China, desde su reforma y apertura en 1979, ha logrado posicionarse como uno de los mayores poderes económicos en el mundo; es socio estratégico comercial y de inversiones para muchos países. Sin embargo, el sustancial y rápido aumento de la participación china en las economías de América Latina se ha convertido en motivo tanto de esperanza como de preocupación.
China, desde su reforma y apertura en 1979, ha logrado posicionarse como uno de los mayores poderes económicos en el mundo; es socio estratégico comercial y de inversiones para muchos países. Sin embargo, el sustancial y rápido aumento de la participación china en las economías de América Latina se ha convertido en motivo tanto de esperanza como de preocupación. China en América Latina: Reflexiones sobre las relaciones transpacíficas reúne a destacados académicos de China, Estados Unidos, México, Argentina, España, Brasil y Colombia, para analizar las tendencias actuales de las relaciones entre China y América Latina. Desde diversas perspectivas- económica, política, legal, histórica y cultural- se ofrece un conocimiento especializado para un público interesado de habla hispana así mismo se pretende generar más interés para que se consolide el estudio de China -la sinología- en la academia latinoamericana.
Introducción
Los grandes aniversarios son una ocasión para celebrar y para mirar hacia el futuro. O por lo menos son un motivo para reflexionar sobre el estado actual y hacer un nuevo esfuerzo para consolidar una relación madura. Una persona en su trigésimo aniversario ya habrá escogido su camino: Confucio constató que “a mis treinta, tenía los pies plantados firmemente en la tierra”, aunque puedan quedar dudas como piedras en la vía, y otras perspectivas que siguen siendo tentaciones. Para una relación llegar a los treinta años de convivencia es un logro importante, y puede ser un modelo para otros. Pero para los países no es tan sencillo, debido a la complejidad, al sinnúmero de interacciones e intereses externos.
En el 2010, la República Popular China y la República de Colombia conmemoraron treinta años del establecimiento de relaciones bilaterales. Hubo varios eventos de relativamente bajo perfil, dos recepciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia y un día de conferencias en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, pero, en general, no se prestó mucha atención al asunto. Por cierto, en el 2010 hubo una elección presidencial en Colombia y una multitud de actividades a nivel nacional y en la región, mientras al otro lado del Pacífico, China celebraba sus relaciones con todos los países del mundo, en la Exposición Mundial en Shanghai.
También es justo anotar que el 2009 había sido, en cierta medida, más significativo para ambos lados que el siguiente año, con la visita en febrero del vicepresidente chino, Xi Jinping, a Colombia, y la Cumbre Empresarial China América Latina en su tercera edición; el anfitrión en esa ocasión fue Bogotá. Sin embargo, el bajo nivel de atención prestada por parte de los medios y el público a las relaciones sino-colombianas en su aniversario refleja, en cierta medida, la realidad de esta relación en términos históricos, comerciales, políticos, estratégicos y académicos. Históricamente, la presencia china en Colombia ha sido mínima y su impacto casi imperceptible, a diferencia de Cuba, Perú, México, Brasil y otros países de América Latina, que tuvieron sus respectivas olas de inmigración china en el siglo XIX e inicios del siglo XX. Esta situación no ha cambiado de manera significativa en las últimas décadas, a pesar del ascenso de China desde su Reforma y Apertura en 1979, y su posición hoy como uno de los mayores poderes económicos a nivel global, un estratégico socio comercial y de inversiones para muchos países alrededor del mundo.
Para los años setenta del siglo pasado, ningún país latinoamericano suponía que China se convertiría en una potencia económica, aunque para los años ochentas prometía serlo y en el nuevo siglo se hizo un hecho evidente. Infortunadamente, América Latina no alcanzó a asimilarlo cuando ya era toda una realidad. Sin embargo, con el éxito del llamado ‘modelo chino de desarrollo económico” y más adelante el surgimiento de este país como inversor mundial, se crean posibilidades de desarrollo que la región no quiere dejar escapar.
Pienso que es en el interés de ambas partes que se ha promovido un incremento exponencial de la presencia y la influencia china en América Latina en general, y en Colombia específicamente. Las necesidades chinas por abastecer sus requerimientos energéticos, de materias primas y alimenticias han forzado a China a ingresar en los mercados globales con una fuerza que ha causado consternación entre muchos estados occidentales, por no decir preocupación.
En vista de esta realidad ha surgido en Estados Unidos la convicción de que un análisis crítico de la situación es esencial para la formulación de una respuesta política adecuada. Aunque existe un amplio consenso que la influencia de China en América Latina no constituye una amenaza inmediata para intereses estadounidenses, inclusive, se ha pensado que este proceso podría beneficiar la región en el corto plazo. Sin embargo, surgen constantemente voces en la prensa y en los círculos políticos que esta presencia no es completamente ‘sin dientes’. Como lo formuló una analista del U.S. Army War College, recordando la metáfora napoleónica del “dragón dormido”: “este dragón se despertó y tiene mucha hambre –¿debería Estados Unidos dejarlo almorzar en su vecindad durante los próximos veinte años, esperando a ver qué pasa cuando haya crecido?”.
Lo que ilustra esta cita es una clara preocupación por parte de algunos sectores en los Estados Unidos por las intenciones chinas. Para ellos, la creciente presencia comercial china en América Latina tiene ramificaciones más allá del abastecimiento material: como el gobierno de la República Popular da importancia primordial a la seguridad de la nación y de su pueblo, y al proceso de llevar China a su merecido (e histórico) lugar de preeminencia global, así los recursos forman parte de la ecuación por la seguridad nacional.
En este sentido, las relaciones entre China, Colombia y los Estados Unidos se pueden describir como un triángulo, en el sentido de que las acciones entre cada dos impactan al tercero, por lo menos en términos de la percepción, análisis y reacción. Y podemos constatar que cada uno de ellos tiene claridad –o debe tener claridad– sobre esta realidad de percepciones, para actuar con la debida precaución. Nadie tiene esta relación en mente con más claridad que los chinos mismos, como resalta Xiong Zhiyong. Lo mismo comenta Juan Gabriel Tokatlián, explicando que “el acercamiento entre China y Colombia ha sido cauteloso, indicando que Beijing entiende qué significa Bogotá para Washington hoy día”.
El sustancial y rápido aumento de la participación China en las economías de América Latina se ha convertido en un motivo tanto de esperanza como de preocupación en América. William Ratliff observa en su capítulo aquí presentado que “los latinoamericanos están comenzando a preguntarse si la República Popular China ayudará a desarrollar y liberar a los países de la región de 500 años de la excesiva dependencia de –y a veces la sumisión a– otras naciones”. Las declaraciones públicas de China resaltan invariablemente la cooperación y el beneficio mutuo en las relaciones bilaterales y multilaterales, aunque en la práctica este proceso no ha sido siempre bien distribuido.
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Este texto forma parte del libro China en América Latina: Reflexiones sobre las relaciones transpacíficas, editado por Benjamin Creutzfeldt de la Universidad Externado de Colombia.
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(crédito foto: www.eleconomistaamerica.pe)