“La censura no es la única dificultad para hacer periodismo en China”: Isolda Morillo, periodista peruana

In by Andrea Pira

Isolda Morillo es periodista de la AP y sin duda una de las que mejor conocen este país. Además de ser periodista es documentalista y cineasta. Llegó a China por primera vez a los doce años y después de largas peripecias se ha establecido nuevamente en Beijing.


En el enorme llavero del que cuelgan tres llaves y varios ornamentos destaca una cinta de medir amarilla. “Es para tomar medidas”, dice y saca algunos centímetros. Hace poco tuvo que mudarse y medir cosas y más cosas. Lo que quiere decir que decidió quedarse, hacer suyo un lugar. Y hoy el lugar es China.

Llegó a los doce, junto a su hermana y a sus padres. Su padre, Juan Morillo, era profesor de una de las principales universidades de Lima en donde tenía varios contactos con chinos que le insistieron para que viniera a China a trabajar a la Universidad de Beijing.

¿Cuáles fueron sus impresiones de China?

Yo tenía 11 años y me dijeron que viajaría China. Para mi fue algo inimaginable, que no correspondía con mi vida. Al mismo tiempo mi padre dijo que viajaríamos via Francia…¡Francia! Mi padre que era escritor leía todo el tiempo autores franceses y nos los hacía leer a nosotros. Francia era un sueño. Además yo iba al colegio francés y hablaba la lengua. Así olvidé China y solamente pensé en la perspectiva de Francia con enorme impaciencia.

¿Y cuando llegó a Beijing?

Tengo un recuerdo muy vago. Me acuerdo que el aeropuerto de París era grande y moderno y de pronto llegamos a Beijing y el aeropuerto era muy austero. Todo gris con un gran retrato iluminado, el retrato de Mao. En los pasillos había escupideras, la gente estaba vestida de azul…En en aeropuerto no había nada. Ni negocios, ni teléfonos, ni movimiento.

¿Y cómo fue adaptarse?

El primer problema era que yo no sabía nada de chino. Entonces, a pesar de que yo ya había terminado la primaria en Perú, los amigos de mi papá le aconsejaron que volviera a hacer primaria acá para aprender bien el chino y luego ya continuar con la secundaria. Yo era muy mayor respecto a mis compañeros, estudiaba con niños de 5, 6 años. Estuve un año así, y luego me pasaron a una escuela donde había muchos extranjeros. Como ya tenía una buena base, me pasaron a una escuela secundaria china. Durante este periodo yo estaba como aislada, no tenía muchos amigos. Los profesores le decían a los otros alumnos que no se juntaran con los extranjeros, que no aprendieran de nuestros modales. Los alumnos iban todos iguales con su camisa blanca y pantalón negro, marrón o azul y yo iba vestida de colores y con el pelo largo en un tiempo en que las niñas lo usaban corto. No encajaba.

Fue entonces cuando Isolda decidió irse de China. Al llegar pensaba que eso era un corto paréntesis y que en cualquier momento estaría jugando de nuevo con sus amigas en Lima. Pero al ver que el tiempo se iba alargando, y alargando, demasiado, se dijo que tenía que hacer algo. Su padres estuvieron de acuerdo: las cosas no podían seguir así.

Unos amigos de su padre en Nueva York dijeron que podían recibirla y así fue como se planeó que se fuera a estudiar allí, a probar suerte. Y la suerte se repitió: no se sentía cómoda con el idioma, no se sentía cómoda con los otros. Estaba fuera de lugar. Pero de tanto ir de colegio en colegio recaló en un espacio agradable en donde un grupo de alumnos pintaban frente a sus caballetes. La escuela de arte se convirtió entonces en su lugar. Entre los habitues de ese mundillo del arte nueyorkino había un joven asiático alto que ya empezaba a verse como una estrella insipiente y a quien, pasados los años, Isolda entrevistaría muchas veces: Ai Wei Wei.

Sin embargo Nueva York, a pesar de su adrenalina y su libertad no terminaban de ser el lugar adecuado para la joven, que sentía que al volver a Lima se cerraría el paréntesis. A veces soñaba que al volver a Lima podría acortar el tiempo, ponerse el guardapolvo y sentarse en el banco de la escuela que había dejado ocho años atrás. Al llegar a Lima tuvo que pasar decenas de exámenes para convalidar los cursos de secundaria no estudiados ni en China ni en ningún lugar, luego debió pasar los exámenes de la Universidad.

