América Latina le saca provecho al rentable negocio de las patas de gallina

In by Simone

Fritas, hervidas, en sopa y condimentadas, rellenas y a la mostaza, frescas o empacadas al vacío. Servidas de todas las formas posibles, las patas de gallina son uno de los pasabocas más populares en China y se han convertido en uno de los nichos de exportación más apetecidos para muchos países. Mientras que en Colombia, Argentina, Brasil y gran parte del mundo son considerados un despojo o una materia prima para hacer concentrados para animales, en China su consumo no para de crecer. Y los países latinoamericanos se han convertido en sus principales proveedores.
Hasta hace un año, Estados Unidos tenía prácticamente monopolizado las exportaciones para el territorio chino. Por donde se le viera era rentable: en Estados Unidos, el mayor productor avícola del mundo, las partes habían sido siempre desechadas como no comestibles. Hace dos años las ventas a China y Hong Kong alcanzaron las 377 mil toneladas y US $278 millones, copando casi el 98% del mercado.

Pero en 2010 Pekín impuso aranceles antidumping de hasta un 105% a las garras estadounidenses, en retaliación por una decisión similar aplicada a las llantas chinas en ese país. La medida puso fin al lucrativo negocio, ocasionó una caída del 90% en las ventas avícolas desde Estados Unidos y abrió una disputa comercial que ya fue llevada ante la Organización Mundial del Comercio.

Tres países latinoamericanos han aprovechado el vacío que dejó Washington y se han hecho con un nicho en un mercado que paga hasta US $1.500 por tonelada. Brasil, el primer exportador mundial de pollo, fue el gran beneficiado por la disputa y vio sus exportaciones crecer en un 900% en dos años. Argentina, que provee hasta el 30% de las garras compradas por China, y Chile están exportando a capacidad máxima. A medida que el consumo de las garras se expande, otros países intentan sumarse, entre ellos Uruguay.


Garras colombianas

El solo mercado de las patas de gallina movería unos US $900 millones anuales en China, según los cálculos del sector avícola estadounidense. Pero, a pesar de la alta demanda por las garras de pollo, actualmente son pocos los países que cuentan con la certificación fitosanitaria para exportarlas a China. Debido a estas restricciones, muchos exportadores han optado por vender sus garras a través de Hong Kong o de Vietnam. Sin embargo, en los últimos años el gobierno chino ha buscado limitar esa triangulación.

“Ojalá se pudiera importar directamente las patas a China porque es un muy buen negocio. En estos momentos sigue siendo bueno, pero el riesgo es muy alto a causa de las demoras que se puede tener en puerto y de los costos de bodegaje”, cuenta Ricardo Restrepo, empresario antioqueño y cofundador de JCR Trade, empresa con sede en Bogotá y Pekín, que desde 2009 hasta 2011 importaron 1.500 toneladas a China. Actualmente están en negociaciones para reiniciar exportaciones, buscando opciones que no traigan complicaciones e ilegalidades para entrar los productos a China. Según cifras de la Aduana Colombiana, empresas como Cold Feet Colombia Ltda o Corpavicol S.A.S también venden hacia China.

Agriexport es una empresa argentina que actualmente está comprando una gran cantidad de patas de pollo colombianas que luego son exportadas a China, aprovechando el libre ingreso que tiene este país. Sin embargo, esto no se registra como ventas hacia Asia sino precisamente como una figura más de triangulación por el cono sur.

Pero más allá de la conveniencia de poder vender a buen precio un producto usualmente considerado como un despojo, la entrada de las garras al mercado chino puede impulsar las ventas avícolas a un país que rápidamente se posiciona como uno de los mayores compradores mundiales. Aunque China produce 12.550 toneladas de pollo anualmente, no le alcanza para satisfacer la demanda de sus 1.350 millones de habitantes, cuyos hábitos de consumo se han venido transformando vertiginosamente con los cambios económicos de los últimos años.

El raciocinio detrás es claro. Al valorizar súbitamente las extremidades, el precio total del pollo puede aumentar hasta casi el doble. “Así vendamos sólo las patas, este volumen nos ayudará a lograr unos mejores precios compensados para el pollo completo”, señaló Andrés Moncada, presidente de Fenavi. Y si sirve para impulsar las ventas de otras partes del ave, la ganancia puede ser por partida doble. Para Brasil, que vendió 122.500 toneladas de pollo a China en 2010, las patas pasaron de representar el 70% de los envíos totales a la mitad, según datos de la Unión Brasilera de Avicultura.

Esa podría ser una buena noticia para Colombia. “En un momento en que se viene el TLC con Estados Unidos, tenemos que abrirnos a otros mercados internacionales”, señala el presidente del gremio avícola. “No solamente el índice de consumo de pollo por persona en China viene incrementando porque el ingreso per capita está creciendo, sino que el volumen es descomunal. La prioridad para el sector es que podamos abrir ese mercado a la mayor brevedad. Tenemos todo el interés y vamos a trabajar de la mano del gobierno”.

El mayor problema es que quien tiene la llave para comenzar el complejo proceso de certificación fitosanitaria es Colombia y no China. Y no es el gobierno nacional, sino el propio sector que debe apuntar hacia este país como un objetivo a largo plazo. Para certificar toda la cadena de producción, un proceso que puede durar varios años, las autoridades sanitarias chinas exigen que las granjas avícolas productoras cuenten con un sistema de control de residuos. Hasta la fecha, en Colombia no se ha impuesto este requisito, básicamente por una resistencia por parte del sector que considera como altísima la inversión económica necesaria para instaurar este sistema.

El mismo gremio reconoce que el tema de las ventas de carne de pollo a China no ha sido estudiado a fondo. “Sabemos que las patas tienen una alta preferencia y que el precio es muy conveniente, pero realmente no tenemos información detallada sobre cómo hay que prepararlo, qué ventajas presenta ni qué condiciones de comercialización hay”, señala Moncada.

El dilema está entonces servido. ¿Para qué comenzar el proceso de certificación fitosanitaria si las granjas avícolas no serían certificadas todavía? Tomar la batuta de los otros países latinoamericanos requiere una estrategia concertada del sector. Al fin y al cabo, China constituye una oportunidad no sólo para colocar las codiciadas patas, sino para toda la industria avícola nacional a largo plazo.

Artículo publicado en Portafolio (Colombia)

[Foto cortesía de Victoria Reay]