Mientras se debilita el liderazgo de un Estados Unidos dominado por las peleas internas y los bloqueos económicos, China quiere hacer oír su voz y convertirse en promotor de un mundo "desamericanizado", lejos del dólar y en donde se respeten los intereses de todas las naciones, "grandes y pequeñas, ricas y pobres".
El llamado de Beijing por un mundo multipolar quedó plasmado en un duro editorial publicado el domingo pasado en Xinhua, la agencia de prensa oficial china. "Esos días alarmistas en donde los destinos de otros estén en manos de naciones hipócritas deben terminarse y un nuevo orden mundial debe ser puesto al mando", sostiene el texto.
La crítica surgió después del anuncio del cierre del gobierno norteamericano, que duró 16 días y terminó el miércoles pasado cuando republicanos y demócratas llegaron a un acuerdo para elevar provisoriamente el techo de la deuda. La crisis presupuestaria afectó a Pekín ya que puso en jaque los intereses económicos de China, dueña de 1,3 billones de dólares de la deuda norteamericana.
El artículo de Xinhua reflejó la voluntad expresa de China de reforzar su autoridad a nivel mundial como referente de las naciones en desarrollo, un referente que reclama una voz colectiva más influyente ante organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, y que busca también restituir el poder de Naciones Unidas como última palabra frente a acciones internacionales.
La movida se adscribe a una posición que China viene tejiendo desde que se catapultó como un protagonista clave de la economía mundial tras la crisis financiera de 2008: ni el dólar puede ser la moneda base en el intercambio internacional ni Estados Unidos puede dictar el orden mundial. China vuelve a reclamar una petición que lleva mucho haciendo: el yuan debe ser considerado una moneda de reserva internacional.
Por otro lado, la editorial de Xinhua sirve al gobierno para mostrarse fuerte ante los propios chinos. “Washington ha abusado de su estatus de superpotencia y ha introducido aún más caos en el mundo desplazando riesgos financieros al extranjero, instigando tensiones regionales y disputas territoriales y peleando guerras bajo excusas mentirosas”, acusa. China no presenta déficit económico, ayuda a otras naciones, y ciertamente, no entra en debates internos que ponen en peligro el orden mundial.
El discurso antiamericano es parte de un pensamiento más de fondo dentro del Partido Comunista, en donde se establece que en Occidente hay peligros que ponen en riesgo no sólo el funcionamiento de una nación, si no la facultad de mantener integralmente el poder bajo la batuta unipartidista.
Desde abril de este año se viene difundiendo un memorándum conocido como el Documento Número 9 (N09), en donde se explican los siete peligros occidentales a los que el partido debe oponerse, pues su implementación en China podrían minar la fuerza del Partido Comunista e incluso ponerlo en jaque.
Entre estos peligros se encuentran la democracia constitucional, que ocupa el primer lugar, seguido de otros conceptos como participación civil, valores universales de los derechos humanos, independencia y libertad de prensa, neoliberalismo, libre mercado, y criticismo nihilista al traumático pasado del Partido.
Los peligros son catalogados como una oposición a la ideología base del Partido Comunista chino. "Las fuerzas occidentales hostiles a China y los disidentes se infiltran constantemente en nuestra esfera ideológica", escribe el documento, avalado por el presidente Xi Jinping. Si bien el documento es confidencial, fue filtrado al New York Times, uno de los medios más críticos a los estamentos del Partido Comunista, líder mediático además de una de esas fuerzas occidentales hostiles.
El documento simboliza el retorno a una ideología enchapada en conceptos comunistas, en donde un potencial proceso de apertura política y económica no tiene cabida. Cuando el dúo Xi Jinping-Li Keqiang asumieron cargos como los nuevos líderes de China, se afirmaba que ellos podrían liderar la batuta de cambio en China. Xi, con su pensamiento concertador entre las dos grandes facciones dentro del partido, y Li, proveniente de las filas de la Liga de la Juventud Comunista y de corte liberal, llevarían a cabo las profundas reformas de las que venía hablando el anterior premier y también liguista, Wen Jiabao, en los últimos años antes de abandonar el poder.
Sin embargo, la realidad es que los miembros del actual Comité Permanente del Politburó –el grupo de siete personas con mayor poder de decisión oficial en China-, son en su mayoría conservadores.
El rechazo explícito de los valores occidentales expresados en el documento sugiere además que la disputa ideológica al interior del Partido continúa. Liberales o reformistas, contra conservadores y neoizquierdistas, pujan porque sus visiones sean implementadas. Y con el N09, el round lo ganan los conservadores, ávidos de mantener el estatus y reforzar el control gubernamental.
Desde que Xi está al mando se puso en marcha una dura campaña para fortalecer la disciplina al interno del Partido, atacando la corrupción y malversación de fondos públicos. También se ha reforzado el control de Internet, que va desde una mayor vigilancia a redes sociales –poniendo en la mira a blogueros que esparcen rumores falsos o sean retuitados más de 500 veces-, hasta el bloqueo a portales y blogs en donde se presenten artículos críticos.
“Internet es un campo de batalla que si no lo ocupamos nosotros, lo ocupan los demás. Las palabras subversivas ya han ocupado un gran espacio y debemos contraatacar”, dijo a China Files L, un funcionario del gobierno encargado de temas de seguridad, que no quiso dar otro nombre.
Si bien el N09 apunta a una oposición ideológica, hay un objetivo ulterior: reforzar la identidad china mediante una unidad ideológica dentro del partido. Y la editorial de Xinhua publicada el domingo sirve a este objetivo.
Sin embargo, el reclamo hacia un orden mundial económico internacional, en donde Estados Unidos no domine, pone al mismo tiempo en jaque los intereses de liberalizar el sistema económico chino, controlado fuertemente desde el centro del gobierno, y que se ha vuelto el tema más espinoso entre las facciones del Partido.
Ante una inminente desaceleración, sumada a unas estrictas políticas financieras, la masa empresarial e industrial china se está viendo en aprietos y la línea centralista no ha sido de apoyo. Las primeras generaciones de millonarios chinos son precisamente miembros importantes del Partido Comunista, e implementar ideas marxistas resulta un arma de doble filo pues se enfrentan a dos líneas de pensamiento.
Unos se inclinan por un crecimiento natural de la economía, y otros, sin duda los más influyentes, continúan beneficiándose de la estrecha relación del gobierno y la economía, pues los bancos y los puestos decisivos dentro de las empresas estatales continúan en manos de los familiares de la plana mayor del Partido.
Pero el común empresarial chino, muchos de ellos comunistas pero de bajo rango, no ve esto con buenos ojos. Son ellos quienes se ven más golpeados por una potencial recesión, tanto interna como externa. Y para ellos se debe apelar a un sentido nacionalista mayor, para precisamente evitar reacciones subversivas o en masa, que minen el poder del Partido ante la sociedad.
“Es posible que estén preparando un enemigo externo en caso de que el freno de la economía pese demasiado en la opinión pública. El problema es que buena parte del Partido no ve con buenos ojos esta demonización de valores occidentales, pues después de todo, la aplicación de estos les ha dado muy buenos resultados” dijo el sinólogo Sergio Goldchluk, investigador del Instituto de Estudios Orientales (Inalco) de París, a China Files.
L, el funcionario consultado por China Files, coincide con esta visión. “Es correcto que envíen ese documento. Las fuerzas hostiles lideradas por los EE.UU. nunca han dejado de incitar a la subversión contra el gobierno chino y por ello este documento es muy necesario”, afirma.
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[Artículo producido para La Nación – Argentina]
[Crédito foto: Darcy Moore]