Entró en la carrera de arte y se encontró con amigos de infancia y llegó a pensar que se quedaría para siempre allí. Pero en aquellos años Lima no era el mejor lugar para estar. Algunos amigos empezaron a desaparecer y se respiraba la violencia. Decidió entonces viajar a China -huir-a donde estaban sus padres y su hermana. Rápidamente empezó a trabajar y al poco tiempo conoció un francés con quien se casó. Llegaron años de paz, al sur de Francia. Los hijos, la tranquilidad. Pero tocaba cambiar de piel una vez más y se fue a Cuba a estudiar cine. Y después volver a China, ya como madre, con otra perspectiva totalmente diferente. Ahora es periodista de AP desde hace casi diez años. En este trabajo a entrevistado a dicientes, ha descubierto protestas calladas y más.

¿Qué siente al escribir en inglés, una lengua que para usted no es la materna?

Lo he trabajado mucho porque no me sentía segura. Aun hoy tengo momentos de incertidumbre. Nunca he sentido confianza total en ningún idioma de los que manejo. No puedo decir de ninguno que es mi idioma madre. Son sólo idiomas que hablo. Por eso para mi escribir es una gran felicidad. El inglés lo he estudiado y analizado mucho y es además, es el idioma universal. Hasta ahora lo sigo estudiando, así como el chino. Son todos idiomas que he tenido que aprender, para mi ahora me da casi igual escribir en chino, en castellano o en inglés, porque tuve que volver a aprender a escribir todos, incluso el castellano.

Usted a veces a puesto el foco en temas que otros no veían, ¿le parece que la imagen que transmiten los medios extranjeros sobre China es incompleta o desfigurada?

Acá hay una visión bastante parcial. Y hay temas que no se tocan, por muchos motivos. Mayormente por desinterés, se ha conformado una “China mainstream” y lo que salga de allí es difícil colocarlo.

¿Y cómo se ha sentido usted con su historia tan particular haciendo periodismo en China en una agencia como Associated Press?

Ser periodista en China no es fácil, pero no sólo por la censura o por la represión, sino también por el trabajo en una agencia, que es muy competitivo, el hecho de no ser “anglosajona" nativa, el hecho de tener hijos, ser mujer, ser de un país como el Perú, etcétera. Es como intentar convencer a todo el mundo, tanto a la gente de China, como a como tus colegas que uno está cualificado para el trabajo. Y esta pelea es diaria. hace. Y esta pelea es diaria.

El ingles es uno de mis idiomas de trabajo y tengo que estar constantemente demostrando que puedo trabajar en este idioma, y el chino, el otro idioma, pues, ni que más decir, hay que estudiarlo, estudiar su historia, literatura, el arte para poder de verdad hacer reportajes que se salgan un poco de los patrones o lugares comunes.

Trabajar en una agencia que tiene cobertura mundial es impagable, aunque significa muchas dificultades con las que lidiar a diario, y no es nada fácil. Aparte de la censura, los problemas que uno puede encontrar cuando quiere hacer entrevistas sensibles. Para mi es una experiencia maravillosa porque me ha permitido conocer China desde dentro, desde sus entrañas, a pesar de todas las dificultades es una decisión de la cual no me arrepiento.



Isolda Morillo en julio 2009, Xinjiang. 


¿de qué manera ha convivido con la censura china?

A veces me preocupa un poco que no me den el visado, pero no cambio por eso ni una coma. Otra cosa es que uno muchas veces teme por las personas que uno entrevista, porque pueden sufrir reprimendas. A pesar de que uno trate de sacarlo la censura y la represión siempre están en algún lugar de la cabeza.

¿Ha cambiado la censura en todos estos años que lleva ejerciendo el periodismo?

Creo que hace 10 años por ejemplo, las cosas eran más radicales. Censuraban todo, en bloque. Ahora, solo censuran un par de temas, como para que los líderes de opinión ya sepan por donde meterse. Siguen habiendo una lista de temas que no están permitidos y una serie de cosas que no se pueden hacer. Ahora tienen un mecanismo súper sofisticado en el que censuran antes de que los temas estallen y hacen represiones disuasivas.

La de hoy es una represión elástica y dinámica que se va ajustando a las diversas situaciones. Es una represión selectiva y adaptativa. Muchos se preguntan por qué no se rebelan los chinos. China tiene una tradición de gobierno con mecanismos de represión muy sofisticados, que son diferentes a los que existen en occidente. Existe una industria vinculada a la represión, y de ello han hablado muchos medios tanto chinos como extranjeros.

De todas formas los chinos sí se rebelan, hay muchos intentos. Pero por lo general los movimientos de protesta mueren muy rápido. Tienen a los líderes de opinión muy vigilados. Es un trabajo muy riguroso, muy minucioso. Me contaron algunos activistas que no es tan fácil entrar en la lista negra de "gente sensible", porque esto significa que las autoridades te asignan un grupo de vigilantes de a sueldo para controlarte durante los 365 días del año. Este es el trabajo de estos guardias, y no quieren perderlo, si alguien se les escapa de su vigilancia, o si se les filtra un periodista, se les castiga quitándoles parte del sueldo, y se les premia cuando logran controlar a sus vigilados. Muchos han intentado calcular los gastos que esto genera, y lo llaman "gastos de estabilidad", es un sector más de la economía.

