Desde que Xi Jinping asumió la presidencia hace exactamente un año, buena parte del "sueño chino" ha sido reforzar el peso del país en la arena internacional como una nueva potencia que enmarca valores comunes a una mayoría mundial. “Las distintas características chinas determinan que este sueño no solo es una aspiración nacional de China y su pueblo, sino que también es un sueño para la civilización humana”, dijo Wang Yiwei, profesor de la Universidad del pueblo, con motivo de un seminario sobre el “Sueño Chino” a finales del año pasado.
El concepto enfatiza que China impulsará la democratización de las relaciones internacionales y buscará un orden mundial cada vez más justo y tolerante. Sin embargo, ante la crisis de Crimea, que enfrentó a Occidente con Rusia en una batalla geopolítica que no se veía desde la Guerra Fría, China quiso sumergirse en el silencio.
Se pensaba que con su anterior posición de veto en el caso Sirio, China en alianza con Rusia comenzaría a ser un contrapeso a Occidente. Pero frente a la resolución de Naciones Unidas que declara ilegal el referendo llevado a cabo en la península de Crimea, China se abstuvo de votar, lo que no favoreció ni a Rusia ni a la contraparte formada por Estados Unidos, Francia e Inglaterra.
La razón es que este conflicto tiene implicaciones para sus relaciones bilaterales y potencialmente, en el manejo internacional de sus propios asuntos domésticos. “China respeta la soberanía, independencia e integridad territorial de todos los países. Nuestras sugerencias se enfocan en establecer un mecanismo de cooperación internacional en el que todas las partes encuentren una solución política para difuminar la crisis ucraniana”, dijo en rueda de prensa Qin Gang, vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores chino con respecto a la posición abstencionista del país. La resolución propuesta en el Consejo de Seguridad iría en detrimento de los intereses de los ucranianos, explicó. La posición frente a este referendo pone al país asiático entre la espada y la pared.
Por un lado, es un paralelo de lo que podría pasar con ciertas regiones en China como Xinjiang y el Tíbet, que no se identifican étnicamente con la mayoría Han del país y estarían prestos a independizarse, o de una potencial separación de territorios que China considera suyos como Taiwán e incluso, Hong Kong. Por el otro, emitir una crítica u oponerse a las acciones rusas sería visto como una intervención en los asuntos internos de otros países, algo a lo que China se ha opuesto tradicionalmente para protegerse de la injerencia de terceros.
China sabe que asumir una posición precisa afectaría directamente la relación con alguna de las dos partes. Pero el problema empeora porque la lectura que se hace de la situación no es de imparcialidad total, sino que un voto de abstención en el Consejo de Seguridad beneficia a unos y perjudica a otros. Y en esta crisis, ambos bandos han interpretado la abstención china como un triunfo propio.
“La posición de China es muy complicada. La abstención era la única salida, pero termina favoreciendo a Estados Unidos”, dijo a China Files un académico experto en relaciones internaciones del Centro para Política Global Carnegie-Tsinghua en Beijing, quien prefiere mantener su nombre en reserva debido a la sensibilidad de sus comentarios. “Aún necesitamos tiempo para ver cómo se desenvuelve la situación, pero por el momento parece que tendrá un impacto negativo en las relaciones bilaterales con Rusia”, agregó.
Otros analistas chinos ofrecen una mirada diferente. “China protegió sus propios intereses al abstenerse, sin perjudicar los de Rusia ni los de Estados Unidos. La relación con Rusia seguirá igual, pues siempre han estado espalda con espalda, brindándose un apoyo equilibrado”, afirmó a este diario Wu Nanlin, profesor de la Universidad de Tecnología de Harbin, especializado en economía rusa. Rusia, y anteriormente la Unión Soviética, ha sido un socio estratégico de China en materia política y económica.
Ambos países, sin ser aliados formales, sostienen estrechos vínculos comerciales. Tan solo en 2013, los dos países firmaron 21 tratados comerciales, entre los que se incluye un acuerdo que proveerá 100 millones de toneladas de petróleo a la empresa estatal china Sinopec. Este acuerdo convirtió al país oriental en el mayor comprador de petróleo ruso. Pero en el escenario global, no todo es economía.
La afinidad política e ideológica entre Rusia y China data de años atrás. Por eso es común que los dos países se apoyen mutuamente en las votaciones del Consejo de Seguridad de la ONU, casi siempre en línea con el principio de no intervención y respeto a la soberanía. Sin embargo, y a pesar de estos vínculos, a China le resulta complicado e incluso perjudicial para sus intereses y su cohesión territorial apoyar las acciones de Moscú.
En 2005, China aprobó una ley antisecesión que incluye el uso de sus Fuerzas Militares en caso de que Taiwán intente independizarse. En vista de que Taipei es independiente de-facto más no de-jure, y tiene a Estados Unidos como aliado, “a China le preocupa que apoyar un referendo como este aliente a Taiwán a hacer lo mismo”, afirmó el académico de Carnegie-Tsinghua.
Tampoco es viable aliarse con Estados Unidos en esta situación, pues daría pie a Occidente a eventualmente interferir en los asuntos internos. China ha estado tradicionalmente opuesta a aplicar sanciones económicas –de hecho desaprueba de las que le están siendo impuestas a Rusia–, una movida coherente con su política de no intervención y que la protege de que otros hagan lo mismo. Además, oponerse a las sanciones económicas es una muestra de buena voluntad para Moscú. “Es importante ver el gran panorama, no solo la coyuntura. Los intereses económicos lo son todo, y en ese sentido el apoyo entre Rusia y China sigue firme”, declaró Wu. Por su parte, el gobierno ruso anunció que empezará a buscar otros socios comerciales.
“El mundo no es monopolar. Si los socios de un lado del globo imponen sanciones económicas, prestaremos atención a nuevos socios al otro lado del globo”, declaró a Dmitry Peskov, secretario de prensa de la presidencia rusa. Esto ha sido interpretado como un refuerzo a los lazos comerciales con China, pues indica que la relación bilateral entre estos países no se ha afectado. Y existen también los intereses en Ucrania, un aliado importante de China en términos militares. La cooperación en esta área empezó en 1992 cuando Beijing se interesó en Kiev para acceder a y examinar la tecnología armamentista rusa.
Recientemente, y en vista de que las ventas de armas rusas a China han declinado, el país asiático se acercó más a Ucrania para seguir accediendo a esa tecnología. La abstención garantizó que China protegiera tanto sus intereses como los de sus socios estratégicos. Un intercambio comercial de más de 5.000 millones de dólares y cooperación tecnológica entre los gobiernos de Beijing y Kiev, dan pie para que Washington y Moscú entiendan su posición, así como para que Ucrania se despreocupe y sepa que sus compromisos bilaterales están siendo respaldados.
Artículo producido para La Nación, Argentina
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