Megaéxodo en China: un tormentoso viaje para celebrar Año Nuevo en casa

In by Andrea Pira

Más de 300 millones de personas se desplazaron por el país, sobre todo emigrantes rurales que trabajan en las grandes ciudades. En total se estima que se realizaron unos 2.800 millones de viajes por tierra y aire. Ren shan, ren hai. Una montaña de gente, un mar de gente: ésa es la expresión china que resume cómo es sobrellevar la congestionada temporada del Año Nuevo Chino. Los chinos llaman a este acontecimiento el chunyun, o ‘movimiento de primavera’, y se estima que es la mayor migración humana del mundo.

La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China calcula que este año, en promedio, hubo 2.800 millones de viajes, 3,4 por ciento más que el año pasado. Las proyecciones del Ministerio de Transporte incluyeron 2400 millones de viajes por rutas, 295 millones por tren y 47,5 millones por avión. Según un estudio de la consultora Scandic Sourcing, especializada en facilitar la operación de empresas internacionales en China, en el 2014 viajaron unos 300 millones de personas.

El chunyun comenzó el 4 de febrero y terminará el 15 de marzo, y en Pekín se notaron los efectos del éxodo: ómnibus vacíos, escuelas y universidades en vacaciones, tiendas y restaurantes cerrados, menos tránsito y, por lo tanto, menos contaminación. Trabajadores migrantes, estudiantes y familias enteras se apresuraron a viajar hasta sus lugares de origen para llegar antes del 19 de febrero, cuando comenzó el Año de la Cabra.

Las dimensiones de este acontecimiento han sido cada vez mayores desde inicios de los años 80, cuando el país se abrió a la inversión extranjera, las ciudades comenzaron a generar demanda por mano de obra, y millones de personas de las áreas rurales migraron a las regiones costeras y del Sur para trabajar en fábricas, o buscar empleos con salarios más altos.

Hoy China tiene aproximadamente 250 millones de trabajadores migrantes. Son personas que buscan oportunidades en las ciudades, pero que no cuentan con los beneficios sociales de quienes nacieron en ellas.

El Año Nuevo es la oportunidad que tienen los migrantes internos para regresar a sus pueblos y visitar a sus familias. Sin embargo, la meta del gobierno de tener el 70 por ciento de la población concentrada en ciudades para 2050 indica que a medida que China intensifica la urbanización, más tormentoso se vuelve el chunyun.

Era tal la multitud en la principal estación de tren de Pekín que el 4 de febrero usuarios de Weibo (el Twitter de China) publicaron la foto de un hombre que se había esposado a su hija. "Ella tiene problemas de visión y ésta es la única forma como estaré seguro de que no se perderá", le dijo el hombre a uno de los viajeros. Añadió que también le había puesto a su hija un reloj de pulsera con GPS y un collar con el número de su celular.

Pesadilla

"Hice la fila durante toda la noche y cuando llegué a la ventanilla la señora que atendía me dijo que todos los boletos de tren ya estaban vendidos", contó Zhang Yuanhao, al recordar la única vez que no pudo viajar para celebrar con su familia en Mianyang (provincia de Sichuan). Le sucedió en 2009, cuando todavía era un estudiante universitario en Nanjing y no tenía recursos para comprar un pasaje de avión. "Me quedé trabajando en un hostal y tuve que pasar el Año Nuevo con desconocidos", agregó.

Para evitar situaciones como la de Zhang, en 2011 las autoridades habilitaron un portal para comprar tickets online. Pero la página suele colapsar ante el pedido de miles de usuarios que tratan de comprar su boleto al mismo tiempo.

Eso no detuvo a los revendedores, apodados "vacas amarillas" (huang nu), de usar identidades falsas y comprar tickets para luego ofrecerlos a precios exorbitantes. "Yo tengo que comprar mi pasaje a través de ellos", dijo Liu Qian, estudiante que vive en Pekín desde hace seis años y que iba a movilizarse a última hora porque en la pasantía no le habían dado vacaciones con suficiente anticipación.

El año pasado tuvo que viajar de pie en el tren durante horas. "Había tanta gente que era imposible caminar por los pasillos. Los vendedores de comida no podían pasar. No se lo recomiendo a nadie", dijo. Pero esta vez Liu cree que ni siquiera eso será posible. "Parece que tendré que ir en ómnibus, porque ya no quedan boletos de tren. No sé qué esperar."

El riesgo para Liu es que durante estos agitados días las rutas también colapsen. Una semana antes del Año Nuevo la agencia oficial Xinhua publicó imágenes en las que las autopistas para entrar a la provincia de Hunan, en el centro del país, parecían estacionamientos.

A los atascos viales se suma que muchas calzadas se convierten en peligrosas trampas de hielo para los conductores. Varios accesos a la provincia de Guizhou (Sudoeste) estuvieron cerrados durante días luego de una tormenta de nieve, lo que obligó a los viajeros a bajarse de los ómnibus y caminar hasta 20 kilómetros. Llevaban ramas de bambú en la espalda para sostener sus paquetes y todo tipo de animales, como gallinas y cerdos.

Los chinos definen este éxodo como un suplicio, pero suele ser el único momento del año en el que ven a sus familiares.

Algunos, sin embargo, ya se hartaron de luchar contra las multitudes y optaron por subvertir la tradición. Zhang, que hoy trabaja en Shanghái, indicó que los extenuantes viajes de dos días en tren hasta su ciudad en Sichuan hicieron que este año hiciera lo impensable: decidió no viajar. "Mis padres vinieron venir a visitarme. Es algo poco común y todos mis amigos están bastante sorprendidos", contó.

Aunque su padre no ve con buenos ojos que su único hijo no visite a los abuelos en una fecha tan importante, accedieron a ser ellos quienes tengan que desplazarse, un comportamiento que, en una cultura tan respetuosa de las costumbres como la china, resulta por lo menos osado.

Artículo producido originalmente para La Nación, Argentina. 

[Crédito foto: www.chine-informations.com]

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