Durante la época maoísta había pocos extranjeros viviendo en China, y los latinoamericanos eran especialmente pocos. Albino Chacón fue uno de ellos, atraído por su pasión por la literatura china. Su llegada, en 1976, se dio en un momento crucial, en medio de un periodo convulso del fin de la Revolución Cultural y año de la muerte de Mao Zedong. 36 años después de haber pisado tierras chinas, publica Impresiones Chinas, un libro cargado de experiencias.
Albino Chacón es quizá uno de los más importantes referentes sobre China en Costa Rica. Actualmente es decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Costa Rica, pero su historia con China nunca ha terminado.
En 2009 tuvo la oportunidad de regresar, por un año, como profesor en la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín. Dedicó gran parte de su tiempo a recorrer el país, detallando la inmensa geografía de China. Estas “impresiones” se convertirían más adelante en la base de su libro.
Y la concisión de su prosa y su lectura profunda pero sin rebuscamientos, hicieron de Impresiones Chinas uno de los libros estrella del 2012. El periódico La Nación, de Costa Rica, lo catalogó como uno de los mejores libros publicados el año pasado.
China Files habló con el autor sobre su libro, y de paso, sobre literatura y filosofía china.
¿Qué lo motivó a viajar a China, justo al final de la Revolución Cultural?
Cuando hice mi primer viaje a China, en 1976, tenía apenas 24 años y estaba recién graduado de la Universidad como profesor de literatura y lengua castellana. Mi primera estadía en China fue de dos años, del 76 al 78, y fue por razones laborales: fui contratado por el Instituto Número dos de Lenguas Extranjeras de Pekín como profesor de español.
Efectivamente, me tocó vivir el convulso período del fin de la Revolución Cultural y ser testigo de la lucha que se dio por el poder, entre la izquierda maoísta ortodoxa, ya muerto Mao Zedong, y los impulsores de las reformas económicas liberales, que al final terminarían imponiéndose, con Deng Xiaoping a la cabeza, luego del período de transición vivido con Hua Guofeng.
¿Hubo un choque cultural o mejor, un encuentro de culturas?
El inevitable choque se produjo sobre todo en los primeros días y semanas, aunque ayudó el hecho de haber vivido ese período en el famoso Hotel de la Amistad, antiguo hotel construido en el tiempo de la buenas relaciones sino-soviéticas, y donde se concentraba a todos quienes trabajábamos en China, tanto en la enseñanza como en los diversos medios de comunicación.
En ese período la comunicación con la población china era casi prohibida, y a lo mejor habría que quitarle el “casi”. Así, las relaciones se desarrollaban sobre todo entre los extranjeros, en un mundo de amores, desamores. Se llegaban incluso a crear conflictos ideológicos, tan profundos que lograban crear enemistades entre los extranjeros, producidos por las distintas percepciones frente a los acontecimientos políticos de la época.
En ese momento lo político era central, y lo cultural pasaba a un segundo plano, era la época que estábamos viviendo.
¿Años más tarde, cuando regresó como profesor en la Universidad de Estudios Internacionales de Pekín, encontró verdadero interés por parte de los estudiantes chinos por aprender sobre América Latina?
No sé si decir que los estudiantes chinos tenían un interés genuino por aprender una lengua extranjera. Me parece que para muchos de ellos era un medio para cambiar de ambiente (muchos eran hijos de campesinos y obreros cuyas familias tenían una vida difícil). Aprender una lengua extranjera les abriría nuevas posibilidades de un trabajo mejor remunerado y reconocido socialmente.
La mayoría de ellos eran sumamente disciplinados y hacían sus mejores esfuerzos por salir adelante. ¿Escogían libremente la lengua que querían aprender? Siempre me pareció que no, pero igual hacían sus mejores esfuerzos, ya fuera inglés, alemán, español, portugués, árabe, japonés, swahili y otras lenguas que se enseñaban en el Instituto. Era una completa torre de Babel, aunque bien organizada.
¿Existe interés de los estudiantes chinos por aprender las lenguas de Occidente y, específicamente el español?
La ventaja de China es que desde hace muchos años -incluso desde mucho antes del inicio de las reformas-, se había abierto hacia Occidente. Por necesidad y por estrategia política, buscó consolidar relaciones con muchos países de todos los continentes.
No me equivoco si afirmo que China debe ser el país donde más se estudian lenguas. Con esto quiero decir que China está superpreparada, desde hace muchos años, para los retos de la globalización. Los chinos no sólo conocen mucho y se preparan arduamente -con personal altamente calificado- para sus relaciones con los grandes países occidentales, sino también conocen sobre los países latinoamericanos, asiáticos y africanos.
China no es como los Estados Unidos, que espera que el mundo entero hable inglés. China prepara a sus estudiantes para que hablen en la lengua de los diversos países con los que se relacionan. Y el mundo también ha comprendido que hoy en día también es importante hablar mandarín. Esa lengua dejó de ser algo exótico.
