Ya se sabía que 2012 sería un año de cambios para la segunda potencia mundial. Este próximo octubre, en la reunión anual del Partido Comunista (PCCh), se cumplen los 10 años de gobierno permitidos por la constitución china y marca un paso del liderazgo a una nueva generación. Lo que no se esperaba era que esa transición iniciara más de siete meses antes de lo que se pensaba y se convirtiera en una lucha interna dentro del corazón del PCCh. China enfrenta hoy su mayor crisis política, protagonizada por los reformistas, que buscan una mayor apertura económica y política, y los neomaoístas, que proponen un regreso a un Estado omnipresente y, según sus detractores, a una nueva Revolución Cultural.
Por ahora, el ala aperturista lleva la delantera, con una movida innovadora en la política china y que ha creado un thriller policial: la destitución del carismático Bo Xilai -estrella del ala ultraconservadora- como miembro del Buró Político y líder de la gigantesca metrópolis de Chongqing. Bo era candidato a asumir uno de los nueve selectos puestos del Comité Permanente, el cuerpo colegiado que toma todas las decisiones relevantes en China. Pero sus ideas maoístas y su comportamiento irreverente se oponían al actual enfoque pragmático y desarrollista del PCCh.
Desde 1989, el gobierno chino pone la unidad por encima de todo, bajo la firme convicción de que la externalización de las luchas internas es una amenaza de desestabilización, tal y como ocurrió durante las revueltas en Tiananmen. La caída de Bo mostró que los líderes chinos no están dispuestos a continuar con alguien que actúa de forma individual más que como miembro de un enorme ente, como es el PCCh.
Como nunca antes en la historia del comunismo, el desplazamiento de Bo se hizo ante los ojos sorprendidos de millones de chinos, que siguieron las intrigas del PCCh por Internet. El secretismo del Partido sirvió para crear un sinfín de conjeturas. Así ocurrió con el supuesto golpe de Estado a manos del ala conservadora del PCCh, que es tan sólo un rumor más en medio de un extraño período de libertad de información política. Lo único real del "golpe" fueron el cierre de 16 páginas de Internet y el arresto de seis personas por atentar contra la seguridad pública.
La historia inició con un reporte de Internet en donde se aseguraba que el jefe de policía de Chongqing, Wang Lijun, había ofrecido información privilegiada sobre el abuso de poder del líder comunista, a cambio de un exilio político en Estados Unidos. La noticia siguiente fue el retiro de Bo, justo después de un discurso aireado del Primer Ministro Wen Jiabao en contra de las prácticas que recuerdan a la revolución cultural. Y si algo es Bo Xilai, es un amante de la revolución, el control y de las prácticas maoístas.
Su caída sirvió para que se reanudara la discusión sobre la necesidad de una reforma política en China. "Los eventos recientes dejan una cosa clara: es hora de cambiar el sistema de gobierno en China", decía un editorial de Caixin , la revista económica más prestigiosa del país.
El Partido Comunista normalmente es una institución reservada e inaccesible. Generlamente la información proviene de fuentes secretas y de interpretaciones de historiadores o periodistas. Las voces de primera mano son extrañas y normalmente vienen años después, tal como ocurrió con el Diario secreto del ex Primer Ministro y secretario del Partido Comunista, Zhao Ziyang, publicado en 2009, en donde se narró el choque ideológico entre los conservadores y los progresistas durante las manifestaciones estudiantiles en Tiananmen en 1989.
Pero ya no estamos en los ochentas: China vive hoy la rapidez de Internet y tiene una posición más prominente en el mundo. Y aunque la censura en línea sea constante, el que la noticia fuera así de pública buscaba sentar un precedente, que comprobara a puertas afuera el compromiso hacia una apertura, el apartamiento de las políticas tradicionales controladoras y por encima de todo, la estabilidad de un partido que piensa como un colectivo y no como un ente de políticos independientes.
De los nueve miembros del Comité Permanente del Politburó del PCCh sólo quedarán dos: Xi Jinping, probable próximo presidente, y Li Keqiang, actual vice primer ministro y posible remplazo de Wen Jiabao. La nominación es aún misteriosa y sólo son pequeños indicios los que han sugerido que ellos dos serán quienes tomen los cargo, como sería el hecho de que Xi Jinping asumiera la Vice Presidencia de la Comisión Militar Central del Partido Comunista en 2010, cargo que normalmente asume el futuro presidente tres años antes.
