Shangri-La, una de las cadenas de hoteles de lujo más prestigiosas de Asia, acaba de asestar un duro golpe a una de las tradiciones gastronómicas más cuestionadas en el mundo. Ninguno de sus 72 hoteles volverá a servir la sopa de aleta de tiburón, un costoso plato consumido sobre todo en China y Hong Kong que ha diezmado las poblaciones del pez en los océanos de todo el mundo. Detrás de la demanda del plato, considerado un afrodisiaco y servido en ocasiones especiales como matrimonios, hay un negocio que mueve alrededor de 900 mil toneladas métricas anuales, equivalente a unos 70 millones de tiburones. Pero poco a poco se van cerrando los canales de distribución para el prestigioso plato, que en Hong Kong puede costar hasta US $400 la libra, a medida que las generaciones más jóvenes van adquiriendo conciencia sobre los efectos medioambientales de su pesca.
Las actitudes están cambiando muy rápidamente. En la medida en que los consumidores se familiarizan con los efectos del consumo de aleta de tiburón, están pidiendo opciones más sostenibles. Están diciendo que está bien no servir sopa de aleta en sus matrimonios”, señaló a China Files Claire Garner, presidenta de la Hong Kong Shark Foundation, una ONG que educa a los habitantes de la ex colonia británica sobre el tema.
Hace dos meses Peninsula, otra lujosa cadena hotelera de Hong Kong, se convirtió en la primera en eliminar del todo el tiburón de su menú. Otras están encontrando estrategias creativas para reducir su consumo. El Mandarin Oriental regala una noche de alojamiento a sus clientes recién casados que no pidan sopa de aleta, mientras que el Marco Polo les garantiza un descuento en sus banquetes.
Más matrimonios, menos aletas
Detrás de los cambios está la percepción cambiante de las nuevas generaciones, que anteponen la preocupación por los efectos indiscriminados de su pesca a la tradición cultural. “Los comentarios de nuestros huéspedes en años recientes nos han indicado que los jóvenes prefieren mantenerse alejados de la sopa. Nosotros entendemos que volver la cadena de producción más ‘verde’ es uno de nuestros principales desafíos”, señaló a China Files Maria Kuhn, portavoz de la cadena Shangri-La.
Una encuesta realizada en 2011 por la Universidad de Hong Kong y Bloom Association, otra ONG medioambiental, demostró que ocho de cada diez encuestados no había consumido la sopa durante el último año. Entre quienes la habían comido, el 89% lo había hecho en un banquete de matrimonio, ilustrando la importancia del hecho que dos de las más elegantes localidades para estos eventos decidiesen eliminarlos.
La mitad respondió que el problema ambiental pesaba en su decisión y casi el 90% reconoció que es consciente de la disminución de las poblaciones del pez, un hecho que ratifica el éxito de las masivas campañas educativas apoyadas por celebridades como el jugador de baloncesto Yao Ming y la cantante Miriam Yeung.
A pesar de los avances, la mayoría de hoteles de Hong Kong todavía sirve la sopa de aleta si sus huéspedes lo piden. Una investigación de la Hong Kong Shark Foundation encontró que el 90% de los hoteles de lujo de la ex colonia británica aún ofrecen tiburón, así como otras diez especies de peces amenazados como el rape, el pez espada y el atún de aleta azul. Sorpresivamente entre los peor valorados por su oferta gastronómica figuran hoteles de cadenas internacionales como Hyatt, InterContinental, Holiday Inn y Le Meridien.
Todo por una aleta
El mayor problema es que los tiburones son pescados sólo por su aleta dorsal. Esa práctica, conocida como el aleteo, consiste en cortar la aleta del pez y tirarlo moribundo al mar, ya que su carne es poco comercial y no tiene gran valor económico. Las consecuencias para la tercera parte de las especies de tiburón han sido devastadoras.
Los tiburones son particularmente vulnerables, más que cualquier pez. Son más longevos, tienen una madurez tardía y tienen poca cría, por lo que las poblaciones se recuperan muy lentamente”, explica el ambientalista Maximiliano Bello, coordinador para América Latina del Pew Environment Group, una ONG que ha impulsado la creación de santuarios marinos para salvaguardarlos. “Sus poblaciones no alcanzan a recuperarse como la corvina o la sardina y hay especies que se pueden demorar hasta cien años en conseguirlo”, añade Bello. Algunas, como las del tiburón martillo y el jaquetón de ley, han caído en más de un 90% en años recientes.
Hong Kong, en particular, es el centro del comercio de aletas de tiburón, pues no están sujetas a ningún arancel de importación. Aunque no hay estadísticas confiables sobre su pesca, se sabe que la mayor parte de los envíos proviene de Indonesia, Taiwán e India. Argentina y México figurarían en el quinto y el sexto lugar, según Maximiliano Bello. En octubre pasado, Colombia denunció una gran masacre de hasta 2.000 tiburones de las especies martillo, galapagos y ballena en el santuario de Malpelo. Se denunció que varios de los barcos pesqueros tendrían bandera costarricense y se aprehendió otro barco ecuatoriano con 300 kilos de pesca ilegal, incluyendo aletas de tiburón. La mayoría de la pesca en América Latina termina en platos en los países asiáticos. Para completar, muchos países ni siquiera distinguen la carne de tiburón de otros pescados en sus estadísticas comerciales.
Pero a medida que la percepción cambia, la demanda está cayendo. Y esa es en últimas lo que permitirá acabar con el mercado que sustenta el aleteo y la pesca indiscriminada de tiburones. “Los clientes se muestran cada vez más reacios a que los hoteles y restaurantes apoyen esta práctica. El hecho de que el Congreso chino hubiera propuesto un proyecto de ley condenándola, así no hubiera sido aprobada, evidencia que hay una mayor sensibilidad que antes”, concluye Bello.
Artículo publicado en Portafolio (Colombia)
[Fotos cortesía del Pew Environment Group / Shawn Heinrichs]