunstanciales sobre fútbol. “Ah, ¡siete a uno!”, “sí…”: habrá que volver a hablar del clima o de la contaminación. Messi, Robben y la máquina alemana serán remplazados por la pegajosa nube de smog y el calor. Y se acabaron los bares ultra-llenos y las juntadas de amigos y conocidos bajo una misma extraña causa. Y se terminaron esas noches estúpidas de creer en Dios. En un Dios. Se terminaron esos centímetros que separan a un palo frío y milagroso de una tragedia. Volvió el tiempo: los días que pasan en silencio. Si no existiera la inutilidad tremenda del mundial habría que inventarla. Ya está. Se acabó la estupidez inútil del mundial. Tiempo perdido como todo.
Se acabó y por ahora no existe -falta mucho tiempo-. Así que habrá que inventarse otras aventuras colectivas, la música de los días. Ya está. Ganó un equipo demoledor. Perdió Argentina. En China los simpatizantes de la albiceleste y los de Alemania se repartieron: los simpatizantes de Argentina argumentaban su admiración por Messi o Maradona, los de Alemania diciendo que les gustaban los coches y el equipo que había hecho un gran mundial.
En China las grandes ciudades se llenaron de banderas de los equipos finalistas y las madrugadas mundiales alteraron el ritmo. Pero no hay que equivocarse. Al menos para el mitad del país el mundial no existe y no existió. Quizás el corte pueda marcar una diferencia entre dos Chinas: la población urbana más joven, que ha estudiado en el extranjero y maneja varias lenguas -y fueron ellos los que se calzaron las camisetas de los equipos, que al fin y al cabo remiten a una antigualla: el nacionalismo- y la población rural, que tiene valores tradicionales y para la que la Copa Mundo era la de un mundo más bien lejano.
Beijing, 6am: una horda de chinos con caras largas caminan hacia la boca del metro que los devora. Llevan camisetas de Argentina, invariablemente de Leo Messi. A pocos metros un grupo de chinos con camisetas blancas de Alemania festeja como si se hubieran graduado de algún milagro.
Ellos representan la nueva China, la que mira al mundo con deseo y atrevimiento y ganas. Mientras tanto la vieja China ha fabricado la mayoría de los objetos con el signo de la FIFA para este certamen: camisetas, calcetines, llaveros, copas inflables, muñecos de Messi inflables, banderas, banderitas y demás baratijas. En China no faltaron las aplicaciones para apostar con el teléfono portable, ni los aviones privados que llevaban a lujosos fanáticos a ver la final en vivo y en directo. Éste será el tercer mundial consecutivo en el que China se queda por fuera. Si se compara con el gran avance que tuvo en las Olimpiadas -principalmente desde 2008-el resultado resulta sorprendente: la segunda potencia mundial queda reiteradamente por fuera del deporte más importante. Aunque la primera potencia tampoco juega un papel importante en el fútbol.
En el balompié las perspectivas chinas no son buenas: la última derrota de José Antonio Camacho al frente de la selección, por 5-1 contra Tailandia, un equipo incluso más incapacitado para el fútbol. La derrota considerada una humillación.
El español se tuvo que ir luego de una racha pésima: disputó 20 encuentros, de los cuales ganó siete, empató dos y perdió once. Los últimos tres enfrentamientos del equipo se llevaron a cabo en suelo chino.
El primero de ellos fue contra una débil Uzbekistán, equipo que salió victorioso tras vencer dos por uno al combinado chino. El segundo partido del mes se jugó en el Estadio de los Trabajadores, en Beijing, ante uno de los mejores equipos del mundo: Holanda. El equipo europeo llegó con todas sus estrellas para enfrentar a una China esperanzada en hacer un buen papel. Sin embargo el equipo no cumplió, y la victoria se la llevó el combinado dirigido por Louis van Gaal, dos goles a cero.
