Una de las experiencias más culturalmente relevantes que se pueden tener en China es visitar -y usar- los baños públicos. Santiago Tobón comparte una divertida crónica sobre el uso de ellos en invierno, seguramente una experiencia que nunca olvidará.
“Es tofu. Estoy seguro de que es tofu”, pensé alguna vez que tuve que ir a hacer mis necesidades en una letrina pública de un hutong en Beijing. Mientras en Colombia, y me atrevería a decir que en toda Latinoamérica, existe el famoso ‘trono imperial’, en China hay letrinas: un hueco en el piso adornado por enchapados en cerámica, usualmente acompañados por tubos en todos los alrededores.
El molesto olor de los baños chinos es una mezcla entre tofu, especias chinas y otras cosas que sabrá Dios que serán. Sin embargo, para un occidental lo más complicado es el proceso en si. “Hacer del dos” es un arte que solo el tiempo puede perfeccionar, y cuyas técnicas varían dependiendo del peso del individuo, la estación del año, la pulcritud del baño y el público presente. Acuclillarse y no caerse y apuntar sin salpicar (sin cansarse en el intento) son parte del proceso natural para poder pasar un rato “agradable” en una letrina.
En pleno invierno del 2011, durante mi primera visita a China, el baño del hutong en donde me estaba hospedando se dañó. No estoy seguro si fue que se tapó o si se dañó algo en el sistema interno, pero por algún motivo no funcionaba. La solución fue usar el baño público ubicado a menos de diez metros de la casa.
Durante los casi cuatro días que duró el estancamiento en el baño de mi hospedaje me tocó hacer uso de las letrinas públicas, donde los visitantes son recibidos por un olor a almizcle, amoniaco, cebolla y ajo, acompañado por una humedad envuelta en los vaporosos residuos estancados en las fosas del baño.
Cuando mi nariz se logró acostumbrar un poco al ambiente, llegó la sorpresa para mis ojos: un chino acuclillado con un cigarrillo en la boca, diciendo “ni hao” y haciendo señas para que imitara su posición en la letrina que estaba justo en frente de la suya. A pesar del mal olor, normal en cualquier baño público, este baño era impecable.
Yo estaba anonadado con la confianza con la que los chinos compartían ese momento que usualmente suele ser de mucha intimidad y privacidad. Mientras unos adultos jugaban cartas en un pequeño mantel en el piso, otros compartían anécdotas de su día. Los niños y jóvenes jugaban con sus celulares y otros aparatos electrónicos. En las mañanas, los ancianos discutían y los adultos leían el periódico. En las noches, los compinches se citaban para tener un momento “a solas”.
Aquellos días de invierno hicieron más difícil el uso correcto de la letrina. En primer lugar (y esta es una teoría comprobada por todos los extranjeros), las tres capas de ropa complicaban la elasticidad del cuerpo y hacían que todo fuera más caótico. “Entre menos ropa, más fácil”, lo que hace que en verano incluso algunos cuelguen el short en la pared. El segundo motivo es el más evidente: el frío. Una cosa es sentir frío en los dedos, orejas o manos. Otra completamente distinta es que se congelen las tibias.
Es común que las idas a los baños públicos sean “agendadas”, pues en China no suele ser un momento de paz y soledad, como se creería, sino que es un momento para compartir con los amigos, discutir temas de actualidad, e incluso para revisar el email desde el celular. Es muy común ver a las mismas personas a la misma hora todos los días. Yo decidí que mi horario siempre era a las 8:00 p.m.
Aunque suene asqueroso y sea completamente retorcido para nuestra cultura occidental, esta es una práctica saludable para el cuerpo y el alma, en todo sentido. Además de compartir tiempo con los amigos y vecinos, se ha demostrado científicamente que ir al baño acuclillado es mejor para el aparato digestivo y el colón.
Estas situaciones hacen que comprendamos un poco más lo afortunados que somos los occidentales. Los baños son lugares íntimos, y no me imagino cómo sería un baño público en Colombia si tuviéramos alguna costumbre parecida a la china. Probablemente serían cuatro sanitarios en una mesa, y jugaríamos dominó mientras tomamos aguardiente y ron. O tal vez las amigas del grupo de lectura se reunirían a leer un libro y las ancianas a coser. ¿Qué se yo?
A pesar de que nos chocan y nos impactan, estas costumbres también nos hacen ver que China es un lugar completamente nuevo. La cultura milenaria es algo que arraiga al individuo a unas creencias y tradiciones únicas e invaluables que como extranjeros estamos obligados a respetar, compartir y asimilar. China siempre es un país que nos recuerda que no somos únicos, que en este mundo somos unos cuantos más, y que mi vida hace parte de un colectivo más grande que es la humanidad. Así es China: legendaria, mística y solo para valientes.
[Crédito foto: LaRazón] También puedes leer: