El fin de semana pasado, el Partido Comunista anunció -por tercera vez en su historia desde el inicio del “modelo de apertura económica” proclamado por Deng Xiaoping- la expulsión y el inicio de un proceso judicial de uno de sus miembros de mayor rango. En este caso se trata de Bo Xilai, el principito que era hasta comienzos de año uno de los firmes favoritos para subir al Comité Permanente del Politburó del Partido, el máximo peldaño en el gobierno chino. ¿Qué hay detrás de la expulsión del político que despertaba fuertes amores y odios, precisamente convirtiéndolo en una figura muy singular dentro del mundo normalmente despersonalizado de la política china? ¿Cuáles serán los efectos de esta decisión en la transición política que vive China tras 10 años de la “era Hu-Wen”? Aprovechamos para echar un vistazo a la carrera de Bo Xilai, cuya caída desencadenó la mayor crisis política en China en dos décadas. El interrogante llevaba casi ocho meses rondando, pero el timing fue imprevisto. Justo en las vísperas de la celebración de la semana nacional y aprovechando las mentes distraídas de los ciudadanos, la agencia de noticias Xinhua divulgó la primera declaración oficial sobre la relación entre el famoso político caído en desgracia, el caso penal contra su esposa Gu Kailai y el ex jefe de policía de Chongqing, luego de más de ocho meses de conjeturas sobre un drama novelesco que involucra un asesinato, sobornos, acusaciones corrupción y enconadas luchas de poder.
“Bo abusó de su poder, cometió errores severos y asumió una gran responsabilidad en el incidente de Wang Lijun y en el caso del asesinato cometido por Gu Kailai”, señala el comunicado. Bo, a pesar de no haber sido inculpado inicialmente, sufrió un proceso de purga paulatino donde primero fue retirado de su cargo como jefe del partido en Chongqing, posteriormente eliminado del selecto grupo de 24 líderes que integran el Politburó del Partido y finalmente expulsado definitivamente del partido, sin posibilidad alguna de volver a ocupar un cargo público y con un posible castigo de pena de muerte o varios años de cárcel.
Restando las dos líneas en que se hace referencia a los casos judiciales, gran parte del comunicado hace hincapié a sus fallas a la disciplina partidaria y a antiguos casos de corrupción en los cargos administrativos que postuló. Luego, de forma ambigua, añade: “Bo mantuvo relaciones sexuales impropias con muchas mujeres. La investigación también reveló pistas sobre su sospechosa participación en otros crímenes”. Pero ningún detalle.
Las declaraciones reflejan el poco peso que tienen las pesquisas judiciales sobre el asesinato del británico Neil Heywood en su expulsión, pues -presumiblemente- presentar cargos judiciales por delitos de corrupción que ocurrieron años atrás, con conocimiento previo por parte del Partido y denunciar la “falta a la moral” por engañar a su esposa son todas faltas menores en comparación.
Las dinámicas de liderazgo
A grandes rasgos, hay dos líneas definidas de líderes: aquellos que se amparan bajo el poder de su sangre por ser hijos o familiares de los revolucionarios que lucharon por el nacimiento de la República Popular China (conservadores) y aquellos que han hecho carrera desde las bases partidarias de la Liga de la Juventud Comunista (liberales).
Ambos grupos se mantienen en constante competencia por la adquisición de rangos dentro del partido y el empuje ideológico del Estado, por las políticas que rigen el sistema de apertura económica que se viene desarrollando desde los años ochenta y hacia un desarrollo económico que mantiene la apertura, pero involucra más al mercado interno para alcanzar un mejor desarrollo social. El énfasis que se pone en una u otra interpretación de hacia dónde se debe dirigir el “capitalismo con características chinas” revela con frecuencia en qué bando se sienta un determinado líder.
Hasta el momento China ha estado bajo el rumbo de los liberales, con Hu Jintao y Wei Jiabao como sus máximos exponentes. Como parte del bando opuesto se encontraban -en la siguiente generación de líderes- el ya defenestrado Bo Xilai y el que probablemente sea el próximo presidente, Xi Jinping.
