A pesar de que la prueba nuclear que llevó a cabo Corea del Norte hace unos días parece haber sido una farsa, el país más hermético del mundo sí está desarrollando armamento nuclear. En la siguiente sinología, Guillermo Velarde Pinacho, presidente del Instituto de Fusión Nuclear de la UPM, al tiempo que analiza los problemas científicos y técnicos que se tuvieron que resolver en Corea del Norte para la fabricación de sus bombas atómicas de plutonio, expone de forma resumida la política llevada a cabo por el país asiático que le permitiera disponer del tiempo necesario para fabricar una bomba de dicho tipo.
INTRODUCCIÓN
Corea del Norte viene fabricando desde hace años misiles de alcance corto, y actualmente, de alcance medio que son considerados entre los mejores misiles que pueden ser adquiridos en condiciones económicas óptimas. Se dice popularmente que si se quiere disponer de un buque de carga, lo más económico es comprárselo a Corea del Sur y que si se quiere un misil de alcance corto, lo más económico es comprarlo a Corea del Norte.
A finales de la década de los años 70, el gobierno norcoreano decidió desarrollar un pequeño arsenal de bombas atómicas para sus misiles, contando para ello inicialmente con las minas de uranio y las fábricas de concentrados de Pyongsan y Pakchon.
El reducido grupo de físicos e ingenieros nucleares que entonces había en Corea del Norte conocía que las bombas de uranio eran más voluminosas que las de plutonio y que, mientras que la fabricación de las bombas de uranio se encontraba al alcance de cualquier país de tecnología media, las de plutonio requerían un elevado número de físicos e ingenieros nucleares altamente cualificados, ya que la tecnología de estas bombas era extraordinariamente compleja.
Sin embargo, el gobierno de Corea del Norte estaba decidido a que sus bombas atómicas fuesen lo suficientemente compactas para que cupiesen en la cabeza de sus misiles. Consideró como primera opción el desarrollo de las bombas atómicas de plutonio y, como segunda opción, las de uranio.
A principios de la década de los años 80 en el Centro de Investigaciones Científicas de Yongbyon se hallaban ubicados las siguientes instalaciones: un reactor nuclear moderado por grafito y refrigerado por gas, de unos 15 megavatios térmicos alimentado con uranio natural; una fábrica de elementos combustibles, y una planta de reelaboración o reproceso del combustible extraído de este reactor con objeto de obtener el plutonio necesario para sus bombas nucleares. Con todo ello, Corea del Norte disponía del ciclo completo del combustible nuclear que le permitía obtener el plutonio necesario para fabricar una bomba atómica al año.
A partir de entonces, el gobierno siguió el proceso habitual de los países que no habiendo firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), desean desarrollar armamento nuclear. Primeramente, firmó el 12 de diciembre de 1985, el TNP como muestra de que Corea del Norte renunciaba al desarrollo de armamento nuclear. Posteriormente, envió centenares de físicos e ingenieros a estudiar física e ingeniería nuclear en centros de la URSS, China y Europa.
Sin embargo, el gobierno norcoreano se encontró desde un principio con dos serios problemas:
El primero de ellos era que, debido al deficiente desarrollo agrícola y a la escasez de fuentes de energía eléctrica se producían periódicamente hambrunas, por lo que necesitaban la ayuda norteamericana para el suministro de petróleo y de sus excedentes agrícolas.
Por otro lado, tenían que desarrollar una ingeniosa política de confusión y cansancio, principalmente con Estados Unidos, firmando y denunciando acuerdos con objeto de conseguir el tiempo necesario para fabricar sus armas nucleares. Todo ello sin llegar a situaciones extremas que dieran lugar a la ruptura definitiva de las negociaciones con el gobierno norteamericano.
INICIO DE LOS CALCULOS DE LAS BOMBAS ATÓMICAS
Los físicos e ingenieros nucleares que regresaban a su país después de uno o dos años de permanencia en los centros nucleares del extranjero, empezaron a analizar detalladamente los problemas que iban a encontrarse en el desarrollo de las bombas atómicas de uranio y, especialmente, en las de plutonio.
Tenían que calcular la masa crítica del uranio y del plutonio, es decir la masa mínima de uranio o plutonio necesaria para que se produzca una explosión nuclear. Si la masa es superior a la crítica, aunque sólo sea ligeramente, tarde o temprano un neutrón de la radiación cósmica produciría su explosión, mientras que si la masa es inferior a la crítica, cualquier neutrón exterior solamente produciría algunas fisiones nucleares sin dar lugar a la explosión. La masa crítica depende del enriquecimiento del uranio o del plutonio, de su densidad y de la configuración de la masa.
Aunque se desconocen los resultados obtenidos por los científicos norcoreanos, es de suponer que obtuvieron resultados análogos a los que habíamos obtenido dos décadas antes, en 1964 en el Proyecto Islero. Considerando una esfera maciza de uranio de densidad 18,7 gramos por centímetro cúbico, o de plutonio de densidad 19,9 gramos por centímetro cúbico, ambos enriquecidos al 94%, rodeada de una capa de uranio natural de 10 centímetros de espesor, la masa crítica de este uranio sería de 20 kilogramos con un radio de 6,3 cm, mientras que la del plutonio sería de 5,0 kg y un radio de 3,9 cm.
Estos resultados justifican la elección de las bombas atómicas de plutonio para ponerlas en la cabeza de un misil.
Si un país desea tener una fuerza de disuasión nuclear, seguirá la vía del uranio o del plutonio, según el objetivo que persiguiera con sus bombas atómicas. Si pretendiera emplearlas como bombas de gravedad transportadas por un bombardero, el camino indicado sería el de las bombas de uranio, mientras que si su objetivo fuera emplearlas en un misil, el camino sería el de las bombas atómicas de plutonio.
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