Luego de que las autoridades confirmaran la identidad perteneciente a esa etnia del atacante de la delegación diplomática en Bishkek, China enfrenta el crecimiento de grupos extremistas en su territorio mientras aumenta su influencia en Medio Oriente.
A finales de agosto una camioneta atravesó las puertas de la embajada de China en Bishkek, capital de Kirguistán, y estalló matando al conductor e hiriendo a tres personas. La semana pasada las autoridades locales aseguraron que el ataque habría sido planeado por jihadistas uigures operando en Siria, lo que volcó aún más la atención sobre las conexiones entre militantes extremistas en suelo chino y grupos como Estado Islámico y Al Qaeda.
El comité de seguridad nacional de Kirguistán confirmó el pasado martes en un comunicado que tras una serie de investigaciones había encontrado que los “instigadores del ataque eran terroristas uigures operando en Siria”, según consignó la agencia AP.
Incluso el conductor muerto en el ataque fue identificado como un uigur con pasaporte de Tayikistán y miembro del Movimiento Islámico de Turkestán del Este, un grupo extremista con actividad en Siria.
En tanto la región de Xinjiang, en el este de China, alberga a unos 10 millones de uigures, la mayor comunidad de esa etnia en el mundo. La relación con el gobierno central en Pekín es tensa debido a las restricciones aplicadas en el pasado a las prácticas religiosas y al separatismo que inunda la región que comparte una frontera con Kirguistán, Kazakstán, Rusia, Mongolia, Tayikistán, Afganistán, Pakistán y la India, en especial debido a diferencias históricas con la mayoría han en China.
Estas tensiones han generado un clima de violencia acrecentado por diferentes ataques terroristas en suelo chino que, también, parece haber cruzado la frontera para alcanzar a las representaciones diplomáticas del país.
En rigor, según diferentes reportes un buen número de uigures viviendo en diferentes países de Asia Central se ha unido a Estado Islámico en Siria e incluso uno de ellos proveniente de Kirguistán participó en el ataque en el aeropuerto Atatürk, en Estambul, que en junio dejó un saldo de 48 fallecidos.
Según el sitio especializado Jihad Watch, los uigures chinos peleando en Siria podrían ser miles mientras que Modern Diplomacy estrecha el conteo a entre 1.000 y 1.500 personas.
En este contexto China parece estar buscando un rol más activo en Medio Oriente con el establecimiento en marzo de una base en Djibouti, en el “cuerno de África” pero también a escasos kilómetros de la Península Arábiga, y la ampliación de relaciones comerciales con Irán tras el levantamiento en enero de parte de las sanciones que pesaban sobre el país persa.
Al mismo tiempo, esta expansión podría enfrentar a Pekín con posibles tensiones religiosas con la comunidad musulmana, que alcanza los 20 millones de fieles a lo largo del territorio y que excede a los uigures. Pero puede resaltar también las conexiones entre su propio extremismo vernáculo y separatista y las fuerzas del jihadismo, especialmente el de Estado Islámico, tanto en el caldero de Siria como en casa.
[Crédito foto: EPA]
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