Las fábricas chinas se mudan más cerca de sus trabajadores

In by Simone

Cuando China decidió abrir sus puertas a la industria mundial presentó a su mano de obra, barata y masiva, como una de sus principales ventajas. Por más de tres décadas, trabajadores de todas partes del país se desplazaron hacia las provincias industriales en busca de trabajo en las grandes fábricas extranjeras y las nacientes chinas. Pero a la par del crecimiento económico chino, el costo de vida en las zonas desarrolladas se ha encarecido, impactando directamente el salario mínimo de los trabajadores. Se calcula que en los últimos años, se ha visto un aumento salarial de hasta un 10% anual en provincias como Guangdong o Zhejiang. Pero, para no perder su lugar como fábrica del mundo, Beijing está incentivando el desarrollo de regiones en el interior y más cerca de los trabajadores migrantes.
“El resultado son costos crecientes, que minarán las ganancias de las empresas extranjeras a menos que transfieran los costos a los consumidores o que exploren nuevos mercados de consumo para compensar la caída en la demanda en Estados Unidos y Europa”, señala el analista económico Shaun Rein en su libro El fin de la China barata.

China ya no es el lugar barato para producir de hace 20 años. Países como Vietnam, Bangladesh, Indonesia o Sri Lanka intentan atraer a las grandes firmas internacionales para que establezcan sus cadenas de producción allí, trayendo consigo empleo y tecnología.

Pero China no está preparada aún para dejar de ser la fábrica del mundo. Y por lo tanto, está incentivando a estas fábricas a mudar su producción hacia regiones del interior que tradicionalmente no tenían mucha industria, incluso con un desarrollo económico por detrás que el de los países vecinos.

Con un atractivo adicional: China cuenta con la experiencia de montar cadenas de producción de gran escala, difíciles de replicar en otros países. “Vietnam e Indonesia son mercados eficientes para la manufactura relativamente sencilla, como ropa y zapatillas, pero no para artículos más elaborados e imperiosos como equipos electrónicos”, añade Shaun Rein.

Esta decisión ha ido acompañada de políticas estatales que buscan inyectar capital a estas provincias, con el fin de replicar el modelo de Guangdong y desarrollar proyectos de infraestructura. Y la decisión ya comienza a tener efecto. Por un lado, muchas de esas nuevas plantas se han ubicado en provincias tradicionalmente proveedoras de trabajadores para las provincias industriales y comienzan a ver mayor migración interna, como Sichuan o Henan. Por el otro, se ha despertado un nuevo ritmo económico en esas zonas: Chongqing, la megalópolis de más de 20 millones de habitantes en el centro de China, está creciendo a un ritmo del 16,4% y en 2011 atrajo US $10.800 millones en inversión extranjera directa, superando incluso a Beijing.

Foxconn Technologies, fabricante taiwanés de productos tecnológicos con clientes como Apple y Dell, ha sido uno de las primeras compañías en apostar por las provincias. La empresa de 1,2 millones de empleados mantiene su planta de producción más grande en un suburbio de Shenzhen, Guangdong, pero desde hace tres años opera una en Chengdu, capital de Sichuan, que en 2015 espera emplear a 500.000 personas.

Hace menos de un año abrió otra en la provincia de Henan, que ya tiene 50.000 empleados y tiene previsto contratar hasta seis veces ese número. Nueve de cada diez empleados de esta planta nacieron en la provincia y ya trabajaron en la planta principal de Foxconn. La compañía también ha inaugurado fábricas en Hebei, Hubei y Chongqing, todas regiones de emigrantes.

La realidad es que, por más atractivos que resulten los salarios de hasta un 30% menos en otros países asiáticos, mudar a muchas empresas de China no es una alternativa viable. Pesan otros factores como la infraestructura de transporte, la cualificación de los trabajadores y la experiencia de los gerentes. Al final, una cosa es el costo de la mano de obra y otra el costo de una cadena de producción entera.

