En los límites del imperio: HOMO NUCLEARIS

In by Andrea Pira

El sábado día 9 se produjo en Taipei la esperada macro-manifestación para exigir al gobierno la paralización de la construcción de la Central Nuclear Nº4 ubicada en Gongliao, Nueva Taipei. A la marcha, en la que se dieron cita unas 200.000 personas, acudieron los principales líderes del Partido Democrático Progresista, grupos civiles anti-nucleares y algunos personajes famosos, todos unidos bajo un lema cuando menos desafortunado: “soy humano, estoy contra la energía nuclear 我是人,我反核”.


La manifestación, anunciada hará aproximadamente tres semanas, vino precedida de un intenso debate político en los medios de comunicación que acabó con la propuesta de referéndum por parte del primer ministro Jiang Yi-hua. Las críticas contra el sistema de consultas que rige en la ley taiwanesa se dejaron sentir también durante la marcha, a pesar de algunas propuestas positivas por parte del alcalde de Nueva Taipei, Eric Chu, ciudad donde están ubicadas dos de las tres centrales nucleares de la isla que actualmente funcionan a pleno rendimiento.

El alcalde Chu hizo hincapié el martes día 5, en que lo importante no era rebajar el umbral de voto necesario para la validez del referéndum sino el ofrecer alternativas al elevado porcentaje de voto ausente. La dualidad de hecho que se produce en el sistema administrativo civil provoca que una gran cantidad de taiwaneses resida lejos del lugar en el que está registrada oficialmente su residencia y por lo tanto su distrito electoral. Muchos ciudadanos se abstienen de votar al tener que desplazarse hasta su lugar oficial de residencia para poder ejercer el derecho al voto, y claro está, la mayoría decide que no vale la pena gastar tiempo y dinero para participar en la “fiesta de la democracia”. Gobierno y oposición se mostraron favorables a esta propuesta y veremos si en las próximas semanas el ministerio del Interior lleva a cabo alguna reforma en este sentido.

No obstante, ningún debate, ninguna declaración por parte del gobierno, ni siquiera la derrota frente a Japón en el Clásico Mundial de Béisbol que se disputa estos días, impidió a los más fervientes detractores de la energía nuclear salir a la calle el sábado para pedir la paralización de la Central de Gongliao, el desmantelamiento del almacén de residuos nucleares de Lanyu y el cierre de las otras tres plantas del país. El clima, tan benigno en estos primeros días de marzo, sin duda animó a mucha gente a salir y ejercer su deber de ciudadano crítico, concienciado, etc. aunque con el billete de lotería en el bolsillo y un ojo puesto en el reloj porque a las 6 de la tarde comenzaba el partido de béisbol contra Cuba.

La manifestación en sí hubiera carecido de interés o sorpresa si no hubiera sido por un eslogan que sólo pudo ser ideado por un perfecto cretino y que sorprendentemente no obtuvo respuesta por parte del gobierno ni del partido que lo soporta. Y es que los grupos anti-nucleares y el partido de la oposición han convertido a media ciudadanía de Taiwán (pongamos por caso) en homo nuclearis, que es una nueva especie linneana. La respuesta al eslogan “soy humano, estoy contra la energía nuclear” es obvia: Y si no estoy contra la energía nuclear ¿no soy humano? Pero esta especie de silogismo rancio no le debió parecer mal a los líderes de la protesta, incluyendo a la ex-candidata a la presidencia por el PDP, Tsai Ing-wen, que lo hizo explícito en su perfil de Facebook, al igual que muchos otros internautas.

Terminada la manifestación, el presidente Ma Ying-jeou (o los que manejan sus asuntos en internet) también hizo una declaración en Facebook, diciendo que el gobierno había tomado buena nota de la manifestación y de las reivindicaciones expresadas, y pedía que en lo que quedaba de tiempo hasta el referéndum se pudiese llevar a cabo un debate racional sobre este asunto. Ma Ying-jeou volvió a reiterar la posición del gobierno que consiste en la aplicación de los más altos estándares de seguridad que existen y proponiéndose el abandono de la energía nuclear a largo plazo. Los miles de comentarios a esta declaración iban desde la adhesión sin fisuras, los matices a favor y en contra, y por supuesto el insulto impune, tan propio de este gallinero de la red social.

El presidente, cuya sonrisa a veces recuerda a la del gato de Cheshire, no hizo mención del eslogan opositor que lo reducía a la condición de homo nuclearis, como mínimo. Quizás para el lector no familiarizado con la lengua china esto le pueda parecer un futesa, una de las muchas cosas que se dicen en el fragor de la sucia lucha política, pero lo cierto es que en la cultura china el peor insulto posible es el de negar la condición de ser humano 你不是人. De ahí mi sorpresa ante las nulas o tibias críticas.

Desafortunadamente para todos, el ruido que se produce impedirá conocer las verdaderas condiciones de las centrales nucleares de Taiwán e incluso en el caso de que no hubiera ruido sería más bien difícil que los ciudadanos pudieran presumir de ser personas informadas y críticas, pues no todos son ingenieros nucleares y como mucho habrán oído hablar de Oppenheimer por la Wikipedia.

Pero no es para ponerse triste. La democracia funciona así, y permítanme que termine con una cita del Protágoras. Dice Platón por boca de Sócrates:

“En efecto, yo opino, al igual que todos los demás helenos, que los atenienses son sabios. Y observo, cuando nos reunimos en asamblea, que si la ciudad necesita realizar una construcción, llaman a los arquitectos para que aconsejen sobre la construcción a realizar. Si de construcciones navales se trata, llaman a los armadores. Y así en todo aquello que piensan es enseñable y aprendible. Y si alguien, a quien no se considera profesional, se pone a dar consejos, por hermoso, por rico y por noble que sea, no se le hace por ello más caso, sino que, por el contrario, se burlan de él y le abuchean, hasta que, o bien el tal consejero se larga él mismo, obligado por los gritos, o bien los guardianes, por orden de los presidentes le echan fuera o le apartan de la tribuna. Así es como acostumbran a actuar en los asuntos que consideran dependientes de las artes. Pero si hay que deliberar sobre la administración de la ciudad, se escucha por igual el consejo de todo aquél que toma la palabra, ya sea carpintero, herrero o zapatero, comerciante o patrón de barco, rico o pobre, noble o vulgar; y nadie le reprocha, como en el caso anterior, que se ponga a dar consejos sin conocimientos y sin haber tenido maestro.”

Iker Izquierdo Fernández es un periodista español basado en Taipei. Acá  puedes leer la presentación a su blog "En los límites del imperio".

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