Es el presidente de la República Popular China desde 2003, siendo además secretario general del Partido Comunista y presidente de la Comisión Militar Central (jefe del ejército), lo que lo convierte en el hombre más poderoso del país. Ingeniero ambiental de profesión, labró su carrera política como funcionario en la región de Gansu y luego secretario del Partido en Guizhou y Tíbet. Es conocido por su seriedad y su rigidez; difícilmente sonríe ante las cámaras.
Durante la Cumbre del G20, realizada en Los Cabos, un fotógrafo captó al presidente chino recoger un objeto del suelo que se le había pegado en su zapato. Se trataba de una banderita china que, junto a las de los demás países participantes, adornaban el salón de actos e indicaban el puesto que cada presidente debía tomar para la fotografía oficial. Hu Jintao la recogió y la metió en su bolsillo para evitar que algún mandatario la pisara. Toda una señal, captada por los medios de todo el mundo, de la importancia que se le concede en China a un símbolo.
Nació en 1942 en la provincia de Jiangsu. Tras recibirse de ingeniero hidráulico, el Ministerio de esa especialidad lo envía a trabajar en las represas del río Amarillo, en la atrasada provincia de Gansu. Lo que en principio parecía un destino que lo condenaba al exilio interno, en realidad resultó una ayuda. Allí contrae matrimonio con su actual esposa, Liu Yongqing, y también le permite permanecer alejado de los centros de poder político en momentos en que la Revolución Cultural hacía estragos entre los intelectuales y cuadros del partido.
Asciende dentro del su especialidad hasta llegar a ser vicejefe de la Comisión de Construcción de Gansu, desde donde da el salto a la arena política en 1981, cuando es enviado a estudiar durante un año a la Escuela Central del Partido, en Beijing, lo que lo devuelve al centro de poder político justo cuando las políticas de Deng Xiaoping recién están comenzando. Por un increíble giro del destino, comparte las clases con Hu Deping, quien le presentará a su padre Hu Yaobang. Este será nombrado secretario general al año siguiente y tomará a Hu Jintao como protegido, ayudándolo a ser nombrado secretario general de Liga de la Juventud Comunista (LJC) de Gansu, en los hechos, entrando en el debate político a nivel nacional. En 1984 es nombrado primer secretario de LJC a nivel nacional, una posición ministerial con solo 42 años, la persona más joven en ese puesto desde la muerte de Mao Zedong.
Tras pasar por la provincia de Guizhou, donde gana una experiencia clave en administración pública, pasa varios años en el Tibet. Aquí, mostrará su rostro más firme, tratando con mano de hierro todas las protestas y manifestaciones que se vivían por la discriminación de la que son objeto los tibetanos. Su desempeño en esta región compleja y crítica le abrirá nuevamente las puertas de la capital, adonde volverá en a principios de los noventa y no abandonará más.
El vertiginoso, y a veces laberíntico, ascenso de Hu no se debe solo a sus conexiones políticas, sino también a su prodigioso intelecto. Tiene una un memoria fotográfica y una inteligencia sobresaliente, logró entrar en la prestigiosa Universidad de Tsinghua, el MIT chino, debido a sus excelentes calificaciones, e incluso ha impresionado a visitantes extranjeros al ser capaz de dar largos discursos o citar complicados datos sin tener notas o ayuda memoria.
Bajo el mando de Hu Jintao y su primer ministro, Wen Jiabao, China se prepara para cerrar la “década dorada” en la que pasó de ser la sexta economía mundial a la segunda. En los diez años que van del 2003 al 2012, cuadruplicó su producto interno bruto y quintuplicó sus exportaciones. Se consolidó como potencia al esquivar la crisis financiera global de 2008, ayudando a reactivar las economías de sus principales socios, y reforzó su imagen internacional con eventos como los Juegos Olímpicos y la Expo de Shanghai.
Tanto Hu como el premier Wen son partidarios de una apertura política gradual, que no apunta precisamente a la instauración de una democracia popular sino a una ampliación en la base de toma de decisiones dentro del gobierno. Es decir, dejar de concentrar el poder en nueve personas. Hu fue claro en identificar a la corrupción como uno de los males endémicos que afectan a China. “Si fracasamos en el manejo de este problema, podría resultar fatal para el Partido, e incluso, ocasionar su colapso y el derrumbe del Estado”, expresó.
Sus palabras cobran un significado especial meses después del escándalo de Bo Xilai, que reveló la tenue frontera entre la política y los negocios en China y que da pie a un flujo elevado de casos de corrupción, clientelismo o abuso de poder. Bo, ex miembro del Politburó y candidato firme para el nuevo Comité Permanente, fue expulsado del Partido y se ha convertido en el chivo expiatorio de los males políticos.
Ante las crecientes señales de que el crecimiento económico disminuirá durante las próximas dos décadas si China no replantea el control del gobierno sobre la economía, ni corrige la creciente desigualdad social, el proyecto reformista, aunque tibio para las exigencias de una sociedad de 1.300 millones de personas, cobra gran relevancia. "Para que el desarrollo sea más equilibrado y sostenible, debemos duplicar el PIB y el ingreso per cápita de 2010, tanto en zonas urbanas como rurales”, dijo Hu.
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