Al mes de que fuera demolido un Mao gigante que desató burlas en redes sociales, un pueblo en Shanxi se alzó para proteger a una estatua de Hua Guofeng. Los monumentos, ese punto de encuentro -y desencuentro- entre la estética, la política y la memoria colectiva, son tema de intenso debate en China.
"Mega Mao" fue el nombre jocoso que se le dio en redes sociales a una estatua dorada de 37 metros de altura de Mao Zedong, que fue construida en la provincia de Henan por los empresarios locales. La faraónica efigie costó medio millón de dólares y se hizo, irónicamente, en uno de los territorios que más padeció la hambruna del Gran Salto Adelante: Tongxu.
Pero la memoria de los excesos políticos del comunismo no fue lo que motivó la demolición de la estatua, menos de un mes después de haber sido completada y tras casi un año de construcción. Como suele suceder en China cuando un tema político puede ser sensible, no hay una versión oficial sino muchos rumores encontrados.
Algunos dicen que la estatua fue demolida porque estaba en el terreno de un agricultor, aunque la explicación no es convincente, pues la estatua se construyó entre marzo y diciembre del 2015. Si el agricultor estuviese molesto con el proyecto lo habría interrumpido antes.
Parece más probable que alguien poderoso hubiera dado la orden de quitarla.
"No podemos adorar a los líderes revolucionarios como si fueran dioses simplemente porque eran grandes hombres", dijo Xi Jinping, el presidente de China, durante la conmemoración de los 120 años del nacimiento de Mao, en el año 2013. En el discurso, Xi criticaba la costumbre de erigir ídolos de Mao junto a deidades tradicionales, como el Dios de la Riqueza y el Emperador de Jade. El culto a Mao está generando ciertas molestias, no porque el Gran Líder sea controversial, sino porque algunas manifestaciones de amor son una desviación de lo que el gobierno estima es la forma adecuada de exaltar su memoria.
La estatua dorada gigante, si bien no se hizo con motivos religiosos, cayó como una manifestación de mal gusto. "¿Por qué no se usa primero ese dinero para aliviar el hambre?", dijo un usuario de Weibo.
"Mega Mao" era una contradictoria imagen del culto a la riqueza y la ostentación -que en la China tuhao es cada vez más frecuente-, y de conmemoración al supremo patriarca comunista. Era la expresión llevada al paroxismo de un aspecto central y muy controversial de la identidad china contemporánea: la cruda combinación de materialismo y sensacionalismo maoísta.
Fue por motivos casi opuestos que un pueblo debió protestar, e incluso enfrentarse con la policía, cuando las autoridades locales pretendieron tumbar la estatua de Hua Guofeng, el sucesor de Mao. Miles de personas se reunieron en torno al monumento que se erigió en enero, cerca al cementerio donde están sus restos en Jiaocheng (Shanxi), para exigir que se interrumpieran los planes de retirar la estatua. El gobierno local no ha explicado porqué pensaba retirarla, pero según una versión, se pretendía desarrollar un proyecto de expansión urbanística. Las concesiones para la construcción es una de las principales fuentes de financiamiento de los gobiernos locales.
"Hua hizo enormes contribuciones al país. No hay nada malo con hacer una estatua en su memoria", decía un mensaje que circuló entre los manifestantes. Hua impidió que la llamada "Banda de los Cuatro" gobernara tras la muerte de Mao y le dio un fin definitivo a la Revolución Cultural. Con él se dio el primer paso hacia la nueva China.
"Tumbaron la estatua de Mao en Henan, me preocupa que pase lo mismo con esta", le dijo un habitante a la prensa local durante la noche en que los habitantes del pueblo boicotearon con su presencia los planes de la administración local. Al día siguiente la alcaldía anunció que no retiraría el monumento de su lugar.
El historiador Pierre Nora hablaba de los lugares de la memoria, aquellos puntos en los que se materializa la forma como la gente se relaciona con su pasado, su historia y por lo tanto también la política del presente. Las estatuas de "Mega Mao" y Hua Guofeng, y las reacciones que suscitaron, son una muestra de cómo China, si bien tiene profundas limitaciones a la libertad de pensamiento y expresión, está lejos de ser un país donde los habitantes aceptan sin resistencias la forma como se representa la memoria colectiva. Incluso se alzan en protesta cuando consideran que está siendo vulnerada. Quizás sea más de lo que puede decirse de muchos países donde no hay censuras ni manipulaciones oficiales de la historia.
[Crédito foto: scmp.com]
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