La reciente gira del presidente chino, Xi Jinping, a Mongolia, y la visita de su homólogo de Zimbabue a Beijing, dejaron una serie de acuerdos bilaterales de mutua colaboración. Estas visitas son tan sólo dos de las que componen la apretada agenda de reuniones internacionales que Xi ha realizado este año. ¿Cuál es el interés de China en el exterior?
El pasado 22 de agosto Xi Jinping realizó una visita oficial a Mongolia – la primera que hace un presidente chino en 11 años – para estrechar las relaciones con ese país y fomentar el desarrollo en la región. Con los acuerdos que se convinieron se espera que para el 2020 el comercio anual entre ambas naciones sea de 10.000 millones de dólares, más del doble que en la actualidad.
De la visita que realizó Robert Mumbabe, presidente de Zimbabue, el 26 de agosto a Beijing, el balance fue similar. Se fortalecieron las relaciones bilaterales y se acordaron planes de inversión china para desarrollar zonas industriales en ese país.
Ambos casos son alianzas comerciales estratégicas que China está impulsando como parte del plan para mantener su crecimiento económico con una política exterior favorable al comercio. Y estos casos no son aislados. Xi, ha realizado giras a Europa, Asia, África y América Latina y el Caribe, buscando fortalecer el comercio exterior. Todo esto para que no se pasme la economía del gigante.
Desde la apertura económica que lideró Deng Xiaoping, hace más de treinta años, es innegable que el desarrollo de China se disparó y hoy tiene al país como protagonista en el panorama mundial. También es claro que el ritmo vertiginoso con el que ha crecido la economía no se puede sostener indefinidamente. Es dentro de este escenario que toma importancia la política exterior de Xi, porque es su apuesta para que China no llegue al punto más alto de la parábola y empiece a caer.
Para sostener al gigante desde adentro, Xi tiene tres pilares en su política interna que resultan fundamentales. El primero es erradicar el “mercado de las sombras”, que son las operaciones económicas que se hacen fuera del sistema bancario, y que no están reguladas. Su segundo pilar es la lucha contra la corrupción en el sector público. Y el tercero es fortalecer los controles sobre la información y la opinión pública. Partiendo de esta base, Xi presenta a China como un país atractivo en el ámbito internacional.
Rumi Aoyama, profesor de la facultad de Educación e Integración de Artes y Ciencia de la Universidad de Waseda, cree que China ya se encuentra en aprietos. “El gobierno debe enfrentar una serie de desafíos que incluyen la caída en el crecimiento de la economía, un cambio en la estructura social, y sobre todo, la desigualdad socioeconómica” explica Aoyama.
Para solucionar dicha situación, son tres los frentes de acción de la política exterior de Xi. Primero, mantener un entorno estable en el ámbito internacional que le sea favorable al comercio. Esto se ve reflejado en el ímpetu que el gobierno le ha puesto a acuerdos como el SCO (Shanghai Cooperation Organization) con sus vecinos de Asia central, en la lucha contra el terrorismo. El segundo punto es desempolvar las relaciones con “viejos amigos”, donde cabe el caso Zimbabue. Estrechar los vínculos con países que fueron grandes aliados y cuya relación hoy en día es más distante. Y el tercer punto es entablar convenios y contactos con países en vía de desarrollo, que son claves por ser economías y mercados emergentes. Aquí se ve como China se ha acercado a los BRICS y G-20, y en general se ha movido el Latinoamérica, África y el Sudeste Asiático.
Esta postura frente a la política externa denota el cambio que ha sufrido China desde que se consolidó como República Popular. Primero se buscaba desarrollar al país desde adentro a puerta cerrada, como ocurrió durante el maoísmo, pero después pasó a la apertura económica que impulsó Deng Xiaoping, legado que Xi Jinping mantiene para que no tropiece el gigante.
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