La relación de Beijing con su patrimonio histórico es contradictoria. Si bien este año, con la inclusión del Gran Canal chino en la lista de Patrimonio Histórico de la Humanidad, la capital de China se convirtió en la ciudad del mundo con la mayor cantidad de monumentos reconocidos por Unesco como patrimonio, es también una de las ciudades donde se produce la mayor destrucción de construcciones y reliquias históricas.
Beijing se convirtió este año en la ciudad con la mayor cantidad de Patrimonios de la Humanidad en el mundo. Este honor lo obtuvo hace menos de un mes, cuando el 25 de junio se celebró la cumbre anual de la Organización Educativa, Científica y Cultural de las Naciones Unidas (Unesco, por sus siglas en inglés), declaró como Patrimonio el Gran Canal chino: una monumental obra de ingeniería de 1.776 kilómetros que une a Beijing con Hangzhou a través de canales y pequeños riachuelos.
La construcción del canal, que es el sistema acuático más extenso del mundo, inició durante el período de Primavera y Verano, unos seis siglos antes de Cristo, y luego se fue desarrollando rápidamente durante las dinastías Sui, Tang y Yuan, uniendo las cuencas de los dos grandes ríos chinos (el Amarillo y el Yangtse). Durante más de un milenio fue la principal arteria entre el norte y el centro de China, t una pieza fundamental para el transporte de granos de punta a punta. Por sus aguas llegaron a transitar 8 mil navíos al año.
También fue el escenario de muchas de las tempranas crónicas de China, desde las que escribió Marco Polo hasta las del misionero católico italiano Matteo Ricci. Hoy en día ese recorrido comienza precisamente en las plácidas orillas de Houhai, el pequeño lago artificial justo al norte de la Ciudad Prohibida, y a metros de las Torres del Tambor y la Campana, en Gulou. De ahí serpentea hacia el sur, primero pasando por Tianjin para luego cruzar tres provincias.
Atravieza la ciudad industrial de Wuxi y los emblemáticos jardines de Suzhou, antes de morir en Hangzhou y su célebre Lago Occidental. La inclusión del Gran Canal a la lista de Patrimonio de la Humanidad convierte a Beijing en la ciudad más ‘laureada’ por la Unesco, sumándose a los otros tres sitios de la ciudad considerados patrimonio: la Ciudad Prohibida, el Templo del Cielo y el Palacio de Verano. Eso le permite superar a otras ciudades como Bruselas, que tienen tres lugares en la lista. También es un reconocimiento a China como uno de los países que más le apuesta a la importancia que tiene esta lista de la ONU para la conservación su patrimonio cultural y natural. Con el Canal y las rutas de seda que inician en Luoyang y terminan en Kirguistán y Kazajstán (ambas inscritas este año), China completa doce años consecutivos postulando sitios exitosamente.
Este año alcanzó un total de 47 sitios protegidos internacionalmente; es decir, tan sólo tres menos que Italia. Como muestra de este compromiso institucional, el presidente Xi Jinping ha sido el primer jefe de Estado de la historia que ha hecho una visita oficial a la sede de la Unesco. El 27 de marzo de 2014, pocas semanas después de su posesión como presidente de China, Xi y la primera dama, Peng Liuyan, visitaron las instalaciones de la organización con sede en París, se reunieron con su directora, Irina Bokova, y enfatizó su compromiso con el "soft power" chino. "La historia nos dice que es sólo a través de los intercambios culturales y del aprendizaje mutuo que se puede llenar de vitalidad a una civilización", dijo el presidente Xi. "Si todas las civilizaciones pueden promover la inclusión, el llamado ‘choque de civilizaciones’ estará fuera de la cuestión, y será real la armonía de civilizaciones".
Pero así como China es uno de los países con la mayor cantidad de patrimonio histórico en conservación, también es uno de los países donde se ha practicado con mayor sevicia y frecuencia la destrucción de reliquias. Además de los incontables monumentos y antigüedades que fueron arrasados durante los años de la Revolución Cultural (1966 – 1974), la Administración Estatal de Patrimonio Cultural advirtió en el 2009 que desde 1982 habían desaparecido 30.995 elementos que hacían parte de su lista.
El tercer Censo de Patrimonio Nacional, realizado en el año 2012, calculó que habían desaparecido más de 40.000 reliquias inmuebles.
Sin embargo, los mismos funcionarios han advertido que sus cifras no son exactas y que a menudo los gobiernos provinciales inflan la cantidad de monumentos y reliquias para recibir mayor financiación estatal. En la actualidad, enormes porciones de las antiguas callejuelas residenciales del centro de Beijing (conocidas como hutong) son a menudo demolidas para construir edificios de vidrio, aluminio y concreto.
El profesor Zhang Zanning, profesor de derecho de la Universidad del Suroriente, le dijo en agosto de 2012 a la cadena de televisión NTD, un canal con sede en Nueva York que hace oposición al estado chino: "Durante la Revolución Cultural, la civilización de China fue destruida intencionalmente. Ahora la destrucción de reliquias chinas se realiza por varios niveles del gobierno en su afán por lograr ganancias económicas".
Aunque hay leyes que regulan la conservación, la corrupción y la poca supervisión estatal hacen que en muchas ocasiones estos controles sean inefectivos. Zhang concluyó que "esto sucede en especial porque el sistema de leyes en China no tiene una supervisión efectiva. Cuando se trata del comportamiento del gobierno, [se asume que] no debe ser supervisado".
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