Sin quererlo, China se convirtió en uno de los temas centrales de la campaña electoral en Estados Unidos. En unas elecciones presidenciales cuyo eje ha sido la incertidumbre económica y el alto desempleo, ambos candidatos permitieron que Pekín asumiera el rol de responsable de los males que aquejan al país. Y aunque ha sido el eje demoniaco a exorcizar, China está siguiendo la campaña electoral con curiosidad, pero sin ninguna aprehensión.
Mitt Romney prometió declarar a Pekín un “manipulador de moneda” durante su primer día en la Casa Blanca, le atribuyó la pérdida de millones de empleos de la industria estadounidense e incluso lanzó un comercial titulado “China roba nuestras ideas y tecnología”. A su vez, el presidente Barack Obama acusó a su contrincante de ser uno de los pioneros del “outsourcing” laboral a China cuando era presidente de Bain Capital y defendió las medidas de su gobierno contra el país asiático por dumping de neumáticos y paneles solares.
Si bien algunos medios chinos han manifestado su rechazo a la manera como se han convertido en un chivo expiatorio de la paralizada economía estadounidense, la mayoría le ha dedicado escasa atención a las elecciones estadounidenses, especialmente porque coinciden con el XVIII Congreso del Partido Comunista que designará a la nueva generación de líderes chinos. Muy a su manera, los chinos tendrán también unas elecciones, y éstas son decididamente más importantes pues la transición de poder total se realiza cada diez años.
El gobierno chino también ha optado por la cautela. “Esperamos que los dos candidatos terminen con las tácticas electorales para generar impacto y se enfoquen en acciones que conduzcan a la cooperación y la confianza mutua”, señaló Hong Lei, el portavoz de Cancillería, en una de sus raras alusiones a las elecciones en Washington.
“Las relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos se han mantenido muy estables en los últimos años y ninguno de los dos hará grandes ajustes a su política exterior. Como dos potencias que son mantienen algunos conflictos de interés y diferencias de opinión, pero son más los intereses comunes que guían las relaciones comunes”, señaló a China Files Yuan Zheng, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales especializado en las relaciones entre los dos países.
Las cifras económicas dan cuenta de la interrelación de las dos mayores economías del mundo. China, que se convirtió en 2008 en el principal acreedor de Washington, depende en gran medida de las exportaciones a su mayor socio comercial, como lo revela una balanza comercial que en 2011 le favoreció en US $399.000 millones. Y las multinacionales estadounidenses dependen de los costes de producción y la calidad de la manufactura china para mantener altos sus márgenes de ganancias.
Pero no se trata solamente de un asunto económico. Las relaciones entre las dos mayores economías se han fortalecido en otras áreas claves para Estados Unidos. Hace dos años China sobrepasó a India como el país que más estudiantes envía a las universidades estadounidenses, convirtiéndose en una tabla de salvación para un sector que se vio fuertemente golpeado por la crisis financiera de 2008. En total, 157.000 chinos se encontraban matriculados en Estados Unidos durante 2011. Es decir, uno de cada cinco estudiantes internacionales en ese país y la mitad de todos los estudiantes chinos en el extranjero.
“El hecho de que China se haya convertido en un factor en las elecciones no preocupa mucho a los chinos”, precisó Yuan, quien dirige el Instituto de Estudios sobre Diplomacia Estadounidense en el mayor think tank del gobierno chino. Pese a la percepción negativa que tienen los estadounidenses del país asiático, el 43 por ciento de los chinos tiene una buena imagen de Estados Unidos, según investigaciones del Proyecto de Actitudes Globales del Pew Research Center. Aún así, la retórica antichina en Estados Unidos le ha pasado factura a esa percepción. Hace dos años un 68 por ciento de los chinos opinaba que la relación bilateral era buena, mientras que hoy sólo lo hace el 39 por ciento.
“Entendemos cómo funciona la política estadounidense y sabemos que se trata de retórica electoral. Sin importar quién gane, después de las elecciones las cosas seguramente regresarán a su cauce”, añade Yuan.
Artículo publicado en La Nación (Argentina)
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