América Latina vio un boom en sus relaciones con China durante la década de Hu Jintao y Wen Jiabao. ¿Cómo analizar la relación en términos cualitativos y ver cuáles son los retos que se asoman durante el próximo liderazgo? China Files habló con la periodista y sinóloga Patricia Castro Obando, una de las primeras latinoamericanas en atestiguar y estudiar la evolución de las relaciones durante la dupla Hu-Wen.
Con el cambio en 2007 pudimos saber quien sería la próxima dupla en el poder y ver hacia donde iban las tendencias políticas y económicas. Esto, junto al undécimo plan quinquenal, explicaban hacia donde estaba apuntando China. Y si algo tiene la política china, es que es bastante previsible, ordenada y planificada en términos macros.
Lo que se está viviendo ahora es muchísimo más intenso. Este es un verdadero cambio y es la primera vez que realmente el partido, se reúnen todos los clanes para elegir a los líderes. Ni con el mismo Deng Xiaoping, ni con Jiang Zemin, ni con Hu Jintao fue así.
Se está abriendo un nuevo capítulo. Siempre han existido luchas de poder interno, pero no se veían. Los investigadores sobre China decíamos que una de las características más importantes del partido comunista era que ellos adentro se peleaban, discutían, se enfrentaban a cuchillazo limpio, pero públicamente se veía una unidad. Esa premisa nos duró solo hasta el año pasado.
Y en esta puja, ¿cómo define el nuevo liderazgo?
La política china va paso a paso y no hace cambios radicales. El gradualismo es una parte inherente de la cultura china. El gradualismo es un factor que comparten todas las facciones. Todos hablan de cambiar, unos un poco más rápido, otros más lento, pero ninguno de ellos va a tomar cambios radicales.
Habrá mayor apertura en varios aspectos pues entran nuevos pensamientos. La nueva dupla no será como Hu y Wen, sino que serán entes más diferenciados en sí, representando cada uno tendencias distintas, pero complementarios.
Los nuevos miembros del Comité Permanente tienen una tendencia conservadora. ¿Será un freno a la ola reformista que hasta el momento impulsaban Hu y Wen?
El punto es, ¿a qué velocidad? ¿Vamos un poco más rápido de lo que hemos ido o no? Al parecer un gran porcentaje de los políticos chinos no están de acuerdo con esa velocidad porque hay una mayor posibilidad de un fracaso o una caída del sistema. La mayoría apuestan por el gradualismo.
Tanto los reformistas como los conservadores manejan un mismo concepto. La única diferencia es la velocidad. La mayoría de políticos y pensadores reformistas no están hablando de convertir a China en una democracia sino tender hacia una mayor apertura, que desde el mismo Deng Xiaoping ya se sabía que era inevitable.
Por eso ellos acuñaron el término -que pocos le prestan atención pero que a mí me parece clave- que es la democracia con características chinas. En un momento dado adoptaron el socialismo con características chinas; nadie les creyó y les funcionó.
China entendió, creo que mejor que todos nosotros, que es mejor adaptar el sistema a su realidad y no que su país se adaptara al sistema. América Latina en muchos casos se ha adaptado al sistema, dejando y sacrificando su propia realidad.
Un profesor chino me dijo que nosotros pensábamos que la palabra democracia era algo sagrado que no se podía tocar. A veces se tiene la idea de que la democracia es perfecta y no lo es. Funciona en la medida que la necesitas y la adecuas a tu propia realidad. Pero ¿qué pasa si tu realidad no está todavía lista?
La tendencia es lograr una transición como la que, en su momento, se logró en Taiwán: que el partido pueda ser verdaderamente un representante de una parte de la sociedad y se convierta en un grupo político que puede competir con otros grupos políticos, ganar y tener legítimamente el poder. Cuando el Partido tenga esa certeza, entonces habrá democracia.
La misma contienda política que estamos viviendo en estos momentos, podemos decir que es, hasta cierto punto, parecida a las luchas partidistas de los países democráticos.
La dupla Hu y Wen fueron claves en fortalecer la imagen de China a nivel diplomático. El caso de América Latina es ilustrativo. ¿Qué resalta de este década?
En 1951 se ordenó la inauguración de la primera facultad de español para formar intérpretes que trabajaran a nivel político. Desde ahí se puede ver que China tenía todo un plan y una dirección. Aún no habían firmado relaciones diplomáticas y ya se estaban preparando.
En 1988, Deng Xiaoping dijo que “el siglo XXI va a ser la era de América Latina”. En esa época ni los presidentes latinoamericanos creían eso. Tres años más tarde Jiang Zemin dijo “en el siglo XXI China y América Latina cooperarán tomadas de la mano en todos las áreas”.
Entonces mi pregunta es, ¿los líderes chinos esconden un bola de cristal? No, el punto es más obvio. Es toda una estrategia y planificación.