Para algunos periodistas chinos el resultado de aquel partido no reflejó lo que sucedió en el campo, pues el equipo europeo asumió el manejo de la pelota desde los primeros minutos, situación que dejó a una China mal parada y con solamente un remate al arco en todo el encuentro. El resultado hubiera podido ser mucho más abultado, pero un Arjen Robben falto de definición dejó el partido con tan sólo dos goles de diferencia. Para el partido contra Tailandia, Camacho había propuesto dejar en el banco a algunos de los titulares del equipo, suponiendo que les podría dar unos minutos en el campo para la segunda etapa.
Sin embargo, en los primeros 25 minutos, la roja ya caía dos a cero. Esto llevó al español a poner toda la leña en el asador, y tras un desborde de Yu Dabao, uno de los cambios y referentes del equipo, la roja consiguió un penalti, que fue transformado en gol por Wang Yongbo en el minuto 32. El gol subió los ánimos del equipo chino por algunos momentos, pero todo se desbarató cuando Tailandia encontró el tercer gol poco antes de finalizar el primer tiempo. La segunda parte fue más de trámite y los dos goles anotados por Tailandia sentenciaron una derrota más para el entrenador español. Al finalizar el encuentro fanáticos chinos pedían la renuncia del técnico, asunto que será tratado por dirigentes de la Asociación de Fútbol Chino en los próximos días.
China salió de la competencia para asistir a la cita más importante del fútbol, el mundial en Brasil 2014, y a lo único que puede aspirar es asistir a la Copa Asiática que se llevará a cabo en territorio australiano en el año 2015.
China quedó nuevamente fuera de la copa. Y el equipo rojo es tan detestado en China que “jugador de la selección” es un insulto. China está actualmente en el número 103 en la clasificación mundial de la FIFA (de un total de 209 equipos) y 11 entre los equipos asiáticos de la Confederación de Fútbol.
Según parece ahora China parece tomar cartas en el asunto. Una nueva academia de fútbol juvenil, que es conocido por ser el más grande del mundo, se abrió en el 2012 en Guangzhou con el objetivo específico de identificar y formar a futbolistas prometedores a una edad temprana, tal como lo ha hecho con los deportes olímpicos que China ha seleccionado. La academia fue fundada por Xu Jiayin, un magnate de la construcción que también posee el equipo de club Guangzhou Evergrande.
Entrenadores españoles, a través de una asociación con el campeón europeo Real Madrid, se han importado como instructores. Hay que agregar que el Guangzhou Evergrande ha sido comprado este mes en un cincuenta por ciento por Tencent. La inversión muestra que los empresarios creen en el futuro del fútbol en China. Las cifras de fans en China son grandes -pero en porcentajes no son demasiado impactantes-. Manchester United tiene108 millones de seguidores en este país, mientras que el Barcelona tiene unos 80 millones.
Según la FIFA, China tiene poco más de 700.000 jugadores registrados, alrededor de dos tercios de los Países Bajos, un país con 16 millones de personas. China ha acogido la mencionada Copa Asiática de la AFC y la Copa Mundial Femenina en dos ocasiones (1991 y 2007).
Su próximo objetivo, obviamente, es la Copa Mundial de la FIFA, aunque por ahora no ha presentado una oferta. El reglamento de la FIFA establece que sólo una asociación continental puede albergar una Copa del Mundo dentro de un ciclo de tres torneos. Al estar Qatar programada para acoger la Copa del 2022, ningún miembro de la AFC no podrá albergar el torneo hasta 2026 o 2030. Sin embargo, esto podría cambiar debido a que la candidatura de Qatar está en peligro, a causa de las acusaciones por corrupción. Sin embargo, China no quiere ser sede del mundial para ver a su equipo humillado, por lo que prefiere esperar a que logre una mayor calidad.
Ya está. Se terminó el mundial como se terminan todas las cosas. Pasa el tiempo. Es el primer día de la cotidianidad y las cosas se acomodan en su orden natural, como si no hubiera pasado nada.
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