En noviembre próximo, tendrá lugar el cambio generacional definitivo en el liderazgo, en el que se escogerán al menos 5 de los 7 miembros del Comité Permanente del Buró Político chino -grupo de mayor jerarquía en el país- y 13 de los 25 que conforman el Politburó. Esta selección marcará cuales serán las directrices políticas y económicas del estado Chino para los próximos diez años.
Los pecados de Bo Xilai
Bo siempre generó cautela en los altos miembros del partido por su “perfil de político inusual”. Primero como alcalde de la ciudad de Dalian, donde llevó acabo una transformación económica basada en la atracción de empresas extranjeras y la construcción de infraestructura. Esto le facilitó su ascenso a ministro de Economía, uno de los puestos más representativos del gobierno central y que encarrilaba su carrera hacia la cúspide del Comité Permanente del Buró político.
Durante este proceso siempre contó con el imprescindible apoyo político de su camarada en el grupo de los conservadores, el ex presidente Jiang Zemin, antecesor de Hu. En el ministerio se hizo evidente su tendencia a hacerse propaganda a sí mismo y comenzó a granjearse una reputación de “político mediático”.
Es en este momento cuando las altas esferas del partido deciden enviar a Bo Xilai fuera del centro político del país hacia la ciudad de Chongqing, para frenar sus ambiciones políticas. Esta movida por parte del partido central, fue una señal de aviso característica de un sistema en el que no se acostumbra a realizar campaña política y se respetan las jerarquías de poder. Uno en donde la escalada a la cúspide se logra manteniendo un perfil bajo y resaltando las cualidades del partido y la unidad partidaria, según palabras de Joseph Fewsmith, investigador en política doméstica e internacional de China en la Universidad de Boston.
Contradiciendo esta tradición partidaria, Bo Xilai decidió hacer sus propios méritos para lograr un ascenso político rápido a través del manejo de la opinión pública, mostrando su profundo compromiso con los ideales del partido por medio de su famosa campaña “Golpeando lo negro” en la populosa ciudad de Chongqing. En ella puso en marcha un “barrido” anti corrupción que dejó un saldo de más de 3000 personas.
Pero ese operativo, que muchos consideran como el tercer punto alto en su carrera pública, también contribuyó a distanciarlo de sus camaradas del partido e incluso los del bando de los “principitos” del que él formaba parte. A pesar de que las medidas anti corrupción deberían representar un aspecto positivo para promover la imagen del partido, la implicación de uno de los allegados de otro “principito” -Yang- rompió con la camaradería con su grupo, dejando a Bo sin fuertes aliados políticos que salieran después en su defensa.
Tampoco le ayudó que su predecesor al mando de la ciudad de Chongqing, el protegido de Hu Jintao y secretario del partido en la provincia de Guangdong, Wang Yang, también se sintiera que lo habían dejado en ridículo. Wang sería después el primer político de alto rango en elogiar la decisión del partido de expulsar a Bo Xilai.
Bo también se dio a conocer por su uso de la nostalgia de un pasado al “estilo Mao”, utilizando cánticos de época para granjearse un perfil afín al del venerado “gran timonel”. Pero sus operativos fueron calificados de proclives al abuso de poder y a las torturas para lograr atrapar a los supuestos corruptos, actuaciones que reforzaron su imagen de autócrata.
Pero, más que nada, resultaban contradictorias al nuevo orden establecido después de la era Deng Xiaoping, promovía un consenso colectivo en lugar del brillo de una única figura política. A pesar de las repercusiones políticas que sus acciones podrían conllevar, Bo continuó labrándose una ruta de poder diferente a la que se practicaba en el partido, poniendo en riesgo el delicado balance de poder construido por los líderes del partido para mantener su tan promulgada “armonía”.
No se dio cuenta que la sangre y la opinión pública resultaban buenas bazas, pero que juntas no son suficientes para vencer a un sistema de pesos y contrapesos, donde los enemigos no desaparecen y los trapos sucios pueden ser utilizados en su contra en cualquier momento en la favor de la “armonía de la nación”.