Hu Jintao abrió un hito en las relaciones con su histórico viaje a Brasil, Argentina y Chile. En el curso de una década, Hu hizo cuatro giras por América Latina. Y en cada viaje visitó varios países en busca de estrechar las relaciones.
Había una visión de dos líneas paralelas: una económica –que para América Latina sería la importante- y otra política. Pero en realidad el pensamiento chino funciona al revés. Eso es claro al ver los países que fueron seleccionados para visitar. Todos son países que primero son socios políticos y después socios económicos.
En 10 años además de consolidar las relaciones con Suramérica, también puso la primera piedra en Centro América con Costa Rica, ficha clave en su proceso de inserción en la región. Y además logró firmar tres tratados de libre comercio con Chile, Perú y Costa Rica.
La relación vio en un enorme crecimiento económico durante la pasada década…
El tema del intercambio comercial es muy importante para América Latina. China sabía que la forma de ponernos contentos es a través de los números de la balanza comercial. El problema es que antes, a excepción de Perú, la balanza comercial estaba desmedida. En estos 10 años, China intentó compensar la balanza comercial con otro tipo de factores como inversiones, presencia de empresas, para lograr por fin poder decir, que el intercambio comercial pasó de 15 mil millones a 183 mil millones de dólares desde el 2001 al 2011, con un crecimiento anual del 28.4%, según fuentes chinas.
No me queda duda que esto estaba completamente planificado. En 2008, China publicó su Libro blanco para América Latina, que es una carta de intención que explica lo que China quiere hacer en la región y cómo lo va a hacer. Por un lado es bueno, porque nos elimina el trabajo de pensar hacia donde queremos ir y respondernos la pregunta ¿cuál es la relación que queremos tener con China? Lo malo es que nos van preparando el camino, más allá de que queramos o no queramos. Y ya nadie se quiere ir por el costado. Si te construyen un camino te vas por ahí. Pero quien hace el camino pone las reglas.
En efecto, sólo Chile respondió el Libro Blanco y hemos seguido un camino pasivo y poco proactivo. China ha insistido en su visión, en todos sus discursos frente a la región.
Si. Todo se clarifica en este año con el discurso de Wen en la CEPAL. Habla con números en mano sobre el plan de inversión, cooperación en infraestructura, tecnología, cultural, etc.
Y este segundo remesón, que ya va acompañado de una gran cantidad de dinero, creo que finalmente ha logrado despertar a los países latinos. También ha tenido que ver que estamos en un mundo en crisis, con los países latinos buscando salvavidas.
¿Y cómo vio la estrategia latinoamericana en esta última década?
América Latina no tiene muy definido cómo aprovechar mejor la relación con China. Se está hablando de una integración regional, que nace de una necesidad. Queda claro que todos somos pequeños países a la hora de negociar con China, y que solamente unidos en un bloque vamos a poder tener la posibilidad de sacar mayores beneficios.
Todos comprobaron que con el uno a uno no les va muy bien. Aunque nadie lo dice, todos se han dado cuenta que tienen los mismos problemas y miedos frente a China.
Muchos países están sufriendo por el hecho de tener que relacionarse con un gigante. Pero China no tiene la culpa de ser un gigante, de haber hecho una estrategia, de haberse preparado desde 1951 y de haber hecho su tarea. Nosotros si.
Por necesidad, China se va a convertir en una plataforma de integración de los países latinoamericanos. Los gobiernos van a tener que ser muy pragmáticos y dejar de lado sus propias sentencias políticas y pensar el tema económico.
Ya el empresario brasilero Nizan Guanaes dijo: “Ya fuimos colonizados una vez y no queremos volver a serlo, queremos ser socios”. Espero que la segunda etapa con China sea que los latinoamericanos, empezando por Suramérica, armen una plataforma para poder negociar juntos en todos los ámbitos con China.
Pero aún las discusiones entre China y América Latina no tienen el nivel que podrían tener. ¿Esto se debe al poco impulso que le han dado los países latinos o al manejo que China le ha dado?
Después de la Cumbre China-América Latina en Lima, se planteó la necesidad de elevar el nivel a una cumbre presidencial. Ya habíamos tenido 5 foros y era el momento de elevarlo a una cumbre presidencial, como pasa con los gobiernos africanos. China no dio una respuesta clara a este pedido.
Quizá ocurre con Xi Jinping. Pero depende de que tan unidos estemos, para poder sentarnos alrededor de una mesa dejando de lado discrepancias políticas. China también busca su beneficio, y ella va a remar para su lado. Nosotros tenemos que remar para el nuestro. Si un país lo pide, no va a pasar. Con varios, no habrá problema.
La integración se aplica en todos los sectores. Uno evidente es el turismo, del que se vienen hablando desde 3 foros anteriores. Tenemos que ponernos de acuerdo en el tema de visas. No puede ser que tengamos pautas diferentes para dar visas con China.