Y es precisamente por esto que la historia de Bo Xilai han irrumpido el preciado silencio del baile político chino. Su carrera, esplendorosa y propagandística, -probablemente el primer político en China en hacer campaña de forma independiente en lugar de apelar al conjunto partidista-, lo había catapultado a la fama y el amor público. Su purga de la mafia en Chongqing, había sido un ejemplo en China que comprobaba que sí se podía limpiar una ciudad china de corrupción, incluso usando la fuerza. El proceder de Bo, además de ir con un alto tono nacionalista, reveló prácticas conservadoras que van en línea con otros de sus socios en las facciones de Shanghai y de los principitos, y que consisten en mantener espíritus comunistas a costa de libertades.
Bo, conocedor de las artimañas políticas pensadas a seducir seguidores, se había además encargado de criticar a sus antecesores, incluyendo Wang Yang, actual líder comunista de Guangzhou, otro de los posibles candidatos al Comité Permanente. Wang es un protegido de la Liga de la Juventud Comunista –a la que también pertenece Hu Jintao y Li Keqiang-, y hoy se ha convertido en el ejemplo a seguir del ala reformista de China. Su solución al conflicto de poderes en el pequeño pueblo de Wukan, donde se propuso una votación democrática en lugar de una selección a dedo de los líderes, es prácticamente una de los caminos hacia donde el ala progresista china quiere apuntar.
En varias ocasiones tanto Hu como Wen han hablado de la necesidad de aplicar reformas políticas y legales a su país, contando a la democracia como una herramienta útil -en casos específicos- para solucionar problemas sociales. Wang Yang es en definitiva, uno de los más innovadores en ésta área.
Hacia unas posibles reformas
El Comité Permanente del Politburó es el centro de poder de China. Si bien hay un orden jerárquico, liderados por el presidente y el primer ministro, se trata de un cuerpo de pares políticos. Las acciones irreverentes de Bo, unidas a su eferveciente pasión por el maoísmo rojo, las tácticas represoras y abusos de poder, parecen haber puesto alerta al ala reformista. “Su manera de hacer campaña abiertamente para ganar poder y su uso de los medios de comunicación para movilizar el apoyo popular rompían con la fachada de unidad en la cúpula del Partido”, señaló Susan Shirk, profesora de la Universidad de California y antigua alta funcionaria del Departamento de Estado durante el gobierno de Bill Clinton.
La subida de Bo Xilai, miembro de la facción de “principitos” junto a Xi Jinping, por ser delfines comunistas y de tono conservador, hubiera puesto en jaque las acciones de la liga de la juventud, de tono reformista.
Las purgas a ese nivel político no han sido comunes. Las decisiones tomadas frente a las protestas estudiantiles en Tiananmen en 1989 dejaron como resultado renuncias, destituciones y arrestos domiciliarios a políticos del ala progresista comunista. Pero después de ese evento, sólo dos miembros de los 24 del politburó han sido destituidos en las últimas dos décadas, en ambos casos por corrupción.
En 2006, Chen Liangyu fue destituido y condenado a 18 años de cárcel por malversación de fondos del sistema de seguridad social de Shanghai. Su sucesor fue precisamente Xi Jinping, quien a los pocos meses pasó a integrar el Comité Permanente. Antes de él, sólo Chen Xitong -alcalde de Pekín durante las revueltas de 1989 y rival político del ex presidente Jiang Zemin- había sido removido de su cargo y sentenciado a 16 años de prisión, por motivos similares.
La sociedad china se ha volcado hacia la red en la búsqueda de verdades. Las autoridades aún no han dado detalles de la destitución de Bo, sobre la fuga y posterior desaparición del escenario de su lugarteniente Wang Lijun y otros incidentes. Buena parte de la información hasta ahora conocida ha emergido porque involucraba a otros países, como la visita de Wang al consulado estadounidense de Chengdu, donde permaneció un día hasta que decidió entregarse a las autoridades chinas, o que Inglaterra haya solicitado reabrir el caso del empresario británico Neil Heywood fallecido en condiciones extrañas en Chongqing.
Las declaraciones, claras pero medidas, del premier Wen Jiabao desde la destitución de Bo han alimentado las esperanzas de que estas reformas incluso podrían comenzar antes de la transición. Pero al final esta responsabilidad recaerá sobre los hombros de Xi Jinping y Li Keqiang. “Aunque algunos quisieran que Xi acelere las reformas, tanto políticas como económicas, probablemente lo hará lentamente. La estabilidad seguirá siendo la prioridad de China”, escribió el estratega político Robert Kuhn, quien asesoró a Xi durante su reciente viaje a Estados Unidos, en el International Herald Tribune.
“Hacia dónde llevarán a China Xi y sus colegas en la cúpula no es evidente. Lo que sí queda claro es que avanzarán con las reformas paso a paso y con pragmatismo, no mirando atrás hacia la nostalgia maoísta o el populismo personalista”, añadió. Es decir, precisamente en la dirección contraria a la que representaba el caído Bo Xilai.