Amelia Sáiz López, socióloga y profesora de Estudios de Asia Oriental del Instituto de Estudios Internacionales e Interculturales de la Universidad Autónoma de Barcelona, expone en su texto la transformación del rol de la mujer en la sociedad china, la cual cambió radicalmente desde la instauración de la República Popular China en 1949. La presencia de China en nuestra cotidianeidad cada vez es mayor. En la última década ha pasado de ser un país misterioso, desconocido, atrasado, pobre, etc., a ocupar titulares en los periódicos de mayor tirada del país casi siempre vinculados a sus logros económicos y a su pertinaz violación de los derechos humanos –como si fuera la única nación que los vulnera. China es una nación dinámica que ha experimentado grandes cambios a lo largo del siglo XX, paralelos a los que han tenido lugar en el resto del planeta. Y sin embargo, aún son demasiado persistentes, en nuestras conversaciones y textos divulgativos y especializados, frases como “la China milenaria”.
Al igual que otras sociedades contemporáneas, la sociedad china ha experimentado profundos cambios sociales. En este capítulo se analizan estos cambios en tres grandes apartados que tienen a las mujeres como protagonistas y a la movilidad como hilo conductor. Tras perfilar los aspectos más importantes que han afectado a la posición social de las mujeres chinas desde la instauración de la República Popular, el apartado dedicado al mundo laboral analiza la adaptabilidad de las trabajadoras chinas en una economía cambiante y cada vez más cercana a las relaciones de producción capitalistas. El ámbito familiar muestra la evolución de la familia extensa a la nuclear, y sus consecuencias en las relaciones intrafamiliares, así como de la posición de las mujeres en su seno, todo ello con una perspectiva multifocal en un intento de reflejar la diversidad y multiplicidad de las mujeres chinas en la actualidad.
Finalmente nos ha parecido oportuno exponer la evolución de los Estudios de Mujeres en China y su vinculación con la agenda internacional de género dada la enorme importancia que las perspectivas académicas han logrado en la dirección del activismo político internacional. Por otra parte, la producción de conocimiento local en ocasiones se enfrenta a la visión occidental de los términos y de las definiciones apelando a experiencias específicas, nativas y propias.
Los antecedentes
El 1 de octubre de 1949 se funda la República Popular de China . El partido comunista, con su propuesta de modernización trató de liberar al pueblo chino de la superstición, la tradición, los linajes… y del patriarcado confuciano . El ideario del Movimiento del Cuatro de Mayo de 1919 por fin llegó al poder. Para transformar la estructura familiar, el gobierno decretó en 1950 la Ley del Matrimonio. Se trataba de”democratizar” las relaciones familiares y neutralizar la jerarquía de autoridad de acuerdo a los criterios hasta entonces dominantes: la generación, el género y la edad. Se “liberó” a las mujeres de “las tres obediencias” –para con el padre cuando hija, al marido cuando esposa, al hijo cuando viuda– y a la población china de someterse a los matrimonios concertados por los padres sin el previo consentimiento de los cónyuges. Se facilita el divorcio a las mujeres y, por primera vez en la historia de China, el acceso a la custodia de los hijos e hijas una vez materializada la ruptura matrimonial. Por ley, los descendientes de un matrimonio dejaban de pertenecer única y exclusivamente a la familia paterna.
En la China republicana (1912-1949) ya hubo un intento de reducir el efecto del confucianismo en la familia. Aspectos tradicionales y modernizadores se combinaron en el Código Civil de 1930 para crear una nueva estructura social acorde con las necesidades de la incipiente sociedad burguesa sin renunciar a las señas de identidad propias de la cultura Han. Así, se mantiene la autoridad masculina en el seno familiar (tradición) matizada por la obligación de fidelidad entre ambos cónyuges, derecho al divorcio para ambos –con custodia paterna– y a la herencia familiar de las mujeres, pero en menor cuantía que las partes correspondientes a sus hermanos varones.
A pesar de este reconocimiento, la dependencia económica de las mujeres chinas impedía la puesta en práctica de las situaciones previstas en la ley. Era necesario, por tanto, garantizar la autonomía financiera femenina si verdaderamente se quería que fuesen “mujeres liberadas”. La ley de la Reforma Agraria de 1950 les otorga derechos de propiedad sobre la tierra en iguales condiciones que a los hombres. Por aquel entonces, la mayoría de la población china vivía y trabajaba en zonas rurales, y la segregación de sexos era predominante y más acusada entre los campesinos del norte del país. Reconocer el derecho femenino a la propiedad de la tierra equivalía a asignar una cualidad a las mujeres que hasta entonces no tenían en la sociedad agraria china: ser trabajadoras, a pesar de que siempre habían contribuido a la economía familiar doméstica tanto en el ámbito reproductivo como en el productivo (Sáiz López, 2001).
La aparición de las mujeres en la escena pública, más allá de los límites espaciales, productivos y simbólicos de la familia extensa, puso de manifiesto las dificultades para poner en práctica el modelo de relaciones sociales y familiares urbanas en la China rural de la época, especialmente ante la resistencia de los esposos y de las suegras para aceptar la nueva posición de la esposa/nuera en el grupo doméstico y por la negativa de los maridos a permitir que sus mujeres trabajaran fuera de su control –visual y simbólico– y junto a otros hombres. Sin embargo, los ideólogos del partido comunista apelaban a la participación femenina en la producción como preámbulo necesario para la equiparación social, y para poder ejercer como trabajadoras era necesario que su posición familiar cambiara radicalmente. En este sentido, familia y trabajo, reproducción y producción, privado y público, componen un continuo en la vida social de las mujeres en general, y de las chinas en particular, que ha visto cómo desde finales del siglo XIX, ha ido configurando diferentes escenarios paralelos a las transformaciones sociales: el fin de la dinastía imperial, la presencia de las potencias extranjeras, la aparición de la industria, las ciudades, la burguesía, la clase obrera, el socialismo, el mercado, la globalización, las nuevas tecnologías.
Con la muerte de Mao Zedong (1976) China inicia un camino que, con el paso de los años, la ha colocado en el sistema internacional. Las Cuatro Modernizaciones marcan el tiempo de las reformas y de la “apertura” (gaige kaifang, 改革开放), y sumadas a la etapa anterior, dibujan un país liberado, reformado y abierto al mundo exterior.
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