El gobierno prevé que en los próximos 10 años 250 millones de personas llegarán a las ciudades desde el campo. Junto con los 200 millones que ya viven en las urbes chinas, ellas darán forma a la migración interna más populosa de la historia. Y para soportar estos cambios poblacionales, viene una forzosa renovación de los espacios en las ciudades.
La zona de Qianmen era un conjunto de casas bajas y humildes. Las callecitas que separaban los bloques de viviendas apenas llegaban al medio metro de una habitación para dos o tres personas. Debían cocinar en el patio interior o directamente en la calle y usar el baño público. Se trataba del limite entre la ciudad tártara (interior) y la ciudad china (exterior), uno de los centros de comercio más importantes de Pekín en la época imperial, y aún hoy pueden verse uno de los pocos extremos que quedan de la muralla interior que dividía la ciudad. Hoy, sin embargo, poco queda de la verdadera Qianmen.
Hoy, su calle principal es moderna y bien iluminada. No faltan los negocios de Zara, de H y M, su Mcdonalds, KFC y más. Fue reconstruida enteramente, al estilo antiguo, pero sin un vestigio de restauración. Esto sucede en gran parte del país. Se están demoliendo millones de metros cuadrados antiguos para construir nuevas avenidas, lujosos condominios y shopings centers. Esta desconstrucción es la mayor obra de demolición de la historia. Nunca una civilización había destruido tanto.
El gobierno prevé que en los próximos diez años 250 millones de personas se moverán del campo a las ciudades, que junto a los 200 millones que ya se encuentran viviendo en las urbes chinas, constituirán la migración interna más populosa de la historia. Y para soportar estos cambios poblacionales, viene una forzosa renovación de los espacios en las ciudades.
Un estándar del urbanismo, establecido poco después de la segunda guerra mundial, dice que cada ser humano necesita un mínimo de 10 metros cuadrados de espacio para vivir. Las ciudades chinas necesitarán 2.5 millones de metros cuadrados más de espacios habitables para recibir esta nueva migración. En China, existen 70 ciudades superpobladas, según estimados oficiales, y para esto se han creado 640 ciudades nuevas en los últimos diez años.
El primer ministro chino Li Keqiang ha manifestado en repetidas ocasiones que la urbanización es el futuro del país, pues de ella depende mejorar las condiciones de vida para la gran mayoría del pueblo. Pero la nueva migración borra las marcas de los residentes anteriores. Durante estos últimos quince años, uno de cada tres edificios históricos de Pekín ha sido destruido y uno de cada tres ha sido remodelado en más de un cincuenta por ciento, según el Centro de Protección de la Herencia Cultural de Pekín (CHP por sus siglas en inglés).
Desde los años noventa, cuando comenzó la fiebre de la construcción en China, cerca de 2000 hutongs -barrios tradicionales chinos- fueron remplazados por barrios de rascacielos en Pekín. De los cerca de 1.100 que quedan, 600 se encuentran en zonas protegidas, mientras que 500 aún están en peligro de ser destruidos, según el CHP. “Durante la Revolución Cultural se destruyó siguiendo la ideología del Partido Comunista, pero desde hace 30 años lo más importante es ganar dinero.
Todo lo que impida la rentabilidad será destruido”, dice a China Files He Shuzhong, urbanista fundador del CHP. Ahora centros como el CHP y organismos internacionales están haciendo que se avance en la toma de conciencia sobre el valor del patrimonio. Pero todavía falta. “Muchos no saben que la mayoría de las casas antiguas de Pekín fueron originalmente construidos para una sola familia y actualmente viven allí cuatro, cinco y hasta seis familias. Hay que reducir la densidad, no tirar abajo todo”, explica a China Files Hu Xinyu, historiador dedicado a la protección del patrimonio cultural de Pekín.
Inclusive la muralla china, ese símbolo por excelencia de la voluntad de las construcciones chinas, está siendo destruida en sus tramos no turísticos. Como en el relato de Kafka en el que la muralla más larga del planeta se encuentra desprotegida, a la voluntad de los viajeros, en muchos tramos los locales arrancan sus ladrillos para sus construcciones o simplemente la tiran abajo para crear un camino entre dos poblados.
