Se cerraron las puertas del Gran salón del pueblo y un nuevo rostro entrará a la pared de los grandes líderes de China. Hu Jintao abandona su cargo como Secretario del Partido Comunista chino (PCCh), y le abre camino al esperado Xi Jinping, que en marzo próximo se convertirá en el nuevo presidente de la República Popular.
Después de ocho largos días, la Plaza Tiananmen regresa a la normalidad. La extrema seguridad instaurada estos días se aligera. Se abre de nuevo el acceso al público, que podrá volver para tomarse fotos con la bandera o con el enorme ramo de flores diseñado para celebrar el día nacional.
Los delegados del Partido podrán volver a sus casas. Algunos lo harán en calidad de jubilados, abandonando un cargo que llevan por lo menos desde hace 10 años, mientras que otros regresan con nuevas responsabilidades a sus provincias y ciudades. Un selecto grupo de ellos logró un puesto en el Comité Central, sea como parte de los 205 delegados o como uno de los 171 suplentes, y retornan con la sensación de haber sido una parte fundamental en la elección de los nuevos líderes de China y en la decisión de que camino seguirá el Partido.
Así fue mostrado a puertas abiertas. La prensa pudo volver al final del Congreso, para ver cómo el vocero del Partido anunciaba las resoluciones del Partido. Preguntaba si los delegados las aprobaban y si había alguien en desacuerdo. Los representantes de los diferentes grupos repetían mei you, -no hay, en español- y luego el vocero afirmaba “¡aprobado!”, mientras todos los delegados aplaudían.
Algo que ha demostrado China es que sabe cómo hacer grandes ceremonias. Y más sorprendente aún, cómo puede orquestar las cosas para hacerlas parecer en vivo, cuando en realidad han sido planeadas días –e incluso semanas o meses- antes. Y así como se descubrió que los juegos pirotécnicos lanzados durante la inauguración de los Juegos Olímpicos en señal “directa” habían sido grabados días antes, se puede ver que este Congreso y las decisiones tomadas, venían calculadas desde hace ya varios meses.
Es por esto que el Congreso no revela sorpresas. Los líderes que fueron elegidos para el Comité Permanente del Politburó fueron los candidatos que se rumoraban serían los nuevos integrantes. La sucesión de Xi Jinping se conocía desde que fue nombrado vicepresidente del Comité Central Militar en 2010, cargo que suelen ocupar los próximos presidentes, y la de Li Keqiang, sabiendo que era el otro miembro que no saldría del Comité Permanente por edad.
Los demás líderes, como Zheng Dejiang, Wang Qishan y Zhang Gaoli se sabía que serían los siguientes a entrar, especialmente por su cercanía al ex presidente Jiang Zemin, y que Zheng Dejiang y Yu Zhengsheng sería la apuesta del saliente presidente, Hu Jintao.
El único rumor sobre el que aún se debatía era si el número de miembros del Comité Permanente regresaría a la antigua forma de siete miembros, eliminando dos curules. El que ni Wang Yang ni Li Yuanchao lograran conquistar una curul, es la confirmación de que el conservador Jiang Zemin había ganado la contienda contra los reformistas Hu Jintao y Wen Jiabao.
Wang Yang, el famoso reformista gobernador de Guangdong que puso fin a la lucha en Wukan mediante un modelo democrático, y Li Yuanchao, de corte económico liberal que como gobernador de Jiangsu instaló un sistema de evaluación de los representantes locales, no son buenas fichas en el tablero de poder del veterano Jiang.
“Para los chinos siete es el número perfecto, pues es ‘el equilibrio +1’ ” afirma la periodista y sinóloga peruana, Patricia Castro. Con una fórmula 4 contra 3, Jiang Zemin asegura que China asuma un proceso más lento en las reformas políticas. “Un gran porcentaje de los políticos chinos no están de acuerdo con esa velocidad, porque mayor velocidad da la posibilidad de un fracaso o caída del sistema. Ellos apuestan por el gradualismo” añade Castro.
El panorama futuro de China será de cambios lentos a nivel político, pero con un politburó que entiende que el pueblo es fundamental en su legitimidad nacional. En su primer discurso como Secretario General del Partido Comunista, Xi Jinping afirmó que la lucha contra la corrupción era la única manera de mantenerse como el líder fuerte “que avance en el camino del socialismo con características chinas”.
“Nuestro Partido enfrenta grandes retos y tenemos problemas internos que deben ser solucionados. Los problemas de corrupción y sobornos de nuestros delegados nos hacen perder el contacto con el pueblo y rompe con las formalidades del Partido”, declaró.
A parte de conocer las resoluciones económicas y sociales, que van de la mano con el plan quinquenal aprobado en marzo de este año, y las disciplinarias, que responden a los conflictos internos causados por Bo Xilai, líder juzgado por corrupción y por encubrir un asesinato, los nuevos anuncios se esconden bajo palabras rimbombantes como pueblo y desarrollo científico. Todo continúa bajo el telón hermético del Partido Comunista que se esmera en mantener una unidad.
Y este deseo se ve hasta en pequeños detalles, como la igualdad en el color del pelo de los líderes, que sin importar la edad, lucen un tono de color conocido hoy como “negro politburó”. O también la vestimenta de las recepcionistas, que al ser varias jóvenes vestidas elegantemente igual, resultan uno de los adornos más vistosos de todo el Congreso.
E incluso con el tratamiento que recibieron algunos medios de comunicación, como el New York Times o Bloomberg, quienes no fueron invitados a atestiguar la presentación del Comité Permanente. “El Club de corresponsales extranjeros estaría muy preocupado si las autoridades chinas decidieron excluírlos como una respuesta a sus cubrimientos de los líderes chinos”, expresó la organización en un comunicado. De un lado Bloomberg habría revelado la fortuna de la familia de Xi, mientras que el Times habría publicado la de la familia Wen.
Y en este caso, la unidad prima: el Partido defiende en público tanto a los reformistas como a los conservadores.
Artículo publicado en La Nación (Argentina)