Hai Zi, el poeta de los estudiantes en 1989

In by Simone

Abogado, poeta, soñador. Desconocido en vida, pero convertido en ícono popular de la contra-cultura. Tras su muerte, este misterioso hombre encontró su espacio en la crítica e inconformista generación de los ’90. Nacido en el campo, crítico de la modernidad, lector de Nietzsche y Kant, aficionado de las legendarias tradiciones tibetanas, Hai Zi fue un visionario y un idealista adelantado a su época.
La mañana del 26 de marzo de 1989 Zha Haisheng, un desconocido profesor de la Universidad de Ciencia Política y Leyes de China, se preparaba para escribir la última metáfora de su mayor afición: la poesía. Paradójicamente, este réquiem se convertiría en el prólogo de una historia inconclusa, que motivó a miles de jóvenes e intelectuales a levantar el monumento de la libertad, la rebeldía y la “quinta modernización” (la democracia).

Hai Zi, como firmaba en sus poemas, bebió su taza de té, leyó algunos sutras y realizó sus ejercicios de qigong. Solía devorarse los libros de cultura tibetana con tanto ímpetu como los de filosofía y literatura occidental. Sus poemas, que en vida nunca gozaron de demasiada popularidad, respiraban libertad, más allá de las ataduras de la censura política en los difíciles días de la transición. Hai Zi lograba superar la inexpugnable cárcel del tiempo, así como el nirvana logra sublimarse de toda realidad. Por eso se ganó el epíteto de poeta anacrónico.

La propia vida de Hai Zi fue una vida sin cadenas. Nació en el campo, en una pequeña villa de Anhui. A los 15 años de edad fue aceptado en la prestigiosa escuela de Leyes de la Universidad de Beijing como el estudiante más joven en su historia. Comenzó a escribir poesía, inédita, desconocida y sin espacios de publicación, encapsuladas para florecer tras su muerte.

Una vez graduado, nunca ejerció su profesión. Terminó enseñando filosofía, estética y cibernética en el distrito de Chanping en Beijing. Superó los ataderos de su origen, de su realidad y de su destino, pero nunca olvidó la semilla de la cual floreció, haciendo guiños permanentes y trascendentes en sus versos al campo y la naturaleza y abordando temas como la soledad, la muerte y el amor.

Hai Zi era un crítico de la modernidad, y esto es muy claro en su poema “Mirando al mar, con flores de primavera”:

Desde mañana, sé un hombre feliz
cría caballos, corta leña, mira el mundo.
Desde mañana, preocúpate de las frutas y los vegetales
yo tendré una casa, mirando al mar, con flores de primavera.

Desde mañana, escribe a toda mi familia,
diles de mi felicidad.
Esta chispa de alegría, su mensaje.
Quiero que todos lo sepan

Dale a cada río, cada montaña, un cálido nombre.

Tú también, extraño, te deseo lo mejor.
Te deseo un futuro brillante.
Te deseo un amor eterno.
Te deseo la felicidad en este mundo.

Yo, solo quiero mirar el mar, y tener flores de primavera.

El sinólogo Pertti Seppälä, quien ha estudiado los poemas de Hai Zi por más de 20 años, señala que su poesía es simplista y original: “el lenguaje es muy simple, sin trucos. La mayoría de los poemas son baladas de expresión muy simple y plana. Su expresión poética es muy natural, muy placentera para leer”. Esto fue precisamente lo que permitió que sus palabras se abrieran camino entre los manifestantes de la plaza de Tian’anmen y se proyectaran con fuerza en la generación del ’90.

La mañana del 26 de marzo de 1989, a solo días de su vigésimo quinto cumpleaños, Hai Zi se dirigió a su biblioteca. Cogió la Biblia, un libro de historias secretas de Joseph Conrad, “Walden” de Henry David Thoreau y “Kon-tiki” de Thor Heyerdahl. Las puso en su bolso y partió a Hebei. En la ciudad de Qinhuangdao se paró al borde de la línea del tren. Los minutos pasaban en esa caótica primavera. Miró al cielo abierto, escuchó la bocina del tren que aceleraba su paso, los chirriantes rieles, el suelo que temblaba, el viento que el bólido empujaba con su poderosa máquina. 

En una noche lluviosa un ladrón de vacas me roba
desde mi cuerpo humano.
Aún estoy profundamente dormido,
soy llevado más allá de mi cuerpo,
más allá de las maravillas.

Soy la primera vaca del mundo (la emperatriz de la muerte).
Siento que soy hermosa,
estoy aún profundamente dormido.

El último paso que dio Hai Zi frente a ese tren, fue la metáfora perfecta de una China en tiempos de cambios. Fue la sepultura del mundo campesino, de la contemplación, de la rebeldía de la libertad.

Si bien, el poeta nunca habló de política ni de los problemas sociales de China, el espíritu anacrónico y sublimado de sus versos, y su mística vida, se convirtieron rápidamente en un ícono para los jóvenes de Tian’anmen, y aquellos que hasta hoy viven los dolores y las alegrías de la modernidad.

El escritor empleaba el estilo clásico de la literatura china, que de forma muy sutil servía bien para criticar la realidad de China por esos días.

Tras su deceso, el grueso de su obra fue publicado en el continente, y el desconocido poeta se convirtió en un culto popular de idealismo, libertad y rebeldía. Incluso con un fervor casi religioso. Su devenir desencadenado, su sinceridad, simplismo y estilo trascendieron los rígidos cánones de la propaganda literaria oficial, y sirvieron de ejemplo para los nuevos hombres y mujeres, amarrados a la pobreza, al trabajo sin cesar y a la pérdida de las esperanzas. Hai Zi se convirtió en un líder póstumo de la contra-cultura, la voz poética de la nueva generación.

Hasta el día de hoy, Hai Zi goza de gran popularidad y espacio. Le creyeron loco cuando la verdad había llegado demasiado temprano a su época. Tiene el honor de ser el poeta más citado después de la generación del Movimiento de Nueva Cultura, con poderosas figuras como Lu Xun.

Hai Zi es un símbolo de los nuevos tiempos, de los problemas del desarrollo y la modernidad en China, de los desafíos a los que se enfrenta la sociedad de hoy. Esas son las semillas que él ayudó a sembrar en su corta existencia, y ahora que está descansando frente al mar, se dedica a contemplarlas, como las flores de primavera.

Pablo Ampuero es licenciado en Historia con mención en Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

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