La presión internacional y las quejas de algunos locales han hecho que las autoridades tomen algunas medidas en dirección de la protección del patrimonio.
En 2003 la administración local de la capital china lanzó el “Plan para la conservación para la zona histórica de Pekín”. Ahí, se señalaban zonas protegidas en la capital en la que no se podrían echar abajo construcciones, zonas en las que las modificaciones edilicias estarían limitadas y otras en las que los rascacielos tendrían un tope.
Sin embargo, el aluvión de las Olimpiadas del 2008 se llevó todos esos planes y al poco tiempo los constructores, o los deconstructores, los olvidaron sin culpas.
En efecto, 2007 y 2008 fueron los años de mayor destrucción de inmuebles antiguos según el CHP, aunque no se disponen de indicadores concretos sobre la cantidad de metros cuadrados demolidos. Entre tanta demolición hay vecinos que se niegan a abandonar sus viejas viviendas.
Estos casos constituyen lo que en China se llama “casas clavos”, familias que se han resistido a desalojar. En muchas casos las compensaciones económicas que se entregan a los dueños o inquilinos de las casas es baja y aunque se utilice la fuerza para echarlos del lugar muchos siguen resistiendo. Alrededor del 60% de los incidentes y demandas judiciales que suceden en el país están relacionados con problemas de vivienda, según datos oficiales.
En 2007 un caso en Chongqing, al suroeste de China recorrió el mundo.El propietario de una viviendo rechazó la oferta del constructor, quien a pesar de todo continuó con sus planes de edificar en el lugar un centro comercial. La casa quedó como una isla en media de un enorme hueco con sus retroexcavadoras. En 2012 un nuevo caso se hizo famoso a través de internet. Se trataba de una casa al frente de la estación de trenes de Wenling, en la provincia de Zhejiang, que quedó implantada exactamente al medio de una carretera nacional, pues sus propietarios se negaron a firmar el desalojo. Debió construirse una rotonda para sortear la edificación.
Ciudades Fantasmas
Al mismo tiempo el ritmo de construcción de nuevas ciudades es tan vertiginoso que con frecuencia la oferta no encuentra la demanda correspondiente y muchas de las nuevas y lujosas construcciones están vacías.
El fenómeno ha llegado al punto de que existen pequeños pueblos fantasmas. Ordos, situada en Mongolia Interior al Este de China, parece una gigantesca escenografía. Sus negocios y calles están casi completamente vacíos, y por sus grandes plazas o calles de seis carriles, pasan pocos autos o transeúntes. Lo mismo ocurre con Tianducheng, la réplica china de París. Comenzó su construcción en 2007 y a pesar de estar prácticamente terminada, aún hoy no ha podido atraer a la cantidad de habitantes que esperaba. Incluso en Pekín y Shanghai hay edificios modernos ocupados apenas en un 20 por ciento.
“Para los chinos invertir en vivienda es más seguro que tener el dinero en el banco. Por eso muchos invierten en planes de construcción a futuro. Los chinos son muy ahorradores y piensan en sus hijos, no les importa si los departamentos o locales están vacíos por algún tiempo”, dice Hu Xinyu. Toda nueva etapa de la civilización china ha estado signada por un intento de destruir el pasado. El emperador Shih Huang Ti -el mismo que ordenó la construcción de la muralla china- dio comienzo a un nueva era y ordenó que se quemaran todos los libros que databan de una fecha anterior a su nacimiento.
Mientras tanto preocupa que la construcción frenética, que ya ha dado indicios de una burbuja inmobiliaria, traiga además una burbuja financiera. En 2014 el conjunto de empresas privadas chinas pagará cerca de mil millones de dólares en intereses por créditos obtenidos en los cinco años anteriores, lo que podría poner en peligro la estabilidad del sistema bancario.
Artículo producido para La Nación, Argentina
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