El salario del ejército de trabajadores migrantes

Históricamente la industria manufacturera se estableció en las provincias costeras, donde se desarrollaron grandes puertos y una avanzada infraestructura de transporte. Guangdong, donde nació el experimento económico de Deng Xiaoping en los años ochenta en ciudades como Guangzhou o Shenzhen, fue la verdadera cuna del “fabricado en China”. Ese modelo fue seguido por provincias como Zhejiang, que se convirtió en la meca de los textiles y la indumentaria y como Jiangsu, que se especializó en maquinaria, productos químicos y fármacos.

Para desarrollar ese boom industrial, las provincias se apoyaron en su población campesina y obrera que con el paso de los años se fueron especializando en las líneas de producción. Pero en el momento en que la mano de obra local no dio abasto, se empezó a atraer trabajadores de otras provincias como Sichuan o Qinghai. Y los trabajadores migraron sin problemas, atraídos por los altos salarios de estas zonas y la posibilidad de un empleo fijo.

Los salarios mínimos se fijan provincia por provincia, y en muchos casos varían según la ciudad. Mientras Shanghai -la ciudad más rica del país- anunció que a partir de abril el salario mínimo quedará en 1.450 yuanes (230 dólares), tras un incremento del 13%, en la región noroccidental de Gansu éste apenas roza los 130 dólares. De ahí las diferencias económicas entre las regiones.

La “población flotante” de China para 2011 alcanzó los 221 millones de trabajadores, según Li Bin, director de la Comisión Nacional de Población y Planificación Familiar de China. De éstos, 160 millones fueron personas que provinieron directamente de zonas rurales. Es decir, uno de cada cinco chinos trabaja en un lugar diferente a su residencia durante la mayor parte del año y 80 millones de ellos se trasladan a una provincia diferente de aquella marcada en su ‘hukou’ (permiso de residencia), según los cálculos de Kam Wing Chan, geógrafo de la Universidad de Washington que se ha dedicado a investigar la migración laboral china.

De un lado están las provincias receptoras. Se estima que en Guangdong residen más de 30 millones de trabajadores migrantes. Esos empleados móviles representan entre el 70% y el 80% de la fuerza laboral en las fábricas locales, una cifra nada despreciable en una provincia cuyas exportaciones sumaron US $363.000 millones en 2011. Shanghai y la vecina Zhejiang recibieron entre 5 y 7 millones de trabajadores, seguidas por Jiangsu y Beijing.

Del otro, las provincias proveedoras. Solamente de Sichuan emigran más de 7 millones de personas cada año por motivos laborales. El fenómeno es tan marcado que lugares como Jintang, un distrito remoto que pierde hasta la quinta parte de su población, mantienen oficinas de empleo permanentes en los centros industriales de Guangdong, a más de mil kilómetros de distancia.

El año pasado, 24 de las 33 provincias chinas aumentaron el salario mínimo en por lo menos un 20%. En algunos distritos de Sichuan se incrementó hasta en un 44% en 2010. Estas decisiones, si bien son tomadas localmente, obedecen a las directivas del gobierno central, que busca que los trabajadores tengan más dinero extra para gastar. Y así avanzar en el objetivo de orientar la economía china más hacia el consumo interno y los servicios, reduciendo la dependencia de las exportaciones.

Con estos cambios salariales y los costos crecientes de producción en las zonas desarrolladas, se está viendo un cambio en la migración. Muchas empresas han debido reducir su nómina, no sólo por los costos, sino por la crisis económica mundial que se reflejó en una baja en los pedidos de Estados Unidos y Europa. Al mismo tiempo, los trabajadores han comenzado a sufrir los impactos inflacionarios y buscan gastar menos. Muchos han decidido trabajar cerca de sus casas, sin importar que el salario sea inferior.

Todavía hay desafíos, como la deficiencia del transporte hasta los puertos. Pero el interior representa una de las mejores esperanzas para que China mantenga su condición de productora de la quinta parte de la manufactura mundial. De funcionar la ambiciosa estrategia, los trabajadores migrantes finalmente podrán vivir en sus regiones, con un salario que les permitirá vivir cómodamente y gastar tal como manda la política oficial china de gastar y mover el consumo interno.

Los grandes ganadores serán ellos, y la economía nacional china, que tanto busca dejar de depender de las exportaciones.

Reportaje publicado en La Nación (Argentina)

[Foto cortesía de Fang Hsieh]

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