Acaba de terminar la semana de oro en China, semana de vacaciones que festeja la fundación de la República Popular. En ella se vivieron algunas situaciones que reflejan muchos aspectos del país en la actualidad.
En esta semana dorada millones de súbditos del Imperio Celestial se pusieron en camino, llenando estaciones, trenes, aviones, calles, autopistas… Regresaban a sus pueblos nativos o iban de paseo a las grandes ciudades alrededor del mundo.
Cada año, las crónicas abundan en historias de interminables filas de coches, masas humanas de carne sudorosa y fría, pegajosa. Y las imágenes que retratan el amontonamiento dan la vuelta al mundo. Este año, elegimos un par de historias que nos parece importante para mostrar un país en transición.
El fin de semana, todo el norte de China se vio afectado por una espesa nube de smog que superó niveles insospechados. El Observatorio Ambiental de Beijing anunció que las partículas finas que flotaban en los seis distritos del centro de la ciudad estaban entre 225 y 245, lo que significa el nivel 5 en la escala de la contaminación, muy cerca del 6, el máximo que un ser humano puede soportar.
"Todo el mundo debe evitar toda actividad física al aire libre", dijo la embajada de EE.UU. en Beijing, advirtiendo en inglés a sus compatriotas.
La situación ha obligado a cerrar carreteras y cancelar vuelos, mientras muchos chinos ya estaban en camino. La policía cerró seis autopistas provinciales, incluidas las que conectan la capital con Harbin, en la provincia nororiental de Heilongjiang, Shanghai -al sur- y cerca de Tianjin, pasando por la provincia de Hebei.
El aeropuerto internacional de Beijing debió cancelar cuatro vuelos internacionales debido a la baja visibilidad que permitía el smog. Entre ellos dos a Mongolia y Rusia, mientras que otros tres se retrasaron. Lo mismo para muchos vuelos nacionales.
Pensar que para las vacaciones de otoño-invierno ocurrirá lo mismo no es para nada infundado. Mientras tanto, las autoridades siguen prometiendo acciones para reducir la contaminación. Pero por el momento no han hecho nada realmente efectivo.
Ahora que la nueva clase media está disfrutando el placer del viajecito -el símbolo por excelencia de adquisición- se multiplican los efectos desestabilizadores de la nueva emergencia ambiental, creando una mezcla explosiva.
Cabe señalar que, en China, los "accidentes" (es decir, protestas) por razones ambientales superan los causados por la expropiación de tierras.
En la final del Torneo Abierto de Tenis, que se celebró en Beijing, se vieron espectadores que llevaban máscaras anti smog, mientras que el torneo de golf Reignwood LPGA Classic debió suspenderse por tres horas.
Otra historia, que titularemos "derechos de los consumidores".
Esta no tuvo lugar en la última semana, sino a mediados de agosto. Dos agencias de viajes de la provincia de Yunnan y sus guías fueron castigados por haber obligado a los viajeros a pagar más por "platos típicos tibetanos". Cuando se dice "forzados" significa que los operadores amenazaron a los turistas de dejarlos al borde de la carretera si no pagaban el añadido.
Un vídeo de la CCTV muestra a los guías obligando a los clientes a pagar un mínimo de 380 yuanes por persona (más de 60 dólares) por una "comida típica". El precio variaba en función de lo que había comido el turista desprevenido: el yak era más caro, mientras que el pollo valía 20 yuanes menos. Los turistas hicieron la denuncia y los guías fueron arrestados mientras que a sus agencias se les retiró la autorización laboral.
Hay mucho de la China contemporánea en esta historia. La amenaza del más fuerte al más débil, la complicidad de la autoridad. Pero también existe la denuncia y la represión, mensaje de lucha contra la corrupción que el liderazgo en Beijing quiere llevar a todos los rincones del país. Incluso cuando está de vacaciones.
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[Crédito foto: telegraph.co.uk]