Anomalía en el imperio

In by Andrea Pira

El artista, que ha exhibido en los más relevantes museos del mundo, nunca antes había expuesto de manera individual en la capital china por las tensas relaciones con el sistema político de su país. Sin embargo, el pasado 6 de junio se abrió una muestra que, al parecer, devuelve al redil a un rebelde con causa.
"El siguiente”, ordenaba en inglés cada diez segundos un hombre alto, de mediana edad y cabello gris estilizado, que contrastaba con la multitud de personas chinas que hacían fila. “El siguiente”. Tres trípodes con sus cámaras rodeaban su objetivo, iluminado por luces de fotografía y de pie frente a una pared blanca sobre la que estaba escrito en letras negras, escuetas, su nombre de tres sílabas y sus respectivos caracteres. “El siguiente”. Una chica asiática con una cresta violeta, maquillaje fucsia, falda de jean y botas negras de tacón, se acercó al foco de la atención exhibiendo una sonrisa. El afable artista de barba larga le sonrió de vuelta mientras ella posaba a su lado, levantaba el teléfono inteligente, ponía la pantalla frente a sus rostros radiantes y tomaba el mismo selfie que todas las personas anteriores. “El siguiente”.

“Mi vida es un show”, dijo Ai Weiwei a una revista de entretenimiento pocos días antes de que diera su más reciente giro dramático. El 6 de junio inauguró su primera exposición individual en Beijing, donde ha vivido durante 22 años, y desde donde se ha convertido en uno de los artistas contemporáneos más famosos del mundo, precisamente por su contradictoria relación con China.

La inauguración estaba programada inicialmente para el 30 de mayo, pero las autoridades chinas solicitaron que se aplazara hasta después del 4 de junio, fecha sensible por ser el aniversario de la masacre de Tiananmen, a la que no se puede hacer alusión pública en la China continental. A pesar de ser Ai Weiwei, a los ojos de occidente, el artista disidente chino por excelencia, la solicitud de las autoridades fue acatada.

Pocos días antes de esa concesión, el 21 de mayo, Ai fue galardonado con el Premio Embajador de Conciencia, de Amnistía Internacional, por “mostrar un liderazgo excepcional en la lucha por los derechos humanos, a través de su vida y su trabajo”. Dado que el Estado chino le ha confiscado su pasaporte desde 2011, a causa de una imputación por fraude tributario, una acusación que ha sido denunciada como una artimaña para ejercer persecución política, a la ceremonia de premiación en Berlín tuvieron que asistir, en su lugar, Chris Dercon, director del museo Tate Modern de Londres, y Ai Lao, su hijo de seis años.

“Realmente espero que mi padre pueda recuperar su pasaporte”, dijo Lao en el escenario al recibir el premio.

Al tiempo que Amnistía Internacional reconocía el historial de disidencia de Ai Weiwei, el artista y un equipo de diseñadores, constructores, restauradores y transportadores, desmantelaron una estructura de 400 años en la provincia de Jiangxi, y la transportaron por tierra, casi 1.500 kilómetros, hasta Beijing, para la instalación dividida en dos galerías distintas aunque contiguas. Desde una se puede ver la otra, gracias a la discreta pantalla de un circuito cerrado de video. La enorme estructura ocupa la mayor parte del espacio, que por demás tiene objetos simbólicos y juegos de referencia.

En la primera galería hay cientos de picos cercenados de teteras blancas, una serie de réplicas de una taza de la dinastía Ming, que se vendió recientemente en una subasta por más de 36 millones de dólares, un dragón chino y tres hileras de linternas deshechas. En la segunda, una escalera de madera pintada de colores vivos, un espejo con unos brochazos de los mismos colores, unas fotografías que muestran el ayuntamiento antes, durante y después de ser desmantelado en su lugar de origen, y un breve video documental que presenta el proceso de creación de la obra. Es un proyecto de gran envergadura. No es una exposición banal.

Sin embargo, no solo está exenta de una crítica política abierta al actual gobierno chino, sino que además motivó un editorial favorable en el Global Times, uno de los tabloides de la prensa oficial; la misma publicación que en 2011, cuando Ai fue arrestado, recibió la orden de emprender una campaña de desprestigio contra él. En su editorial del 7 de abril de 2011 se lee: “Si Ai Weiwei decide tomar una actitud distinta hacia la ley que la gente normal, la ley no se modificará ni se echará atrás por de la presión de occidente y de la crítica a favor de ‘personas especiales”.

