La semana pasada en Taiwán fue pródiga en acontecimientos extraordinarios en el ámbito de la política. Nada menos que el líder de la oposición y el presidente de la nación se disculparon públicamente por el mismo error. Este no es un gesto habitual en la clase política, que normalmente prefiere pasar de puntillas por sus errores, y aquí paz y después gloria. Personalmente no soy muy partidario de que un político, y menos el presidente de una nación, pida perdón públicamente sin que a continuación dimita o se haga el harakiri. Es lo que tiene haber leído a Maquiavelo, que cualquier político de hoy en día parece un mindundi comparado con Lorenzo el Magnífico o Fernando el Católico.
Tan insólita situación se ha producido después de que se supiera que el parlamento aprobó la Ley de Transparencia de Fondos Públicos con un error grave en su texto. Uno de los objetivos de la misma era mantener controlado y escrutado hasta el último taibí (dólar de Taiwán) de las subvenciones que el gobierno concede a investigadores y profesores universitarios para sus proyectos. El texto de la ley omite la palabra “profesores”. Algunos legisladores se disculparon diciendo que trabajaban a contrarreloj pues pretendían aprobar la ley antes de que terminase el primer periodo de sesiones de este año y que pudieran irse a la playa con la conciencia de haberse ganado sus largas vacaciones estivales.
Pero ya se sabe que las prisas son malas consejeras y el legislador que redactaba la ley lo confió todo al corrector del iPad (es un decir) y se le fue el santo al cielo con la palabra “profesores”. Un fallo clamoroso y vergonzante que ha hecho al presidente y al líder de la oposición humillarse ante el público como humilla el toro antes de la suerte final. Dios me libre de criticar al redactor de la ley. No soy yo quién para enmendar la plana a nadie en este sentido, pues en los cientos de artículos que he escrito en esta corta vida me he saltado palabras, puntos, comas y tildes como el que más. Son gajes del oficio, buen hombre.
Aunque claro, visto desde la perspectiva de los profesores esto no deja de ser un golpe de suerte, pues por lo menos durante unos meses más nadie podrá toser al catedrático de física aplicada por utilizar fondos del estado en correrse una juerga con putas (o putos, no faltaba más) en vez de en investigar un nuevo acelerador de positrones. Desde luego, mis descuidos lingüísticos no tienen consecuencias tan graves como los de un parlamentario y quiera Dios que siga siendo así, visto lo visto.
En cualquier caso, ambos partidos han hecho ya acto de contrición y propósito de enmienda, y aseguran ante Amituofo, Confucio y el Copón de Bullas que en el próximo periodo de sesiones tras el verano lo primero que harán será subsanar este lamentable error. Aunque nunca se sabe con los políticos, es posible que tras unos cuantos gin-tonics en las playas de Kenting durante este verano les haga olvidarse maliciosamente de sus obligaciones. Si es que errare humanum est, sed perseverare diabolicum.
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