En Costa Rica, por ejemplo, hay cientos de jóvenes, si no miles, que están aprendiendo mandarín. Me parece que la necesidad del conocimiento mutuo va en ambas direcciones. No es casual que el español sea actualmente una de las lenguas que más se estudia en China, y esto no es por España, sino esencialmente por América Latina.
¿Cómo vislumbra el futuro de las relaciones entre China y América Latina, no sólo a nivel comercial sino frente al arte, la literatura y la filosofía?
En el campo cultural ese intercambio y esa relación quizás no sean tan visibles en estos momentos. Pero lo que ha venido sucediendo con la literatura china y los dos premios Nobel que ya han recibido escritores suyos, sobre todo el más reciente otorgado a Mo Yan, nos indica la apertura china a los contactos y a las influencias extranjeras. Ni se diga con el cine, cuya presencia es constante en nuestros cinemas, con directores que ya la gente cita de memoria.
Quizá, hasta ahora, ha sido más de China hacia América Latina, por su gran fuerza cultural y por el gran número de personas de origen chino que están en nuestros países, pero no tengo la menor duda de que crecerá enormemente. De hecho, varios escritores latinoamericanos han sido traducidos sistemáticamente al chino, como es el caso de García Márquez, Borges, José Emilio Pacheco, Rulfo y otros más.
Un campo que se está abriendo paso es la medicina china. Varias universidades latinoamericanas han expresado su interés de abrir escuelas que la enseñen, en cooperación con universidades chinas. De hecho, muchas de nuestras universidades están firmando convenios de cooperación con universidades chinas, lo cual augura mejores y mayores campos de cooperación en el ámbito académico y cultural. Todo esto, sumado al papel que ya han comenzado a jugar los institutos Confucio.
¿Qué resalta de su reciente libro Impresiones chinas?
Se trata de un libro en el que ofrezco crónicas muy personales –de ahí el nombre de impresiones-. Es mi visión sobre aspectos de la vida política y social de China, especialmente en cuanto a sus costumbres. Son una recopilación de experiencias culturales, vistas por supuesto, desde los ojos de un occidental, pero evitando la mirada exótica con que a veces se analizan las sociedades no occidentales y en particular, la china.
Mis textos ofrecen una mirada sobre aspectos cotidianos de la cultura china que podrían pasar desapercibidos para muchos, pero que a mí me parecen claves para entender mejor a esta sociedad insoslayable.
Recreo mi propia experiencia a través los dos períodos que viví en China, pero pongo énfasis en el presente, donde se pueden percibir los cambios de los últimos años pero en donde siguen permaneciendo aspectos fundamentales de esta cultura.
Sobre esos aspectos es que he posado mi mirada, interpretándolos y comprendiéndolos, con una mirada amable, y al mismo tiempo sorprendida.
¿Cuál es el principal estereotipo que se tiene de China en Costa Rica y que posiblemente podría estar también presente en el inconsciente de otros países latinoamericanos?
Los dos principales estereotipos que se tienen son que China es una inmensa fábrica de chucherías con las que inunda el mundo, y que China es una sociedad culpable de mucha de la contaminación que hoy vive el mundo. No es que haya algo de eso, sino que China es mucho más que eso.
Creo que China está haciendo ingentes esfuerzos en el campo ambiental, sobre todo en la producción de energías alternativas, y en el campo de la alta tecnología. El siglo XXI verá a una China en la punta. Ambos campos aún están en pleno desarrollo, pero los estereotipos siguen ahí, vigentes. Y eso no le ayuda a China.
Actualmente usted es decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Una pregunta que ha sido motivo de debate en la comunidad filosófica es si existe una filosofía china. ¿Cree que el concepto de filosofía debe remitir directamente a la etimología griega?
El concepto de filosofía occidental no se aplica, estrictamente hablando, a como la tradición china la ha entendido. La “filosofía” china es ante todo una ética, una manera de dictar reglas sabias para conducirse en la vida. Eso ha sido, por ejemplo, el confucianismo. Los chinos no se han preocupado por las elucubraciones abstractas típicas de la tradición filosófica occidental (el ser, el no ser, la nada). Hay, incluso ahí, un sentido pragmático.
Su pensamiento, más que una filosofía, es un conjunto de reglas para conducirse en la vida, para conducir el gobierno, etc.
¿Cree que el reciente premio Nobel de literatura Mo Yan ayudará a difundir las las letras chinas en el mundo?
Sin duda, y en esta ocasión sí se va a dar una mayor propagación de las letras chinas, cosa que no sucedió con el premio Nobel otorgado a Gao Xinjian en el 2000.
Hoy hay un interés inusitado por todo lo que China representa, y las letras no son la excepción. Ya prácticamente toda la obra de Mo Yan está traducida al español, y sin duda otros escritores chinos se verán beneficiados con una mayor difusión de su literatura.
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