El sonido perdido de la cumbia colombiana

In by Simone

En China se puede conocer todo tipo de personajes. Después de un concierto suyo en Beijing, China Files entrevistó al dj, músico y melómano británico Will Holland. A raíz de esa conversación y ese encuentro pequinés escribimos este reportaje, sobre cumbia y porro colombiano, que publicó la Revista Arcadia.

Desde hace cuatro años Will Holland -alias Quantic- se ha dedicado a comprar viejos acetatos por toda Colombia. Se ha perdido en mototaxis buscando álbumes que no existían o visitando supuestos tesoros que al final cabían en una caja de zapatos. Se ha sumergido en los mercados de las pulgas de Cali y Bogotá, en las viejas cantinas de la depresión momposina y entre las legendarias colecciones de vinilos de Valledupar. El resultado de esta obsesión es The Original Sound of Cumbia, una antología de 55 canciones que rastrean el nacimiento y la evolución de la cumbia y el porro -“tal y como fue contada por el gramófono”- en los años cuarenta y cincuenta, desde las primeras grabaciones de Toño Fernández y Pedro Beltrán hasta el sonido más experimental de Andrés Landero.


En la América entera mi cumbia es un portento,
porque ella no tiene fronteras, ella es libre como los vientos.
“Cumbia Colombia” (Chico Cervantes)

If that was no toe tapper or no body shaker,
boy you need to see the undertaker!
Joe Strummer de The Clash sobre Andrés Landero

Durante años este músico, productor musical y dj británico se dedicó a buscar los derechos de las canciones y a editar el disco doble recién lanzado por Soundway Records en Gran Bretaña, que The Guardian describió como una “magnífica cumbiapedia” y The Telegraph como “historia puesta no en el museo sino en la mitad de la pista de baile”.

Will Holland se instaló en Colombia en 2007, fascinado por los ritmos nacidos cerca de la cuenca del Magdalena, tan rico musicalmente -según él- como el delta del Mississippi para el jazz y el soul en Estados Unidos, y buscando los orígenes de dos géneros que serían popularizados por las orquestas de Lucho Bermúdez y Pacho Galán.

Pero esta es una música más vieja aún. Son las cumbias y los porros de artistas olvidados -y con frecuencia fallecidos hace décadas- como Ruffo Garrido, Celia Estremor o Rafael Yepes Crespo con sus Negros de la Región. Sólo uno, Aníbal Velásquez, medio siglo después sigue tocando.

Arqueología musical en 78 pulgadas

El proyecto de Holland nació cuando se topó con los discos de 78 revoluciones por minuto producidos por disqueras como Fuentes, Victoria, Eva y Zeida. “Me di cuenta de que musicalmente eran más interesantes que muchos LP que tenía. Como formato eran difíciles de manejar, por su peso y su fragilidad, pero buena parte de la música era rítmicamente increíble. Son como una máquina del tiempo”, contó Will Holland a China Files después de un concierto en Beijing, en el que mezcló gaitas, tamboras y sonidos electrónicos.

“Algunos álbumes de pequeños sellos discográficos de Valledupar y Bucaramanga tenían tiradas de apenas 200 copias. ¿Cuántos de esos discos quedan hoy, sesenta años después? Sentí una necesidad de conservarlos y compartirlos”, añade el músico de Worcestershire, casado con una caleña y recién mudado a Bogotá. “En un mundo perfecto Colombia tendría una biblioteca de audio como la del Smithsonian o el British Library Sound Archive, pero no existe”.

Aunque los nombres pueden no ser fácilmente reconocibles, la edición de Will Holland y Soundway reconstruye los pasos de estos artistas y les reconoce el lugar en la historia que siempre se han merecido. Aniceto Molina y Lucho Campillo fueron los primeros en llevar el sonido de la cumbia a México y Estados Unidos. Luis Enrique Martínez y Alberto Pacheco fueron dos tempranos “reyes del vallenato”. Pedro Beltrán, de Cumbia Soledeña, sería el primero en hacer covers de Fela Kuti y Rod Stewart en el Carnaval de Barranquilla.

Los Hermanitos Ferreyra serían los primeros colombianos en tocar en el show de Ed Sullivan que catapultó a los Beatles, bajo el nombre -más cómodo para el público gringo- de los “Ferrari Brothers”. Toño Fernández se convertiría años más tarde en el fundador de los Gaiteros de San Jacinto. O el favorito de Will, Andrés Landero. “Es el músico más blusero que ha tenido Colombia, uno de sus artistas más influyentes pero menos valorados. La mayoría de la gente asocia el acordeón con el vallenato, pero él lo llevó a una dimensión más afrocéntrica. No hay nadie como él”, dice del acordeonista de San Jacinto que también cautivó a Joe Strummer, el vocalista y guitarrista de The Clash.

