En tiempos en que prima lo ultramoderno y lo resplandeciente, la sencillez, el cuidadoso trabajo de los materiales y la atención al detalle de Wang Shu, el nuevo Premio Pritzker, ofrecen una alternativa sostenible y lírica para la arquitectura china. Wang no es, en efecto, un arquitecto como los otros. Después de graduarse de la universidad, se dedicó durante más de ocho años a observar y pasar todo el tiempo posible con los artesanos rasos, aprendiendo de ellos los secretos del oficio. Vivía de la remodelación de casas, pero su energía estaba puesta en seguir aprendiendo la técnica de quienes mejor -y más de cerca- la conocían. Cuando ya fundó su estudio en compañía de su esposa Lu Wengyu hace diez años, sabía que apostaría por el estudio cuidadoso de la tradición y las técnicas artesanales. Su nombre, Amateur Architecture Studio, lo demuestra. Hoy, el día de la ceremonia oficial del Pritzker en Pekín, les presentamos un recorrido por algunas de sus obras más significativas.
Campus de Xiangshan, Academia China de Arte
Wang Shu siempre ha otorgado un papel importante a la academia. A enseñar, pero también a aprender. Por eso no deja de ser lógico que una de sus obras más reconocidos sea uno educativo. Sin embargo, no se trata de un edificio individual sino de todo un campus universitario para la Academia China de Arte en Hangzhou, donde Wang es decano de la facultad de arquitectura.
En un ambiente muy verde cercano al enorme Lago Occidental de Hangzhou -catalogado como Patrimonio de la Humanidad- emergen de repente una serie de edificios de formas sinuosas y geométricas que se funde de manera casi natural con sus alrededores. Con mucho énfasis en la iluminación natural, el agua y la madera, los estudiantes de una de las más prestigiosas universidades artísticas cuentan con un espacio verdaderamente privilegiado para estudiar. Y para completar, el techo de la veintena de edificios que componen el campus lucen dos millones de tejas rescatadas de demoliciones.
Museo de Historia de Ningbo
De lejos parece un viejo fuerte, como aquellos que dejaron los colonizadores europeos a lo largo de América, África y -ocasionalmente- Asia. Mirado de cerca, se vuelve evidente que el singular edificio es en realidad el moderno Museo de Historia de Ningbo, el próspero puerto textilero de tres millones de habitantes en la provincia de Zhejiang.
Hay una razón de peso para la confusión: toda su fachada ha sido elaborada con ladrillos rescatados de las demoliciones de viejas casas, ofreciendo a China un camino arquitectónico altamente sostenible. Su sólida carcaza exterior surge imponente desde lejos, pero queda suavizada a los ojos del espectador por el rico matiz de tonos grisáceos que la recorren. En su interior, a lo largo de los amplios corredores y espacios la luz se cuela a través de una serie de tragaluces y ventanales a primera vista poco evidentes.
“Uno no visita el edificio; a uno lo golpea el edificio”, escribió el renombrado arquitecto chileno Alejandro Aravena, que formó parte del jurado que concedió el Pritzker este año a Wang. “Recuerdo haberme sentido de esa manera muy pocas veces en la vida, como cuando visité el Parlamento de Bangladesh de Louis Isadore Kahn o su Instituto Indio de Administración en Ahmedabad. Ser ‘golpeado’ por un edificio sucede muy rara vez en la arquitectura, porque ese tipo de impacto pertenece más a la música o el cine, en donde la experiencia de una obra puede ser extremadamente emocional y emotiva hasta el punto de alterar el estado de ánimo en una forma profundamente positiva”.
Museo de Arte de Ningbo
Menos espectacular y fotogénico que su vecino más famoso, el museo de arte de Ningbo es una estructura geométrica que, en medio de una gran sencillez formal y matérica, crea un espacio privilegiado -y muy luminoso- para el arte. Dice la anécdota que cuando le encargaron a Wang el proyecto, uno de sus primeros de envergadura, le dijeron que tenían dinero para construir la obra pero no para mantenerla. Ante la posibilidad real de que se arrendara parte del edificio para sufragar sus costos de mantenimiento, Wang puso una condición: el arte debía ocupar el segundo piso -iluminado y a la vez protegido por enormes paneles de madera- y ninguno otro.
Pabellón Ningbo Tentou en la Expo Shanghai
Algunos de los proyectos que ha hecho Wang Shu también han sido efímeros, como el jardín de tejas que diseñó para la Bienal de Arquitectua de Venecia. Una de sus más llamativas obras “temporales” fue el pabellón Ningbo Tentou en la Expo de Shanghai en 2010, que buscaba representar un pequeño municipio en la zona de Ningbo que constituye un ejemplo de urbanización sostenible.
Biblioteca de la Universidad Soochow
Uno de los primeros proyectos significativos de Wang Shu. Cuando esta universidad de Suzhou le encargó que diseñara una biblioteca para su Wenzhen College, Wang hundió parte del edificio en el suelo y lo rodeó de agua, para no interrumpir la línea visual entre la montaña detrás y el lago vecino. El resultado es un edificio que, pese a su color blanco, no rompe con el paisaje alrededor y que, aunque construido bajo tierra, recibe abundante luz gracias a su diseño y el cuidado dada a la iluminación natural.
Edificios de “patio vertical”
La mayoría de las obras diseñadas y construidas por Wang Shu son edificios sencillos, con fines muy específicos -usualmente ligados a la educación o la museística- y plenamente insertados en el paisaje. Por eso resulta tan particular y revelador su Vertical Courtyard, un complejo de edificios de apartamentos en Hangzhou. Con un uso interesante de la geometría, Wang construyó una serie de edificios que pese a su tamaño siguen manteniendo una armonía y gracia admirable, al tiempo que privilegian las zonas verdes y el espacio público.
Puedes ver más de Wang Shu en nuestro pasado "[Chineando] con el viejo fuerte de piedra de Wang Shu en Ningbo"
Fotos cortesía del Premio Pritzker