A medida que se aproxima el Congreso del Partido Comunista que definirá la composición del próximo gobierno chino, muchas voces de sectores muy diferentes -desde economistas y académicos hasta la prensa independiente como Caixin- están comenzando a urgir para que el próximo liderazgo implemente reformas políticas en China. China Files conversó con June Teufel Dreyer, investigadora de la Universidad de Miami especializada en el política chino y autora de El sistema político en China, cuya novena edición será publicada en enero.
Los llamados a implementar reformas políticas están multiplicándose, aunque los últimos diez años han mostrado que las expectativas de reformas bajo el mandato de Hu Jintao y Wen Jiabao no se materializaron. ¿Cree que Xi Jinping o Li Keqiang podrían impulsarlas dentro de un sistema de liderazgo colectivo que hasta el momento las ha resistido?
Sólo parece haber espacio para reformas modestas. El liderazgo colectivo que hasta ahora se ha resistido a reformas sustanciales seguramente lo seguirá haciendo. La purga de Bo Xilai, quien -al margen de sus fallas- aspiraba a un liderazgo fuerte y tenía un plan económico definido, muestra la aversión que hay a los líderes fuertes. Nadie quiere otro Mao, quien fue responsable de políticas mal encaminadas como el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural.
Esto no quiere decir que no las habrá. Habrá acciones correctivas modestas cuando la opinión pública se movilice en torno a un tema en particular. Los optimistas dirán que la opinión pública es cada vez más propensa a movilizarse; los pesimistas dirán que esto equivale a ponerle curitas a una hemorragia. En todo caso, hay que recordar que el último Congreso del Partido anunció planes para reducir el número de ministerios y crear varios superministerios con amplia capacidad de supervisión. Nada, absolutamente nada, sucedió después.
Ahora bien, los economistas chinos y del Banco Mundial, entre otros, están de acuerdo en que sin una drástica restructuración China puede terminar -en el mejor de los casos- inmerso en la trampa de la renta media. El peor escenario posible sería una economía en contracción, algo que podría en efecto suceder y que acarrearía algún nivel de desestabilización social. Hace poco Estrategia y Gestión [revista estatal] publicó un artículo en el que decía que entre más se posponga esta restructuración, las consecuencias serán más graves.
Parte de los llamados a la reforma del sistema político y legal tienen un trasfondo económico. Muchos economistas y académicos han hecho hincapié en la importancia de políticas para hacer frente a temas como mantener la estabilidad económica -en medio de una crisis financiera que afecta a sus mayores socios comerciales-, la dificultad de las PYMES de competir con las empresas estatales y la creciente desigualdad social. ¿Podría la economía jugar un papel más decisivo que otros factores en generar consenso dentro del Partido sobre la necesidad de reformas políticas?
Sí, el problema de los generosos subsidios gubernamentales a las empresas estatales y las favorecidas “campeonas nacionales” lo ha demostrado en la industria de paneles solares que expandió por encima de sus capacidades gracias a éstos. Estos gigantes estatales pueden causar muchos problemas adicionales al hecho de que absorben muchos recursos y oportunidades de pequeñas y medianas empresas.
Pero creo que las diferencias en política económica generarán discordancia dentro del Partido en vez de consenso, ya que algunos argumentan que las reformas conducirán a la inestabilidad y otros insisten en que la transformación económica no podrá continuar sin cambios políticos.
Los sistemas políticos tienden a llegar a un punto de quietud cuando los diversos puntos de vista sobre un tema se cancelan entre sí, resultando en una inmovilidad aun cuando los bandos están de acuerdo en que se necesitan reformas de gran envergadura. Sólo un tirón fuerte parece capaz de romper ese punto muerto.