U
sted ha entrevistado a muchos activistas chinos, ¿cómo ha sido esa experiencia?

Para conocer un país tienes que conocer a los que hacen oposición a su gobierno, a los marginalizados por la sociedad. Esto te ayuda a conocer mejor una sociedad, además suelen ser personas con muchas historias que contar. Es difícil resumir en pocas palabras esta experiencia. Muchos de estos son personas comunes y corrientes que por algún azar de la vida perdieron algo, ya sea un ser querido, un juicio, una propiedad, un trabajo, o sufrieron alguna infjusticia. Muchos intentan adoptar valores que les permita seguir creyendo en un modelo más justo que el que existe.

Durante mucho tiempo hubo un debate entre los intelectuales chinos, una discusión que viene desde antes de la revolución del 49, si lo que podría traer progreso a China eran las ideas de occidente de democracia y libertades individuales, o si China podría crear su propio camino hacia una sociedad moderna. Muchos de estos activistas, sobre todo los más conocidos por los medios occidentales, creen que a China le vendría bien una dosis de ideas occidentales para poder construir una sociedad con mayor justicia. Es una postura considerada radical por las autoridades y que ha traido desgracias a la vida de los chinos.

Muchos piensan que las ideas occidentales son como un veneno, quizás les viene a la mente la historia del colonialismo y la guerra fria. Hay muchas leyes que han cambiado, y muchos casos en los que las autoridades han tenido que adoptar medidas muy distintas a las que les convenía por la presión de estos activistas. Hay casos en lo que estos activistas tuvieron un rol importante en la defensa de la justicia. hablar con ellos es un deber, creo, de todo periodista, no porque se tome partido por ellos, sino para conocer mejor la sociedad china. No hacer simplificaciones de ellos, ni idealizarlos, sino conocerlos profundamente y el rol que tienen en la sociedad china es un gran reto.



Usted ha entrevistado muchas veces a Ai Wei Wei, ¿qué piensa de él?

Creo que es un personaje con gran carisma, inteligencia, y que en él se han conjugado varios factores de su historia personal, familiar, su personalidad, carácter, el interés que genera China en el mundo, y además un momento en que China ve a sus activistas con gran recelo y como posible fuente de inestabilidad. Muchos artistas e intelectuales en China hacen su arte con sumo cuidado de no traspasar los límites. Muchos conocen el precio de pasarse de la raya, y otros simplemente los ha absorbido las posibilidades de éxito y dinero de trabajar dentro del sistema. Pocos son los que asumen su rebeldía, crítica e irreverencia con tal desenfado. Él es un radical, posiblemente protegido por el estatus que algún día tuvo su padre y la élite con la que tiene contacto.

También por su historia personal de ser hijo de un poeta y ministro de cultura, los años que su padre cae en desgracia forjaron también su lado rebelde, y de niño herido irreverente a la autoridad. Posiblemente personas de otra condición en China no tendrían los "cojones", como dicen los españoles, de ser tan radicales, y de armar tales escándalos en China. Él es muy consciente de la atención que genera fuera, y sabe que esto le protege. En China muchos están cansados de la corrupción, y de los problemas sociales, y un personaje como él, con talento para captar las expresiones populares, carismático, resuena bien entre la gente. Pero ahora está desactivado, porque no puede exponer aquí, no escribe, no puede acceder a redes sociales chinas, etc. Aún así, él ha asumido el rol de "héroe" que le han asignado los medios occidentales. No sé si Ai Weiwei sea un defensor de la democracia, libertad, derechos humanos, o si sea un justiciero rebelde, niño herido por una infancia de humillaciones, si sea producto de una élite roja, o si sea un producto de este momento en la historia.

En su estudio tiene más de una docena de habitaciones, una oficina con cerca de veinte personas que trabajan para él. Tiene un innegable talento creativo, también para los negocios. Una cosa es clara cuando uno entra a su estudio, es que allí manda él, y él es centro y motor que mantiene en funcionamiento la fábrica de producción que desde allí dirige, ya sea con sus películas, sus obras para exposiciones que hace en el exterior. A pesar de las detenciones, de los juicios, las prohibiciones a salir de país Ai Weiwei continúa con su activismo y esa imagen que se le ha adjudicado, que a pesar de todo, es la que le protege y le da cierta libertad para seguir jugando, provocando y rebelándose a su manera.

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