Ahora, el editorial del 11 de junio ha señalado como un gesto importante que las autoridades hayan permitido la exposición individual de Ai, y ha conminado al artista a dejar atrás el arte disidente y concentrarse en los temas chinos. “El público chino no está familiarizado con el arte moderno. Sería importante que Ai pudiera producir más obras de arte que abrieran los horizontes del público chino y aumentaran su interés en el arte moderno (…). ¿Se convertirá Ai en este tipo de artista y ganará el reconocimiento del público chino? Eso esperamos. Quizás es hora de pasar la página con respecto a la controversia política de Ai”.

En efecto, ¿se convertirá Ai Weiwei en ese tipo de artista? ¿Busca recuperar su pasaporte? “Es interesante la pregunta de si recuperará su pasaporte para la exposición de septiembre en la Royal Academy, en Londres. Se está dando una suerte de negociación implícita entre las dos posiciones (la del artista y la del gobierno)”, dijo Alessandro Rolandi, artista italiano que ha trabajado durante doce años en el Distrito 798 de Beijing, el corazón de la escena artística local. “Hay muchos niveles que, como occidentales, no podemos comprender, porque tienen que ver con el poder en China. Ai Weiwei nació dentro de ese círculo de poder. Su padre fue uno de los poetas más importantes de la generación de Mao. Así que Ai hace parte de esa aristocracia roja. Puede hacer cosas distintas porque nació en una familia que ha lidiado con el poder. Además lo hace de forma inteligente. No es un mártir. Su aproximación no es lo que nosotros llamaríamos ‘coherencia’. A los coherentes los encierran durante veinte años en la cárcel”.

Wu Yuren es un artista y activista político que estuvo preso durante 10 meses, bajo el cargo de haber atacado a un grupo de policías dentro de una comisaría. Sin embargo, Wu insiste en que no se abalanzó sobre ellos, sino que fueron ellos quienes lo llevaron a una habitación para golpearle. Es la misma versión que sostiene Yang Licai, un amigo que lo acompañaba ese día. Se ha dicho que la golpiza y el arresto fueron una retaliación por haber hecho una manifestación de protesta frente al conjunto residencial de los más altos dirigentes de China.

“Hablé con Ai Weiwei sobre esto y él tiene una actitud muy clara sobre su lucha desde el arte contra las limitaciones del gobierno de China. Va a seguir combatiendo”, dijo. “Aquí todavía hay muchas limitaciones, especialmente políticas, a causa del gobierno. La lucha de Ai Weiwei tiene un objetivo: liberar al círculo de artistas para lograr que puedan tener más libertades y espacio para desarrollar su trabajo”.

“Cuando estaba en occidente era muy difícil asumir una posición crítica, porque era un santo o un charlatán”, dijo Rolandi. “Realmente Ai es una anomalía, y lo que es sorprendente de él es que siempre logra estar en una posición en la que capta toda la atención. Su medio es la comunicación y logra sobrevivir manejando los límites, y moviéndose muy hábilmente en las distintas aguas. Nuevamente, chapeau”.

Ai Weiwei no se ha manifestado públicamente con respecto a si podrá salir o no de China para asistir a la exposición en Londres. Hay especulación de que sería una concesión de China a occidente en la antesala de la visita presidencial de Xi Jinping a Estados Unidos, que también será en septiembre. Por lo pronto, nada está confirmado y los visitantes siguen asistiendo a su exposición. En este momento, Ai está en la rara y a la larga quizás insostenible posición de ser bien visto por el gobierno de China y por la disidencia.

*El pasaporte de Ai Weiwei fue devuelto por las autoridades chinas el 22 de julio de este año, cuatro días después de que se publicara esta nota en la Revista Arcadia. La exposición Ai Wei Wei estará en la Galleria Continua, ubicada en el Distrito 798 de de Beijing, hasta el 6 de septiembre.

Artículo producido para Revista Arcadia, Colombia

[Crédito foto:Vancouver Biennale/Santiago Villa]

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