La corrupción, un flagelo histórico que alimenta la inestabilidad social en China

In by Simone

Desde hace tres años, los muros del estudio del artista Zhang Bingjian están tapizados con cientos de rostros pintados en el tono sepia del billete de cien yuanes (16 dólares), el de más alta denominación en China. Su “Salón de la Vergüenza” en Beijing alberga hoy los retratos de más de 2.600 funcionarios chinos condenados por corrupción. En la esquina de cada tela, un tradicional sello chino inmortaliza el nombre, el delito y la pena del corrupto. Un vistazo a cómo la corrupción se está convirtiendo en uno de los mayores problemas para China.
“En China muchos piensan que es mejor ser funcionario que estudiar”, cuenta a China Files Zhang. “Alguna vez leí que un profesor de escuela primaria le preguntó a sus estudiantes qué querían ser cuando grandes. Todos alzaron la mano. ‘Quiero ser ingeniero, quiero ser empresario’, iban respondiendo. ‘Quiero ser un funcionario corrupto’, dijo uno”.

Hasta ahora las mayores protestas en China han estado asociadas a disputas laborales, a la confiscación de tierras y a problemas de salud pública. Pero rápidamente la corrupción se ha ido perfilando como uno de los principales motivos de descontento popular y amenaza con convertirse en un factor de desestabilización social.

El caso de Bo Xilai, el destituido miembro del Politburó sospechoso de corrupción, es apenas la punta del iceberg. “La corrupción permea básicamente todos los aspectos de los negocios y de la vida política”, explicó a China Files el historiador británico James Palmer, experto en política china. “En la última década unos 900 mil funcionarios han pasado por el sistema disciplinario del sector público. Así que, según mis cálculos, por lo menos unos 30 a 40 mil con condenados cada año por corrupción”, añade.

Las autoridades chinas comienzan a admitir públicamente la magnitud del problema. En un informe del Banco Central Chino divulgado en junio pasado, el gobierno estimaba que unos 18 mil funcionarios han huido del país en los últimos 15 años, llevando consigo una fortuna cercana a los 125.000 millones de dólares. Es decir, el equivalente a un 1,4 % del PIB anual chino.

“Debemos reconocer que la mayor amenaza para el partido gobernante hoy es la corrupción”, escribió el primer ministro Wen Jiabao en una revista gubernamental dos semanas después de la destitución de Bo. La corrupción prospera en China debido a la “concentración excesiva del poder y la ausencia de una supervisión eficaz”, argumentaba el premier chino en un ensayo titulado “Que el poder sea ejercido bajo la luz del sol”.

Una advertencia similar sobre el comportamiento de los funcionarios públicos lanzó hace una semana el vicepresidente Xi Jinping en la misma revista. “Los antiguos sabios decían que (…) la austeridad conduce al éxito y el lujo al fracaso. Los comunistas deberíamos hacer caso a su advertencia”, escribió el probable sucesor de Hu Jintao.

En los últimos meses Beijing ha anunciado una serie de medidas para frenar la corrupción, como prohibir la compra de artículos de lujo y las fiestas ostentosas con dinero público. Asimismo, todos los oficiales del Ejército chino deben ahora certificar sus ingresos y los sobornos de compañías chinas en el extranjero quedaron contemplados en el código penal.

Pero no está claro que sean suficientes para erradicar una práctica que está íntimamente ligada al “guanxi”, un término usado en China para referirse a la red de conexiones personales. En un país donde los límites entre el mundo empresarial y el político son tan borrosos, los contactos muchas veces definen el éxito o el fracaso de una iniciativa.

El guanxi es, desde tiempos imperiales, la clave para abrir cualquier puerta y para sacar un proyecto adelante, así como para ascender en la vida pública. Es lo que permite asegurar un contrato, conocer información ventajosa a nivel comercial y acceder a las autoridades relevantes. El concepto, que originalmente no tenía una connotación negativa, se confunde hoy fácilmente con el nepotismo, el tráfico de influencias y la corrupción. Y a medida que la economía china ha crecido, sus proporciones también lo han hecho.

El velo de confidencialidad que recubre muchos de los asuntos del Partido complica aún más las cosas. Es común que los familiares de altos funcionarios ocupen importantes cargos en las empresas estatales, muchas veces bajo nombres falsos. Antes de la caída de Bo Xilai nadie sabía, por ejemplo, que su hermano cobraba US $1,7 millones por dirigir uno de los mayores conglomerados de servicios financieros de China.

Y las investigaciones avanzan con lentitud, reforzando la percepción de impunidad. El ex ministro de Ferrocarriles, Liu Zhijun, fue expulsado del Partido en mayo, más de un año después de haber sido suspendido por “graves violaciones disciplinarias” – el mismo único cargo formulado contra Bo Xilai. Hasta el momento Liu no ha sido imputado, pero es sabido que su poder y su fortuna aumentaron notablemente durante la expansión de trenes bala impulsada por Beijing para contrarrestar los efectos de la crisis en 2008.

Un caso similar vivió el fútbol chino, que hoy acapara la atención internacional con un campeonato lleno de estrellas como Didier Drogba, Darío Conca o Sergio Batista. Sus fichajes millonarios intentan devolver el prestigio a una liga que se vio sacudida hace dos años por el descubrimiento de una enorme red de apuestas, sobornos y resultados amañados. Recién en julio de este año fueron condenados sus principales figuras a penas de entre cinco y doce años de prisión. Entre ellos figuran dos ex presidentes de la Federación China de Fútbol, un ex capitán del seleccionado nacional y el mejor árbitro nacional.

 


Internet contra la corrupción

La sociedad china, al igual que Zhang, ha tomado nota. Si antes los mecanismos del poder -desde épocas imperiales hasta comunistas- lograron mantener a las élites gobernantes alejadas de la sociedad, la tecnología ha puesto sus ojos en esos comportamientos y se ha propuesto llevarlos a la luz pública.

Los "trinos" por temas de corrupción generan millones de lecturas en Weibo, reflejando el malestar de la sociedad china por la falta de transparencia en sus instituciones. Varios portales para denunciar sobornos y otros actos de corrupción de autoridades locales han sido cerrados y declarados ilegales. Todos ventilan su frustración en la red aun cuando saben que sus denuncias y protestas desaparecerán en cuestión de minutos gracias a la censura.

“No importa si son altos oficiales o funcionarios de rango bajo, sino el hecho de que han robado a la gente común. Robar 10 mil o un millón de yuanes es lo mismo”, señala Zhang Bingjian, que no anticipa terminar su monumental obra pronto. “Podrían ser 20 años, así como podrían ser cinco. Ojalá en diez años estemos pintando sólo un retrato al año”.

Reportaje publicado en La Nación (Argentina)

[Fotos de NPR]