Al final, se trata de llevar la música colombiana no sólo a los escenarios del world music sino a las pistas de baile. “No necesita uno tener la más remota idea de quiénes fueron Emiro Caicedo y su Combo para lanzarse alrededor de la habitación al ritmo de ‘Los cumbiamberos’”, escribió Tom Horan, el crítico del Telegraph ánico.

Desde que Will Holland -o Quantic, como lo conocen en todo el mundo- llegó a Cali, no ha parado de explorar la música tradicional colombiana y latinoamericana, en busca de sonidos y voces para sus proyectos experimentales. O, como dice él, para crear desde su estudio “una sinfonía musical de soul estadounidense, música africana, suramericana y caribeña, gusto inglés y sabor de jazz y otros géneros, todo en uno. Como una salchicha en la que todo está amasado junto y sale algo nuevo y sabroso”.

De esa voraz melomanía han salido sus diferentes grupos, en los que fusiona música electrónica y funk con sonidos latinos. Con Quantic Soul Orchestra exploró el soul, el jazz y algo de boogaloo, mientras que con Quantic’s Flowering Inferno incursionó en el mundo de la salsa y de ritmos antillanos como el dub y el reggae. Hoy en día trabaja sobre todo con Quantic y Los Míticos del Ritmo, su conjunto de cumbia hip hop, y Quantic y su Combo Bárbaro, que mezcla funk, cumbia y ritmos pacíficos como el currulao.

Entre sus ‘bárbaros’ figuran el pianista peruano Alfredo Linares, que llegó a Cali durante el auge de la salsa y se terminó quedando, y el brasilero Arthur Verocai, que trabajó como arreglista con músicos del movimiento Tropicalia como Gal Costa. También tocan con él colombianos -que ha conocido en lugares como Guapí y Timbiquí- como el conguero Freddy Colorado y la cantante Nidia Góngora. Justo ahora está sonando en Colombia su sencillo “Un canto a mi tierra”.

Una disquera inglesa con swing latino 


Al frente de The Original Sound of Cumbia está Soundway Records, una disquera independiente británica que se ha dedicado a explorar la música menos conocida de Nigeria, Ghana, Panamá y el Caribe francés. Colombia se ha convertido en uno de sus preferidos.

“Soundway nació con la idea de recuperar música difícil de encontrar de África occidental. Como DJ, yo siempre estaba buscando música de otros lugares -como Guadalupe, Martinica, Panamá o Trinidad y Tobago- que sonara bien al lado de ésta. Y entre la música colombiana y la africana hay una relación muy fuerte”, cuenta Miles Cletet, dueño de Soundway y productor del disco.

Todo comenzó con Colombia!: La época dorada de Discos Fuentes, una antología en la que exploran las grabaciones de Pedro Laza, los Latin Brothers, Fruko y sus Tesos o Lucho Bermúdez hechas por la decana de las disqueras colombianas. Luego vendrían Palenque Palenque!, una compilación del bogotano Lucas Silva que rastrea los orígenes afro de la champeta en la Costa Atlántica, y Michi Sarmiento y su Combo Bravo, una retrospectiva de la orquesta en los setenta.

El último disco que lanzaron fue Cartagena!, una compilación de las mejores cumbias grabadas por las orquestas de salsa y big bands de jazz en el Caribe. Más que una antología se trata de un homenaje a Curro Fuentes, quien produjo la mayoría de canciones e incluso tocó en algunas. “Queríamos contar su historia de vida musical”, dice Cletet, quien junto a Will entrevistó al hermano menor de la familia de Discos Fuentes un año antes de que muriera.

Si rastrear los viejos vinilos y seleccionar las canciones ha sido difícil, asegurar los permisos para reeditarlas ha sido aún más complicado. “Los derechos de autor son un concepto que no existía realmente en esa época. ¿A quién pertenecen, al músico o a la casa disquera que lo produjo? Y cuando el dueño de la disquera muere, ¿a quién le quedan? ¿A su familia o al músico? Todo es muy nebuloso”, cuenta Holland. “Es un proceso muy complejo, sobre todo cuando las grabaciones tienen más de 40 o 50 años. Muchas veces éramos nosotros los que le contábamos a las disqueras que ellos tenían los derechos. Después de rogarles lográbamos que buscaran en sus archivos, pero en verdad tenías que empujarlos”, añade Cletet.

