China está librando la lucha contra la corrupción más grande en su historia. Xi Jinping, actual presidente, espera erradicar este mal de raíz. Para lograrlo, piensa llegar hasta el último rincón en busca de fugitivos.
“Yo fui a Colombia porque me pareció que era el lugar más recóndito del planeta. Quería volver a China porque extrañaba a mi familia, pero mi mujer no me permitía regresar por mis deudas. Los acreedores que tenía me querían linchar”. Fue una de las primeras declaraciones que le ofreció Wu Ping al diario Qianjiang Evening, cuando llegó a China custodiado por cuatro policías.
Wu huyó de su país después de comprar 4 millones de yuanes (650.000 dólares) en mercancía sin tener el dinero para pagarla. Estuvo dos años en Colombia trabajando en empleos varios, porque “allá no necesitaba papeles”. Dijo que vivía atemorizado de que en el país hubiera desastres naturales y por los expendedores de droga que veía en la calle.
Cuando el departamento de policía de la provincia de Zhejiang lo ubicó, se realizó un operativo con la policía colombiana que dio con su captura, el 2 de septiembre pasado en Bogotá. Wu, que había distribuido su mercancía por Europa, nunca recibió las ganancias por las ventas.
Lo importante del caso Wu no es el monto de su deuda, ni las imputaciones que enfrentará, sino que es el primer ciudadano chino acusado de cometer delitos económicos que ha sido deportado desde Latinoamérica. No obstante, Wu es un pez pequeño. En China hay muchos empresarios multimillonarios que desaparecen del país sin dejar más rastro que las investigaciones abiertas en su contra.
“Este fenómeno se da a causa de tres problemas”, le explicó a El Espectador Liao Ran, coordinador sénior del Programas para Transparencia Internacional: “Primero, hace falta que los funcionarios hagan una declaración detallada de sus bienes y de su procedencia. Segundo, el sistema financiero actual facilita la fuga de capital. Y por último, el sistema para controlar el lavado de dinero es muy débil”.
Los empresarios que crecieron durante la bonanza económica de China, que ahora son acusados de corrupción, fraude, captación ilegal de fondos, desfalco, detrimento del patrimonio público y otros delitos de la misma índole, y que se fugaron del país, se conocen como los “fugitivos económicos”. El gobierno de China ha lanzado su red a lo largo y ancho del mundo en una campaña sin precedentes para capturarlos donde quiera que estén. “Cuando llegó la policía de inmigración, yo ya sabía que algo estaba pasando”, añadió Wu, recordando el día de su arresto.
Para enfrentar este problema, Xi Jinping, el presidente de China, inició la operación llamada “Fox Hunt”, o cacería de zorros, para identificar a los fugitivos económicos, localizarlos y repatriarlos con ayuda de la comunidad internacional. Xi quiere sacar a los zorros de sus madrigueras para que respondan ante la ley.
La campaña anticorrupción es la apuesta más audaz del gobierno de Xi y sus reformas van en serio. Ya rodó la cabeza de Zhou Yongkang, el llamado zar del petróleo y ex ministro de Seguridad Pública de China (2002-2007). Era uno de los miembros más poderosos del Partido Comunista. Es como si en los Estados Unidos el presidente Barack Obama hubiera destronado de un golpe y metido presa a una persona que fue, al mismo tiempo, el exdirector de la CIA y el presidente de Halliburton.
Esta medida ha disparado la popularidad de Xi porque “la corrupción es un fenómeno generalizado”, explica James Palmer, periodista e historiador británico. “Si se abre una empresa pequeña, hay que pagarle a un funcionario local. Si el negocio es de mayor tamaño, el funcionario es de nivel medio; pero si es grande, se trata directamente con los altos funcionarios”.
Algunos zorros desaparecen, como es el caso de Liao Rongna, el magnate del Zhengling Group, que en 2009 figuró como uno de los cien hombres más ricos de China en el listado Hurun (el equivalente asiático de Forbes). Cuando el Departamento de Policía de Liuzhou, la ciudad sede de su emporio, llegó hasta su oficina con una orden de captura, lo único que encontró fueron 1.500 contratos por 3.200 millones de yuanes (unos 520 millones de dólares), que Liao Rongna incumplió.
Pero este hombre, que se hizo millonario creando 20 empresas en diferentes sectores, no es el único de su familia implicado. Su hijo menor, Zhengling, fue capturado en junio, y su esposa, Yi Zhiqun, también está fugitiva. En la primera semana de agosto la Interpol expidió circular roja contra Liao Rongna, esperando que con ayuda internacional, Xi logre cazar a este zorro.
Lo más probable es que Liao Rongna esté en Estados Unidos, Canadá o Australia, pues “estos países son el destino predilecto para los fugitivos económicos” según Liao Ran, “esto, porque tienen sistemas judiciales muy fuertes que dificultan la deportación. Precisamente por la solidez del sistema, quien pueda pagar a un buen abogado puede acceder a una muy buena defensa”. Sumado a esto, ninguno de los tres países tiene convenio de extradición con China.
Desde el año 2008, más de 730 sospechosos de crímenes económicos han sido repatriados a China desde 54 países y actualmente se calcula que 150 están refugiados en Estados Unidos.
Uno de los argumentos recurrentes de los fugitivos económicos para evitar la deportación es que en China no se respetan los derechos humanos. Sus abogados alegan que no tienen garantías de su integridad física porque, primero, el castigo por delitos económicos puede ser la pena de muerte; y segundo, porque hasta hace poco la tortura era una herramienta legítima de presión durante los interrogatorios. Escudado en esta coartada, Lai Changxing, el fugitivo más famoso de la década pasada, estuvo doce años refugiado en Canadá.
En el verano de 1999, Lai descubrió que tenía orden de captura por sobornar a funcionarios estatales y liderar desde hacía diez años una red de contrabando. Sin perder tiempo, se embarcó a Hong Kong en una lancha rápida desde Xiamen, el puerto costero al sur de China, donde edificó su imperio. Tres días después viajó a Canadá, donde pasó los siguientes doce años luchando para que no lo deportaran.
En Xiamen era conocido por construir el motel “La Mansión Roja”, una réplica de la Ciudad Prohibida donde ofrecía fiestas con políticos y funcionarios del Partido. Por eso era conocido como “El Emperador”, y nació la expresión “rico como Lai”.
Finalmente, fue deportado en mayo de 2012 y condenado a cadena perpetua por contrabando y sobornar a 64 oficiales entre 1996 y 1999.
Para Oliver August, autor del libro sobre Lai Adentro de la Mansión Roja: Tras el rastro del hombre más buscado de China, estos personajes están en vía de extinción. Como escribió en su libro: “Es poco probable que vuelva a haber otro Lai Changxing. Él pertenece a una era que se está acabando: la infancia de la China moderna duró desde la muerte de Mao hasta probablemente los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008”.
En esta misma línea, se puede entender la cacería de zorros de Xi y su plan anticorrupción como el primer paso de una nueva etapa que busca posicionar a China en el primer plano del panorama mundial, ya en su etapa adulta.
Artículo producido para El Espectador, Colombia.
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[Crédito foto: Forbes]