Golpe a la nueva izquierda china
La indagatoria judicial en contra del ex alcalde de Dalian, ha sido comparada con los dos casos de corrupción de altos funcionarios rebeldes a las fuerzas de poder impuestas por el partido durante los últimos 15 años, sobre todo las purgas de Chen Liangyu el 2006 la de Chen Xitong, jefe del partido en Beijing en 1995. No obstante, el carismático político de Chongqing no solo no encajaba con los requerimientos para formar parate de la máxima cúpula de poder, sino también amenazaba con abrir las posibilidades a un giro en el proyecto de reformas sociales y políticas que desea implementar el grupo de poder abanderado por Hu Jintao y Wen Jiabao.
Este último había sido uno de los pocos oficiales chinos en referirse -indirectamente- al caso de Bo Xilai. “A menos que se lleve acabo una reforma política, los frutos de la reforma económica podrían ser perdidos y es incluso posible que la tragedia de la revolución cultural pueda ser repetida. Todos los miembros y grupos dirigentes del partido deberían tener un sentido de urgencia”, dijo el premier poco después de estallar el escándalo, cuando aún Bo no había sido retirado de su cargo.
La referencia de Wen a la Revolución Cultural no sólo constituía una advertencia sobre los efectos de una posible nostalgia por una época tan turbulenta como ideologizada, sino también como un golpe debilitador a la corriente de pensamiento denominada Nueva Izquierda, que simpatizaba con Bo.
“Si las fuerzas sociales de la Nueva Izquierda fueran capaces en la primera década de este siglo para influenciar el ambiente político y social del país en su conjunto, sería Bo Xilai quien daría al movimiento fuerza política”, escribía la revista China Leadership Monitor. Prueba de la importancia que Beijing le dio a recuperarla estabilidad y hacer “contención de daños” es que despachara a Chongqing una comitiva encabezada por el vice premier Zhang Dejiang.
Lo anterior expone la amenaza que representaba Bo Xilai, pues no solo estaba en juego un puesto en el Comité Permanente del Buró Político, sino que, en comparación con los dos políticos condenados con anterioridad por corrupción, Bo venía acompañado por un proyecto político que podría perjudicar, si no ahora, en un futuro, las deseadas reformas políticas y económicas previstas por un ala del partido.
Por su parte los “elitistas o conservadores” recibían una señal de aviso, pero continúan en el juego con la pronta llegada al mando de Xi Jinping, manteniendo así el peso adecuado en la balanza de poder. A pesar de la concepción “un país, dos sistemas” -inicialmente utilizada por el politólogo del Instituto Brookings, Cheng Li- la tendencia impulsada por los neomaoístas no se ve representada directamente por ninguna de las tradicionales fuerzas de poder, pues surge como un movimiento alternativo que critica abiertamente los desaciertos del partido en sus políticas sociales, la inequidad, la corrupción y la erosión de los “valores socialistas”, todos ellos aspectos que se suponía intentaba atender Bo Xilai.
Muestra de su independencia política es la censura a dos de los principales sitios web que se identificaban bajo esta postura política, Utopía y China Roja, tras la destitución de Bo. La derrota de Bo Xilai no representa la derrota del movimiento de izquierda, en opinión de Joseph Fewsmith, por la base populista que ha dejado el político. Sin embargo, para las élites de poder chino, la caída sin atenuantes de Bo representa un duro golpe a un grupo que incómoda y que pone nerviosos a los miembros encargados de la permanencia del partido en el poder, independientemente del grupo de poder al que representen.
Las palabras de Xi Jinping lo confirman: “Es importante oponerse a todo comportamiento que divida el partido y expulsar a todo miembro del partido que se haya vuelto corrupto. Es necesario mantener una actitud humilde y no volverse arrogante e impetuoso”, señaló el probable sucesor de Hu. Con el inicio del proceso judicial contra Bo Xilai y la promoción un partido comunista en contra de la corrupción y a favor del pueblo, se busca esfumar el trasfondo ideológico y político del jaque a una de las piezas más importantes del ajedrez chino.