¿Cuáles son los obstáculos para esta integración frente a China?
El gran problema que tenemos es la barrera política. El país A no se junta con el B porque no es democrático y el otro se siente democrático. Y yo me pregunto, porqué el país A y el país B se juntan con China.
¿Pero cuál factor nos une con China? el miedo. ¿Qué pasa si nos olvidamos de las barreras políticas y de lo que cada uno hace en su casa y establecemos una sola regla común?
Siempre va a haber otro factor, que es la relación de siglos que hemos tenido con EEUU. Es importante que exista, pues es nuestra carta de balanza y debemos mantener dos puntos de equilibrio, para no llegar a decir que China es nuestra única opción.
¿Le ha costado a América Latina entender a China o simplemente no hay interés?
China sigue siendo un lejano país con mucho dinero. Nos separan tantas cosas que si no hubiera sido por ese milagro económico, China no existiría para los latinoamericanos ni para el mundo. Hay dos líneas que se observan dentro de las relaciones China – América Latina.
Por un lado, tenemos a China que se ha informado y ha creado esta base de conocimiento sobre la región. Y por otro, la falta de conocimiento por parte de los gobiernos latinoamericanos. China tiene todas las herramientas para entender cómo armar el rompecabezas, nosotros no tenemos ni una pieza.
Nosotros deberíamos ser más pragmáticos y dejar de lado nuestras tendencias políticas. Como cada país maneja su casa como quiere, no tiene porque imponerle al vecino que maneje de la misma forma que maneja su casa.
¿Cómo será esta relación con Xi Jinping y el nuevo liderazgo?
Con Xi se continuará afinando el mismo proyecto político de 1951. No veo ningún cambio especial. La relación China-América latina es importante para ambos, pues es estratégica.
Se va a continuar avanzando por etapas. Se van a estrechar mucho las relaciones políticas de alto nivel, y adelantar con los países que no se tiene tanta vinculación. Xi Jinping va a visitar los países que ya visitó Hu pero que no han tenido una relación tan estrecha. Hu ya avanzó con un grupo de países que de alguna manera eran cercanos. Ahora van a seguir con los otros países que alistaron durante la pasada década.
Nosotros estamos entrando en una nueva etapa con China porque nos hemos dado cuenta que la única forma para tener una relación verdaderamente equitativa es a través de una plataforma compartida.
Cada uno ha sufrido a nivel individual todos los temores y peligros que puede traer la relación con China. Tenemos que aprender a jugar el juego. Ellos trajeron el juego, pusieron las reglas. Pero por nuestro lado está aprender a jugarlo bien.
¿Hay ejemplos latinos que sea importante mirar por su relación con China?
En términos económicos, me gusta la relación con Chile. En política, me gusta la de Brasil. Cada uno tiene algo y por eso digo, deberíamos juntarnos y cada uno traer su tipo de experiencia.
Colombia, por ejemplo, prácticamente ha sido el último en la región. Con Colombia, no me extrañaría que una de las primeras visitas de Xi Jinping sea allí. Pero dependerá del respaldo político que reciban, pues influye su cercanía con Estados Unidos.
México, otro país cercano a Estados Unidos, ha sabido manejar bien los dos lazos.
Chile, Costa Rica y Perú tienen TLC con China. Colombia también está hablando de una negociación. Pero si analizamos bien las balanzas comerciales, las relaciones de los países que tienen tratado de libre comercio con China no han cambiado demasiado. Yo pensaba que con los TLC todos los procesos de verificación de productos se iban a flexibilizar. Pero no, sigue igual.
Entonces ¿qué herramienta es el tratado de libre comercio? Creo que lo entiende como un respaldo político. Es una carta de intención. El caso de Costa Rica es claro. Fue estratégico pues fue seleccionado para empezar la expedición por Centroamérica. Allí hay un nuevo proyecto, una nueva etapa porque China buscará nuevos acercamientos económicos –no precisamente diplomáticos porque está Taiwán- y así poder decir que están presentes en todo América Latina.
¿Cómo entender entonces las intenciones de China en la región, y aprender a leer entre líneas para sacar un mejor provecho?
Si uno mira en el mapa los productos que China compra a América Latina, se da cuenta que todo está repartido. Ellos no quieren crear competencia ni conflictos internos. Lo mismo ocurre en la relación comercio-inversión.
En el caso chileno, hay mucha economía, pocas inversiones. China piensa, “¿para qué te voy a dar más inversión si nuestra relación económica anda muy bien? En cambio, sí invierten en países donde la balanza está desequilibrada.
La economía en China se explica a través de la política. Primero tienes que dar un respaldo político y después entras a hacer negocios. Aunque China diga que sólo le interesan los negocios, ellos buscan que los reconozcan en el tema de derechos humanos, o como economía de mercado, etc. Si no hay una confianza política no hacen negocios.
Para conocer más de la transición política china, lee nuestro cubrimiento especial acá.