Pronto Shanghai se convertirá en la primera zona de libre comercio en China continental. Lo prometió el alcalde Yang Xiong, añadiendo que quería atraer 150 multinacionales extranjeras. Podría convertirse en un paraíso para las empresas, compitiendo incluso con Hong Kong. Bienvenidos al país más capitalista – y liberal – en el mundo.
Bienvenidos al país más capitalista del mundo. Se llama China.
Bienvenidos al país más liberal del mundo. También se llama China.
Si la primera frase, que circuló hace años, ya no produce ninguna impresión; la segunda es una nueva paradoja para describir a la China socialista.
China trata de atraer nuevos recursos para llevar a cabo otra metamorfosis, pero hoy en día ya no hay tanta inversión extranjera, noi tanto capital, como en los días de las primeras aperturas de Deng Xiaoping.
La transformación será una cualitativa más que cuantitativa y la estrategia será similar a la de hace treinta años: más apertura económica y más reformas de mercado.
El alcalde de Shanghai, Yang Xiong, acaba de anunciar que una gran parte de la metrópolis de 23 millones de habitantes, se convertirá en una zona de libre comercio, convirtiéndose en el primer caso en la China continental. El objetivo es atraer "al menos a 150 multinacionales extranjeras".
En la práctica, se trata básicamente de crear zonas en las que los bienes puedan ser importados, procesados y reexportados sin que las autoridades aduaneras los fiscalicen.
Es casi una réplica del modelo Hong Kong pero en escala mayor, una especie de corporate tax haven (paraíso fiscal para las empresas) aunque no sea puramente financiero. Este proyecto podría incluso ser una competencia "interna" a la ex colonia británica.
Shanghai, la ciudad china sede de las concesiones occidentales hasta la mitad del siglo XIX, siempre ha sido considerada como la más abierta al resto del mundo. Y ahora parece que retornará a su antigua vocación de atraer capital y escalar en el ranking de las metrópolis mundiales.
Pero no se trata sólo de dinero. Abrir las puertas a las auspiciosas "150 corporaciones" significa también un aumento en la investigación y el desarrollo.
La nueva transformación de Shanghai se entiende a la luz de una transformación más general del sistema de producción, anunciado en los últimos días. En 2015, el gobierno chino pretende reducir el número de negocios y unificarlos en gigantescas empresas multinacionales capaces de competir a nivel mundial.
La industria que impulsará esta transformación será la electrónica, con la que -proclama el Ministerio de Industria- se pretende crear ingresos de hasta 100 mil millones de yuanes (en la actualidad, sólo Lenovo y Huawei poseen esta dimensión). Estas empresas serán la nueva "vanguardia revolucionaria" para competir en el más alto nivel.
Para dar fuerza a su transformación industrial, China también debe adoptar una nueva estructura financiera. La innovación de productos deberá ir acompañada de la innovación económica, y ésta debe manejarse con cuidado.
Innovación económica
A algunos grandes bancos con sede en Hong Kong se les animará a hacer préstamos a tasas de mercado para fomentar el desarrollo de la "zona económica especial" de Shenzhen- Qianhai. El primer flujo de capital será de dos mil millones de yuanes.
Qianhai es un área de 15 kilómetros cuadrados adyacentes a Shenzhen (y por lo tanto también a Hong Kong) y fue elegido como campo de pruebas para la libre convertibilidad del renminbi.
En China, tanto el valor de la moneda nacional, como las tasas de interés son determinadas políticamente. Este modelo funcionó en la etapa en la que China construyó su fortuna como "fábrica del mundo", pues el yuan debía favorecer las exportaciones y las bajas tasas de interés debían favorecer a las grandes empresas estatales, así como a los desarrolladores de bienes raíces, a quienes los préstamos ayudaron a consolidar su imperio.
Pero hoy, luego de casi treinta años de exposición a las variantes del mercado y la economía internacional, hay una necesidad urgente de cambio. La no convertibilidad del renminbi le ha impedido competir con el dólar para convertirse en la moneda de intercambio y de reserva, teniendo en cuenta además, de que un precio excesivamente bajo de la moneda ha castigado el ahorro individual de una masa de potenciales consumidores.
Shanghai y Qianhai son, por lo tanto, los dos laboratorios donde se hará el ensayo general de un nuevo sistema económico. China podría estar a punto de convertirse en una mega Hong Kong del siglo XXI: pasaría de ser un país en vía de desarrollo a ser una economía madura, abandonaría el modelo orientado a la exportación para pasar a otro basado en el consumo interno y reduciría los productos "baratos" para darle prioridad a los de alto valor añadido.
Ya no se hablaría de "un país, dos sistemas", como decía Deng Xiaoping, sino un único sistema, al menos en perspectiva y en la esfera económica.
¿Será también este el caso desde un punto de vista político? ¿Quién arrastrará a quién? Por el momento no es posible predecir, pues el país sigue estando bajo el control de un único partido que, en efecto, promueve y regula los cambios económicos.
Sin embargo, ahora es el mismo poder político quien necesitará de este cambio.
China se encuentra frente de la "trampa del ingreso medio", un problema que surge cuando una economía emergente ha superado la fase de "mano de obra barata” para pasar a la competitividad de las exportaciones de alto valor añadido. Se encuentra en medio de este camino, y si no da pasos con cautela, podría dejar de crecer.
Un sistema que ha basado su propia estabilidad en la ampliación del bienestar, debe encontrar rápidamente una solución. La combinación de Shanghai-Qianhai parece ser una respuesta.
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