Si no fuera por su ubicación geográfica, Djibouti probablemente estaría arruinado. A pesar de ser uno de los países menos desarrollados del Cuerno de África, con un índice de desempleo que supera el 60%, Francia, Estados Unidos y Japón, entre otras potencias, pagan enormes sumas al gobierno por permitirles mantener bases militares permanentes en su territorio. Ahora, los chinos también quieren una porción de la torta y negocian una base en la ciudad de Obock. "Djibouti está en un punto estratégico entre el Mar Rojo y el Golfo de Adén, una zona en donde China ha participado en misiones antipiratería por varios años", explicó Lyle Morris, asociado de proyectos de la Corporación RAND y autor de varias publicaciones sobre las relaciones entre China y África.
El pequeño Estado musulmán, de unos 23.000 km2 y 820.000 habitantes, estuvo bajo control francés hasta 1977, y hoy muchas de las bases militares del país están controladas por su antiguo colonizador. En 2001, Estados Unidos construyó el Campo Lemonnier, una de las principales bases en su "guerra contra el terrorismo". Y en 2011 Japón instaló su primera base en ultramar, con el pretexto de combatir la piratería en el Golfo de Adén.
"Estamos actualmente en negociaciones", dijo Ismael Omar Guelleh, presidente de Djibouti, durante una entrevista con AFP. "Los chinos quieren proteger sus intereses, y son bienvenidos."
El gigante asiático ya pisa fuerte en el territorio africano. El comercio bilateral supera los 200.000 millones de dólares y Pekín invirtió sumas importantes en obras de infraestructura y servicios de telecomunicaciones en Kenya, Zimbabwe y Nigeria.
"Creo que el interés de China en Djibouti está ligado a una estrategia que busca una mayor presencia militar y económica en África", señaló Victor Cha, director de Estudios Asiáticos de la Universidad de Georgetown. "Djibouti está hecho a la medida para China, debido a que tiene un régimen autoritario que se puede comprar fácilmente con dinero."
"El gobierno chino ya está financiando algunas de las obras mas grandes de Djibouti, con una inversión cercana a los 9000 millones de dólares", señaló Morris. "China Merchant Holdings compró una participación importante en el puerto de Djibouti y Pekín le adjudicó a la China State Construction Engineering Corporation un contrato de 420 millones de dólares para mejorar la infraestructura del puerto", agregó.
Cualquiera que sea el motivo de China, el interés por la construcción de una base militar es mutuo. Algunos académicos de Djibouti le revelaron al diario chino Global Times que Francia paga anualmente cerca de 40 millones de dólares por el derecho a las bases, que los ingresos recibidos por parte de Estados Unidos son de unos 30 millones y que Japón no paga menos.
"China y Djibouti gozan de una amistad tradicional", dijo en marzo Hua Chunying, vocera del Ministerio de Exterior chino, refiriéndose a la noticia de las conversaciones entre ambos países. "Lo que debemos resaltar es que la paz y estabilidad de la región están dentro de los intereses de todos los países", agregó.
Lo que no mencionó Hua fue el interés del gigante asiático por asegurar recursos energéticos de la región. La Corporación Nacional de Petróleo de China se abastece casi en totalidad del crudo extraído de los campos petroleros de Sudán y Sudán del Sur, y el estrecho de Bab el-Mandeb, donde el Mar Rojo se encuentra con el océano Índico, es una de las cinco rutas petroleras más concurridas del planeta.
MERCADOS
"Pekín quiere asegurar el acceso al petróleo y otros recursos naturales, crear mercados en ultramar para sus productos y establecer plantas de manufactura en países donde la mano de obra es mas barata", explicó Larry Hanauer, analista senior de política internacional de la Corporación RAND.
Los acuerdos de cooperación entre el país asiático y Djibouti incomodaron al gobierno del presidente Barack Obama. En 2011, hubo fuertes molestias en Washington cuando los dos países firmaron un acuerdo militar que le permitía a la armada china usar el puerto de Djibouti. Sin embargo, las protestas de Washington no fueron atendidas por el gobierno de Guelleh.
"A cambio de permitirle a Pekín un acceso militar al puerto, China también le venderá armamento a Djibouti", señaló Morris. "No creo que esto afecte las relaciones chino-norteamericanas de manera significativa. Los chinos y los estadounidenses van a operar de forma independiente", añadió.
A finales de abril pasado, China envió un submarino nuclear al Golfo de Adén para hacer labores de escolta a embarcaciones petroleras y de suministros. Al tiempo que los intereses de Pekín son cada vez mayores por fuera de su área de confort del Pacífico y que su confianza en sus fuerzas armadas es más alta, la expansión de su presencia militar será un elemento ineludible en el panorama geopolítico.
[Crédito fotos: thediplomat.com, w0.fast-meteo.com]
Artículo producido para La Nación, Argentina
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