Con la invención de las fronteras, el movimiento humano se convirtió en migración. Consecuentemente, se objetivó en un concepto y adquirió los significados por medio de los cuales interpretamos lo que entendemos por fenómenos migratorios. Debido a la acumulación de tantos significados –con intenciones tan diferentes–, hoy en día resulta difícil reconocer objetivamente sus características y consecuencias. Esto añade complejidad al hecho de que la migración es un factor constitutivo del pasado, el presente y el futuro del mundo en el que vivimos.
Como si no fuera suficiente, sus implicaciones se multiplican exponencialmente cuando se combinan con la demografía y la singularidad de los procesos que concrecen en la República Popular China. Ciertamente, un análisis de los fenómenos migratorios hacia, dentro y fuera de China, necesitaría una extensión e investigación mucho más amplias que las de esta publicación. Sin embargo, a manera de introducción, a continuación, se presentan algunas de las características más representativas y ejemplares de la actualidad migratoria del país.
En términos absolutos, China es una de las principales fuentes de migrantes del mundo. Esto se debe, como la mayoría de las implicaciones del país en el sistema internacional, a su peso demográfico. Sin embargo, al comparar el número de emigrantes chinos con el total de su población, la tasa de emigración resulta una de las más bajas del mundo. Esto demuestra que, ya sea por falta de voluntad o de oportunidades, emigrar no es una práctica común para el grueso de la población: China no es un país de expulsión de migrantes.
La mayoría de los chinos que deciden establecerse fuera del país se divide, a grandes rasgos, entre emigrantes con recursos económicos y notablemente capacitados, y emigrantes de escasos recursos sin especialización. La migración está notablemente polarizada. Sin embargo, este fenómeno no ocurre únicamente en China, sino que es propio de la semi-periferia y la periferia del sistema internacional. En la actualidad, se repite en la mayoría de los países de Asia, África y algunos de América Latina.
El número de emigrantes con recursos y notablemente capacitados ha aumentado exponencialmente, mientras el de los de escasos recursos y sin especialización se ha estancado desde el año 2000. Con esto, se infiere que las élites económicas y culturales son el grupo demográfico dentro del cual emigrar es más común. Cabe mencionar que, durante los últimos años, los emigrantes con recursos y educación superior que abandonan el país han dejado de aventurarse en la semi-periferia y periferia del sistema internacional, y han preferido concentrarse en el centro industrializado. Los principales países de destino de la emigración calificada china son occidentales y angloparlantes: Estados Unidos, Australia y Canadá.
La migración china hacia Estados Unidos ha cambiado radicalmente. A finales del siglo XIX, ante la necesidad de mano de obra barata para construir su red ferroviaria, Estados Unidos firmó un tratado con China para permitir la entrada de aproximadamente 100,000 trabajadores. Sin embargo, los trabajadores estadunidenses consideraron que esto reducía sus oportunidades laborales y, aunado a sentimientos xenófobos, comenzaron a hostigar y a violentar a los migrantes. Como consecuencia, el congreso aprobó una ley que suspendió a los chinos la posibilidad de emigrar al país o de adquirir la ciudadanía, la cual se mantuvo vigente hasta 1943.
El panorama actual es totalmente diferente. Durante los últimos años, aproximadamente treinta por ciento de todos los estudiantes internacionales que cursan programas de educación superior o de posgrado en Estados Unidos vienen de China. Mientras, en 2014, la República Popular obtuvo 85% del total de visas de inversionistas y fue el segundo mayor recipiente de visas patrocinadas por empleadores. Hace cien años, el estereotipo del migrante chino en Estados Unidos era el de un trabajador manual, sin educación ni derechos laborales, contra el cual los estratos más bajos de la sociedad estadounidense podían desquitar sus frustraciones impunemente. Ahora, los migrantes chinos son estudiantes que cursan programas en las mejores universidades del país, en ocasiones con más recursos y oportunidades que la mayoría de la población nativa.
Respecto a la dirección contraria, tanto el Imperio del Medio como la República Popular –durante sus primeros años– se caracterizaron por los límites estrictos impuestos a la inmigración de extranjeros. Por eso, el desarrollo y las consecuencias de esta última, consecuencia de las políticas de apertura y reforma, son un fenómeno fascinante. A partir de la década de los años noventa, el crecimiento económico y la demanda de profesionistas, los bajos costos de vida y la acogida de universidades, atrajeron a China a una cantidad notable de extranjeros. Entre 1985 y 2015, la cantidad de inmigrantes que se establecieron en la República Popular aumentó 35 veces. La recepción de extranjeros en territorio chino es un fenómeno tan relativamente novedoso, el primer censo para el conteo de inmigrantes se llevó a cabo a penas en 2010. Según los resultados, los principales países de origen fueron Corea del Sur, Estados Unidos, Birmania y Vietnam.
En un principio, China limitó el ingreso de trabajadores no calificados y fomentó la entrada de extranjeros mediana y altamente calificados para acompañar su desarrollo económico. Sin embargo, debido a los cambios recientes de su modelo, las oportunidades se empezaron a restringir a partir de 2012. Ese año, con la Ley de Administración de Llegadas y Partidas –el primer marco legal para la regulación de visas, residencia y derechos de los extranjeros que residen en el país–, se limitaron significativamente las posibilidades de ingreso y permanencia de inmigrantes. En la actualidad, por ejemplo, una visa de trabajo requiere, además de la aprobación de permisos y certificados oficiales, la expedición de un certificado de experto por parte del gobierno, con lo cual el costo del trámite completo puede ascender hasta a 15.000 RMB.
Aunado a las restricciones legales, el gobierno chino ha intensificado los mecanismos de cumplimiento de la ley migratoria en su territorio. Ahora, no sólo es obligatorio que los extranjeros registren su situación de alojamiento y migratoria en la estación de policía más cercana dentro de las primeras 24 horas de su ingreso al país, sino que, a partir del año pasado, el gobierno ha adoptado medidas para disminuir a la migración indocumentada. Por ejemplo, las multas asociadas con las violaciones a la legislación migratoria aumentaron casi el doble y se han llevado a cabo campañas para incentivar y, en algunos casos, remunerar la denuncia de extranjeros con un estado migratorio irregular.
Hará falta, entre muchos otros aspectos, hablar también de la migración dentro del país –principalmente, entre zonas rurales y urbanas–, así como los intentos del gobierno chino por controlar a la población más numerosa del planeta. Sin embargo, como se mencionó en el principio, el espacio de este artículo resulta insuficiente.
[Crédito foto: dare-think.com]
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