En los años ochenta muchos de esos sellos cerraron sus puertas y vendieron sus catálogos a grandes compañías discográficas como Universal, que buscaban los derechos de un par de éxitos y rápidamente olvidaron los demás álbumes. “Son piezas invaluables y pensar que pueden ser olvidadas de este modo por las grandes disqueras ilustra el poco valor que se les concede a pesar de su importancia cultural. Es una música vibrante, muy significativa históricamente y además muy bien grabada”, añade Cletet.

Para las que no encontraron abrieron una cuenta bancaria y depositaron el dinero, por si algún día alguien lo reclama. “Hay miles de historias como ésta en el mundo: nosotros intentamos contarlas antes de que las personas ligadas a ellas desaparezcan para siempre”, afirma Cletet.

Buscando un mercado para la memoria

En los últimos años varias casas disqueras en el extranjero, tanto institucionales como independientes, se han dedicado a realizar rigurosos trabajos de investigación de música colombiana. Fruto de estos esfuerzos son discos como Ayombe!, una compilación de vallenato viejo de Smithsonian Folkways, o la antología de la mejor música afrocolombiana del catálogo de Discos Fuentes hecha por Vampisoul. Tampoco han faltado retrospectivas personales, como la que lanzó la Casa de las Culturas del Mundo francesa del cantante vallenato Nafer Durán, el hermano menor de Alejo.

“Acá lo que tenemos es una minita de oro y falta muchísimo material por descubrir”, señala el compositor y musicólogo Guillermo Carbó Ronderos, especialista en la música de tambora y director de la Atlántico Big Band. “A muchos de los artistas los desconocía porque no es fácil encontrar esta discografía. Y es curioso llamarlos novedades, porque cuando hablamos de música de antaño en realidad se trata de una falta de conocimiento nuestra. Poco importa quién los reedita -si sucede afuera o si lo hacemos nosotros-, sino que se siga difundiendo la inmensa riqueza musical de nuestro país”.

Aunque Discos Fuentes ha hecho esfuerzos por digitalizar su catálogo y permitir búsquedas en línea, sólo los grandes conocedores sabrían aprovecharlo al máximo. “En general en Colombia no hemos tenido una curaduría tan meticulosa de nuestra música. No estamos acostumbrados a hacer estas ediciones críticas, con sonido remasterizado y textos académicos”, afirma el crítico musical Juan Carlos Garay. “El próximo año se cumplen 20 años de La candela viva de Totó la Momposina, que sería una ocasión perfecta para hacerlo. El resultado es que tenemos una parte de nuestra historia musical muy visible y otra muy olvidada”.

El mayor problema es que falta financiación para este tipo de proyectos. “Mario Galeano, de Frente Cumbiero, hizo una investigación sobre los inicios del rock en Colombia y no ha podido publicarla. Y ¡Nadaísmo a go-go!, el disco con lo mejor de Los Yetis -nuestros Beatles paisas- tuvo que editarlo en España”, cuenta Garay. “Yo he querido hacer un trabajo similar con los cantaores de la depresión momposina, pero es difícil”, añade a su vez Carbó.

Y una vez producidos, surge otra preocupación. Las compilaciones como las de Soundway difícilmente circulan en el país, pese a que muchas veces han sido preparadas en llave con académicos colombianos. “Me inquieta que estas producciones no se consigan aquí. Parecería que, dadas las condiciones del mercado discográfico actual, los esfuerzos de este tipo están destinados a los curiosos, mas no al público común”, opina José Enrique Plata de Radiónica. “Es una falla que este material no esté disponible a la vuelta de la esquina. Debería haber una inversión pública que lo lleve a universidades y bibliotecas, y ojalá los investigadores tuvieran la posibilidad de solicitarlo”, asegura Carbó.

Por ahora los discos de Soundway pueden comprarse en línea a 23 dólares el vinilo doble de 12”, 20 dólares el CD doble y 12 dólares la descarga en mp3. Will sigue con varios proyectos en marcha. Su próximo trabajo con Los Míticos del Ritmo será grabado por Soundway, que hasta ahora no había incursionado en música contemporánea. También tiene entre manos Ondatrópica, el proyecto con Frente Cumbiero con el que representarán a Colombia en las Olimpiadas Culturales paralelas a los Juegos Olímpicos de Londres. “Y quiero comenzar una compilación de música del Pacífico”, añade.

Reportaje publicado en la Revista Arcadia (Colombia)

[Fotografías cortesía de Soundway Records]