El efectivo colapso de los mercados de crédito en los Estados Unidos y en gran parte del mundo desarrollado durante la crisis de 2008 y su efecto dominó en los países en vías de desarrollo, favoreció los intentos más radicales para la recuperación económica, incluyendo el retorno a la intervención estatal en los mercados productivos. Sin embargo, la contracción de las economías y el ascenso de China muestran un nuevo modelo de desarrollo.Desde el 2008, el miedo de la crisis, el temor al cambio, y la esperanza de nuevas oportunidades, han dominado los periódicos del mundo. La eventual victoria del senador de Illinois, Barack Obama en las elecciones presidenciales del 2008 en Estados Unidos, la entendieron millones de personas en el mundo como una salida de las políticas y la ética de la administración Bush (2000-2008). El efectivo colapso de los mercados de crédito en los Estados Unidos y en gran parte del mundo desarrollado, así como el efecto dominó en el mundo en vías de desarrollo, favoreció los intentos más radicales para la recuperación económica, incluyendo el retorno a la intervención estatal en los mercados productivos. Finalmente, la contracción de las economías en los mercados desarrollados y el crecimiento continuo de China parecía confirmar su ascenso y afirmar el “Consenso de Beijing” como modelo para el desarrollo económico.
América Latina, después de haber vivido una racha de cinco años de crecimiento económico, la mejor desde la década del 70, se enfrentó a una contracción económica, particularmente en México, pero esta prometía ser distinta a las crisis recientes.
En primer lugar, los gobiernos latinoamericanos con pocas excepciones han mantenido bajos niveles de inflación y han acumulado reservas de forma conservadora en moneda extranjera. En segundo lugar, han mejorado sus capacidades de recaudación de impuestos, reduciendo la necesidad de recurrir a diferentes estados para la monetización del déficit fiscal. Tercero, las instituciones financieras latinoamericanas, víctimas de las crisis de la década del 80 hasta el colapso de Argentina en 2001, están mejor preparadas para resistir a tales presiones, cuarto, en el ámbito del comercio, América Latina ha diversificado sus mercados de exportación, y quinto, gobiernos y empresas estatales en busca de ayuda financiera se han dirigido a China para acceder a financiación y préstamos. Dentro de la región existe una notable diversidad en cada uno de estos puntos, pero comparado con los años 80 y 90 los fundamentos económicos de los países latinoamericanos son más confiables y tienen acceso a más mercados donde pueden vender y tener acceso a capital.
Para muchos el punto central es que los Estados Unidos han perdido poder y prestigio, que América Latina ya no está sujeta a la dominación de tipo Doctrina Monroe y que la región tiene una nueva superpotencia interesada en la región, que es China. El trigésimo aniversario de relaciones diplomáticas entre la República Popular de China y la República de Colombia es un momento propicio para reflexionar sobre el creciente interés de China en América Latina y sus efectos en la seguridad de la región. Esto se realizará evaluando, en primer lugar, dos posibles interpretaciones de los dilemas de seguridad de la posguerra fría. Una de estas tiene que ver con las teorías de transición de poder dentro de la escuela realista de las relaciones internacionales, y la otra es la Teoría de los Complejos de Seguridad Regional. Luego de revisar esta literatura, el presente capítulo argumenta que las relaciones sino-latinoamericanas no han roto el equilibrio de la seguridad regional debido a la congruencia entre los intereses de China, los Estados Unidos y los países de la región.
Miramos los intereses y agendas de la política exterior de tres importantes países de la región utilizando la metodología de diversidad de casos. Aunque puede haber una transición de poder entre los Estados Unidos y China, y puede haber una forma de complejo de seguridad regional en América del Sur, el efecto de la creciente presencia China sobre la seguridad regional se explica mejor mediante la creación de estrategias chinas en América Latina y en la superposición de sus intereses con países de la región, incluido Estados Unidos.
I. ¿La entrada de China a América Latina es una amenaza?
El ascenso de China y el reciente “boom” de los commodities han llevado a muchos a creer que la Doctrina Monroe está perdiendo terreno en América Latina y que hay “nuevas reglas de juego”. Si este es el caso en América Latina, donde el poder y la influencia de los Estados Unidos han sido históricamente tan dominantes, debe ser aún más cierto en otras regiones. Asimismo, América Latina representa un “caso clave” en términos de evaluar si el comportamiento de China es revisionista o no, si los países latinoamericanos están buscando un contrapeso al poder de Estados Unidos, y cómo Estados Unidos responderá a su (percibido) relativo declive (Véase Tabla 1 en el texto completo).
Mientras que los políticos estadounidenses han suministrado amplias pruebas potenciales de la percepción de China como potencia emergente desafiante en su patio, el gobierno de Estados Unidos en gran medida ha tolerado –aunque no celebrado– la creciente participación de China en la región.
Sin lugar a dudas, el gobierno estadounidense pudo haber percibido la entrada de China en la región como una amenaza, y de muchas formas esta ha sido su actitud. Pero de hecho ha apoyado una mayor participación china, sus contribuciones financieras y poderes de voto en el Fondo Monetario Internacional, y en el Banco Mundial, así como su creciente papel en la Organización de Estados Americanos.
Con el apoyo de los Estados Unidos, China se unió al Banco Interamericano de Desarrollo, BID y China comprometiéndose a contribuir con US$350 millones para proyectos de desarrollo en la región. Desde septiembre 2009, China ofrece a los ciudadanos de los estados miembros de la OEA becas parciales para estudios de pregrado y posgrado en China, en cualquier campo disponible para los estudiantes internacionales. Al unirse al BID como país miembro no prestatario, China también reforzó su cooperación financiera con los países de América Latina. Como señaló el gobernador del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, “el BID se ha convertido en ‘la plataforma más importante’ para la colaboración de China con esta región”. Estas son las principales instituciones que han consolidado el poder de Estados Unidos en la región –percibida por los críticos como apéndice del gobierno estadounidense– y, por lo tanto, el apoyo de Estados Unidos al aumento de la presencia china sugiere una aceptación de compartir espacio por parte del poder (posiblemente) en declive.
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Este texto forma parte del libro China en América Latina: Reflexiones sobre las relaciones transpacíficas, editado por Benjamin Creutzfeldt de la Universidad Externado de Colombia.
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