China, el Vaticano y los Jesuitas

In by Andrea Pira

Para los jesuitas la presencia en China siempre ha sido un desafío mayor. Fueron los primeros en llegar a la China imperial en 1582, convivieron con la corte, tradujeron a Confucio, adaptaron la misa al chino y Mateo Ricci, su misionero principal, está enterrado en Beijing. Siempre han querido estar allí y ahora, con el primer Papa jesuita en el Vaticano, esa posibilidad se acrecienta.

El mismo día que el Cardenal Bergoglio se convertía en Francisco I, Xi Jinping pasaba a ser Presidente de China. Y ambos, desde sus respectivas tradiciones, visiones y valores, no podrán eludir contribuir a un diálogo intercultural propio del siglo XXI. En ello los jesuitas recibieron en 2007 la instrucción de Benedicto XVI de “trabajar en las fronteras”, una tarea que en versión moderna era acercarse a todos los temas complejos de la globalidad contemporánea. Fue el marco de su quehacer en China.

Los jesuitas tienen un provincial para China. Pero también hay presencia similar en Hong Kong, donde ya se avanza en la idea de una universidad jesuita en China, con compromiso de participación de instituciones como la Universidad Iberoamericana de México.

China no tiene relaciones diplomáticas con la Santa Sede, porque éstas se trasladaron a Taiwan tras la creación de la República Popular China. Hay una iglesia católica oficial (Iglesia Patriótica) y una iglesia “sumergida” obediente al Vaticano, para una población católica de 10 a 12 millones. Pero eso no impide gestos y aproximaciones cada tanto. Un ejemplo, las declaraciones de la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hua Chunying, tras la elección del cardenal argentino como Papa:

"Felicitamos al obispo de Argentina por convertirse en el nuevo Papa. Esperamos que la Iglesia romana, bajo el liderazgo del nuevo Papa, pueda colaborar con China, hacer esfuerzos conjuntos y crear condiciones favorables para mejorar las relaciones entre ambas partes".

Por cierto, ese acercamiento tiene dos obstáculos fuertes a superar: que el Vaticano rompa sus vínculos diplomáticos con Taiwan y que el nombramiento de los obispos no dependa de la Santa Sede. Dicen los gobernantes chinos que ellos no pueden aceptar que otro Estado nombre autoridades en el suyo. Son temas que requerirán trabajo delicado y de bajo perfil.

Pero los jesuitas saben todo eso e igual han ido creando vínculos en China. En la primera semana de julio 2007 ocurrió un hecho importante, al cual no fue ajena la embajada de Chile en ese país. El mismo día que el Papa Benedicto XVI hacía pública su carta a los católicos de China (un texto que fue bien recibido en Beijing), 26 provinciales jesuitas de lengua hispana llegaron a este país asiático con el fin de conocerlo mejor y poder acercarse más a él. El grupo estaba integrado por provinciales de la Compañía de Jesús de España, Italia, Portugal y América Latina, visitaron China y asistieron a un seminario sobre la realidad china.

Como es lógico, ese encuentro se hizo con el beneplácito de las autoridades y más de un diálogo tuvo lugar con representantes del Partido Comunista. Los temas del impacto de la modernidad en hombres y mujeres de China y las interacciones culturales en el mundo global fueron parte de esos intercambios. Al mismo tiempo, los participantes escucharon diversas conferencias de académicos extranjeros residentes en Beijing, entre otros de Mario Artaza, hoy Cónsul General de Chile en Hong Kong y Juan Enrique Moya, entonces Agregado Agrícola de la Embajada de Chile.

¿Por qué nos comprometimos en darle apoyo a esa delegación? Porque, como pude señalar cuando los recibimos en nuestra representación diplomática, el primer santo jesuita latinoamericano es chileno: el Padre Alberto Hurtado.

En enero de 2008 el Superior General de la Compañía de Jesús, padre Peter-Hans Kolvenbach, presentaba su dimisión al cumplir 80 años. Al hacerlo dijo que los jesuitas viven «el tiempo de la espera» en su deseo de regresar a China, país en el que estuvieron presentes desde los orígenes de la Compañía. Ahora, su sucesor, el español Adolfo Nicolás, junto con saludar con entusiasmo al nuevo Papa señaló: “Compartimos la alegría de toda la Iglesia al tiempo que deseamos renovar nuestra disponibilidad para ser enviados a la viña del Señor, conforme al espíritu de nuestro voto especial de obediencia”.

¿Será China parte de esa viña del señor de que hablan los jesuitas? El escenario de los acercamientos ha cambiado. Y ello favorece una tarea en Asia, en la cual son expertos. Nicolás, el actual Superior, vivió por años en Tokio desde donde estuvo a cargo de la Conferencia de Provinciales de Asia Oriental y Oceanía. Fue corresponsable de toda la región jesuita de Asia Oriental que va desde Myanmar (Birmania) y China a Micronesia en el Pacífico.

En 1982, cuando se cumplieron 400 años de la llegada de los jesuitas a las costas de China se hizo una importante celebración en Roma. Nada pasó en Beijing. Pero en 2010, cuando se cumplieron los 400 años de la muerte del padre Mateo Ricci, se organizó una gran exposición con más de 200 piezas y cuadros enviados desde Italia, en uno de los mejores museos de Beijing, inaugurada por ministros y autoridades de China. Entonces, por la CCTV (la televisión oficial china) se dijo: “Ricci presentó muchos regalos al emperador, entre los que se incluían representaciones de Dios y de la Virgen María. Esas pinturas sorprendieron a los ministros y a la familia real. Desde ese momento los chinos comenzaron a conocer las religiones occidentales, especialmente el catolicismo. También fue el preludio del intercambio artístico entre China y Occidente. Ricci fue la primera persona en ganar la confianza del pueblo chino, e inspirar su curiosidad sobre el mundo occidental.”

Los jesuitas tienen una historia con China, larga y experta. El Papa lo sabe y eso puede llevar a cambios en la relación con Beijing.

Ex embajador de Chile en China y actual director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre China (CELC) de la Universidad Andrés Bello.

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