Sinología: Las relaciones entre China y América Latina y el Caribe en la actual coyuntura económica mundial

In by Andrea Pira

La sinología de esta semana es un estudio elaborado por la Secretaría Permanente de la SELA (Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe) donde se analiza la situación de China en la coyuntura actual, respecto a dos puntos principales: el impacto de la crisis económica- financiera global en China y el efecto que tuvieron las políticas y medidas adoptadas por el gobierno chino para contrarrestar esta situación.

La revisión más reciente de los datos correspondientes a la contracción económica mundial de 2009, hecha por los organismos internacionales especializados – Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) – y por los países mismos, como es el caso en China, muestran que mientras a nivel global y para el conjunto de países de alto ingreso hubo variaciones negativas de los respectivos productos de aquel año, la República Popular registró un incremento de 9.2% en su PIB, y Asia en desarrollo también creció en plena recesión, aunque un par de puntos porcentuales en promedio por debajo de China. Este país, y en menor medida la India y otras economías emergentes asiáticas, ayudaron con su demanda por importaciones a que la caída generalizada del comercio mundial y la contracción de la producción global fueran menos graves.

En el caso chino, el gobierno introdujo un programa anti-cíclico que resultó aún más exitoso de lo estimado preliminarmente en 2010 (SELA, 2010: 3 y 4), pero también quedó clara la intención de la dirigencia china de continuar privilegiando la inversión, en particular la infraestructura de apoyo a las exportaciones, como forma de lograr una pronta recuperación, después de una desaceleración económica que comenzó en el segundo trimestre de 2008 y alcanzó su punto más bajo en el primero de 2009 para, a partir de allí, iniciar la fase de ascenso del ciclo económico. Esta política contra-cíclica fue eficaz para un modelo de crecimiento de China que su propio gobierno está intentando modificar; el propósito es impulsar el consumo interno por encima de la inversión, lo que se piensa que resultaría en reducción de las desigualdades internas y corrección del enorme superávit de ese país con el resto del mundo.

En 2011 las autoridades económicas de China y un equipo de especialistas del FMI analizaron el efecto de derrame global (spillover effect) que ha tenido el exitoso programa de recuperación de China, país que, junto con Estados Unidos, Japón, Reino Unido y el conjunto de economías de la zona del euro, constituye un núcleo que con sus acciones impacta, como ninguno otro, el comportamiento del sistema económico internacional – por eso se les denomina S5, o grupo sistémico de los cinco –. En el informe resultante (IMF, 11/2011b) ambas partes coincidieron, aunque con algunos matices diferenciados, en que la economía china puede generar choques en otros países y regiones, lo mismo que efectos locomotora positivos. Para 2012 y 2013, se calcula que la economía china crecerá a tasas inferiores al 9%, en un entorno caracterizado por una errática recuperación de la economía global y por la continuación de lo que ya todos los expertos llaman Gran Recesión; en consecuencia, es de esperarse un efecto menos benéfico del crecimiento chino para el resto del mundo.

En el largo plazo, el gobierno chino, a través del Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo de Estado, junto con el Banco Mundial, pronostican que para 2030 la sociedad china podría alcanzar un nivel de alto ingreso relativo y cierto grado de modernidad a condición de que se efectúen una serie de reformas con las cuales se asegure el paso de una etapa de alto crecimiento pero con pocos cambios cualitativos, a otra de crecimiento moderado pero de verdadero desarrollo.

Más allá de proyecciones basadas en diagnósticos y metodologías que podrían resultar relativamente certeros, en el último lustro la economía china ha sido un factor de estímulo a las exportaciones de América Latina y el Caribe, y las relaciones comerciales, financieras y de cooperación muy variadas pero difícil de cuantificar entre ese país asiático y nuestra región, porque han crecido en el periodo 2006-2011 de manera casi exponencial. América del Sur es la parte del hemisferio que más ha intensificado su interdependencia con China. Cierto, la relación que se ha establecido entre ambas partes es la clásica de un centro proveedor de manufacturas y una periferia exportadora de materias primas estratégicas y energía, con la salvedad de que China tiene niveles de desarrollo, medidos no sólo por el PIB per cápita sino por otros indicadores de bienestar, inferiores a los latinoamericanos. Por otra parte, México y Centroamérica son básicamente economías competidoras en vez de complementarias de la china, por lo que sufren crecientes déficits comerciales frente a ella; incluso, México y China son rivales en el mercado de Estados Unidos, donde ambos países son el segundo y primero, respectivamente, mayores excedentarios comerciales de la economía estadounidense.

El Caribe ocupa una posición comercial con China menos importante en cuanto a cifras absolutas y relativas, pero en lo político es una zona a la que Beijing le otorga una alta importancia estratégica, entre otras razones porque allí se localizan seis países que todavía mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán. En esa vinculación China-ALC, el país asiático tiene una clara visión de conjunto sobre nuestra región, mientras nosotros carecemos de algo similar, más allá de expresiones protocolarias y de la aparición reciente de estudios económicos varios que enfatizan el aspecto estratégico que tiene para ALC su relación, en conjunto, con China, la cual ya es una potencia económica.

Como región, carecemos de una posición homogénea frente a China, lo cual es de esperarse dada la diversidad de los países que la conforman; aun así, deberíamos establecer mecanismos de negociación colectiva con ese país, de preferencia al margen de los tratados de libre comercio (TLC) existentes entre países latinoamericanos individuales y China. El MERCOSUR y la Comunidad Andina están muy bien posicionados para intentar una política colectiva de consolidación en la cooperación para el desarrollo con China; México y Centroamérica debieran intentar algo similar, mientras la CARICOM debe aprovechar que el gobierno chino ya lo mira como conjunto para que dicha comunidad caribeña articule una política de grupo frente a China, que responda a sus intereses comunitarios.

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