Corría 1895 y los hermanos Lumière pusieron a andar una locomotora en un café de París: había nacido el cine. El nuevo prodigio se hizo muy popular y se esparció por Europa, para luego saltar a los Estados Unidos, en donde se transformaría en una industria global. Los gobiernos no tardaron en comprobar su poder para generar dinero y hechizar a las masas. China no ha sido la excepción y hoy quiere sustentar su crecimiento mundial con el séptimo arte.
Desde que el Partido Comunista tomó el poder en 1949, consideró el cine como un “sector estratégico”. En un principio, transformó su uso de un entretenimiento burgués a uno de herramienta de adoctrinamiento y propaganda interna. Con el paso de los años, el cine comenzó a adquirir un valor instrumental en el extranjero para China, al convertirse en una pieza clave en su estrategia de difusión del poder blando.
El término, acuñado por el americano Joseph Nye, se ha convertido en una de las bases discursivas del Partido Comunista, pensado en una forma de instaurar su cultura y valores nacionales en la arena internacional, en oposición al poder duro que se refleja, entre otras, en decisiones políticas y económicas. Parte del “sueño chino”, impulsado por el presidente Xi Jinping, se basa en hacer del país un exportador cultural, que sea capaz de crear y posicionar el imaginario chino y de esta forma, reafirmarse como una potencia cultural.
La frase “China ha avanzado sobre el mundo con la pierna económica, ahora debe hacerlo con la pierna cultural” ya se ha convertido en una muletilla de los funcionarios del Partido Es por ello que el gobierno chino está invirtiendo miles de millones de yuanes en multiplicar los Institutos Confucio (instituciones oficiales de enseñanza de mandarín y difusión de cultura china), en intercambios culturales a nivel diplomático y cultural, que exporte sus productos musicales y artísticos, y por último, en promover su industria cinematográfica, que no solo exporte filmes sino que a nivel interno posicione sus producciones y desarrolle su industria nacional.
Esto acaba de puntualizarse con el paquete de estímulo a la industria cinematográfica a través de una asignación de un presupuesto anual de 1000 millones de yuanes (163 millones de dólares). Esta serie de medidas de apoyo al desarrollo del sector fueron dadas a fines de este mes con un documento conjunto de varios ministerios. Esta inversión debería “promover el uso de alta tecnología en la producción, la exportación de películas y la producción de películas altamente comercializables, así como la creación de sitios web profesionales para apoyar la industria cinematográfica”, enfatiza un artículo de la agencia oficial Xinhua.
“Durante las últimas altas reuniones del Partido Comunista se ha puesto hincapié en la necesidad de desarrollar la industria cultural. China no podrá consolidarse como potencia y referente económico en el mundo si no consigue hacer que su cultura se exporte y sea apreciada por el resto de países”, dice a China Files Pello Zúñiga Pérez, especialista en cine chino. El paquete de medidas incluye exenciones fiscales, con la suspensión hasta finales de 2018 del impuesto al valor agregado para los ingresos de la venta de copias, los derechos de autor, la distribución de películas y la gestión en las regiones rurales del país. Además se alentará a los bancos e instituciones financieras a invertir en la industria del cine y la emisión de bonos.
El cine es ya en China una industria en pleno crecimiento. Para potenciarla, China cuenta con uno de los estudios de grabación más grandes del mundo: los Estudios Mundiales de Hengdian. En un área construida de 495,995 metros cuadrados, se encuentra hasta una réplica a escala 1:1 de la famosa Ciudad Prohibida de Beijing, una piscina gigantesca para grabaciones subacuáticas y varios sectores especiales de filmación.
En septiembre de 2013 se comenzó a construir en la ciudad costera de Qingdao, el mayor complejo cinematográfico del planeta, que abrirá entre 2016 y 2017. El centro, ideado por Wang Jianlin, el hombre más rico de China según Forbes, contemplará un estudio cinematográfico de 10.000 metros cuadrados, un museo de cera y del cine, un centro de proyecciones con salas para 4.000 personas, ocho complejos hoteleros, restaurantes y bares. De igual forma ha habido un aumento dramático en el número de salas de cine. Las cifras oficiales indican que a finales de marzo había más de 20.000, mientras que en 2010 solo había 6.200.
En 2013 surgieron, en promedio, 14 pantallas por día, un total de 5.077 . A diferencia de Estados Unidos, en donde el ingreso de taquilla creció sólo un 1 por ciento el año pasado, la venta de entradas se incrementó en un 27 por ciento en China, según datos de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos.
China se ha convertido en el mercado más grande después de América del Norte (EE.UU. y Canadá), por más de 3 mil millones de dólares en ventas de taquilla. Y no sólo esto aumenta: en los primeros cinco meses de 2014, se hicieron 420 películas, mientras que en 2013 se realizaron 358 en el mismo periodo. Instrumento interno y externo Además de ser una herramienta de poder blando, ha sido un importante medio de cohesión interna. Algo en lo que Beijing se preocupa mucho, sobre todo en momentos de agitación política. Es por ello que ha creado la carrera "especialistas en el manejo de la opinión pública", enfocado en internet y otras expresiones culturales. Con la preocupación de cuidar la cohesión interna un equipo de censores revisa cada producción que se difundirá en los cines locales, recortando o prohibiendo en donde lo crean necesario. “China mantiene una serie de barreras creativas, una estructura muy rígida en la industria de la importación y la distribución, más una apuesta por empresas de propiedad estatal que en muchas ocasiones están dirigidas por una burocracia que ni entiende ni está interesada por el cine o la animación”, explica Zúñiga. A pesar del fuerte crecimiento en el mercado doméstico, las películas chinas están luchando por posicionarse en el extranjero. Y es por ello que la decisión de subvencionar el sector va dirigida principalmente a la exportación de películas.
“La razón por la cual el cine chino no se exporta de manera más masiva es debido al contenido y el fondo cultural de las películas. La mayoría de los extranjeros no tienen conocimiento sobre la historia o normas sociales chinas y por consiguiente, al no entender el contexto, no les encuentran el significado y les parecerán aburridoras”, dice a China Files Li Chow, ejecutiva de Sony Distribution China desde 1996.
La primera película china que recogió los frutos de los esfuerzos en el séptimo arte fue El tigre y el dragón (Crouching Tiger, Hidden Dragon, 2000). Aún hoy, es la película de mayor éxito comercial en lengua extranjera en la historia de Estados Unidos, con una taquilla de 128 millones de dólares en taquilla. Desde entonces, se ha esforzado por formar parte de las potencias del séptimo arte. El último reconocimiento ocurrió durante la edición 2013 del festival de cine de Berlín, donde la película china Black Coal, Thin Ice se llevó el Oso de oro y su protagonista Liao Fan fue galardonado como mejor actor. Pero el camino exportador cinematográfico a penas empieza.
China busca implementar el mismo modelo económico en toda su producción, sea industrial o cultural. China no quiere seguir siendo una simple fábrica del mundo; quiere ser una potencia creadora. Y en el cine, encuentra muchos de los factores que busca promover para despegar a su economía del modelo de producción barata y repetitiva: creatividad, tecnología, innovación. Y que además, lo haría merecedor del sufijo Wood, para así ser el tercer centro mundial de cine, después de Hollywood y Bollywood.
Artículo producido para La Nación, Argentina.
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