LA VIDA AL SUR DE LA GRAN MURALLA: WeChat conquistará al mundo

In by Andrea Pira

No es nada fácil convencer a las personas que viven fuera de China de usar WeChat, pero el día que decidan hacerlo esta aplicación arrasará con las redes sociales occidentales.
¿Que cómo conozco a chicas para salir? -, Bernard ríe y saca su móvil del bolsillo.

Es muy fácil. Abro el radar de WeChat: el que me dice qué otras personas están cerca. Miro sus fotografías, me decido por una chica y le escribo. Muchas chinas sienten curiosidad de salir con un hombre negro.

Estamos en un restaurante de comida de Xinjiang cerca a Hepingxiqiao. Vamos por la segunda o tercera botella de Yanjing y no pudimos terminar ninguno de los enormes platos de carne de cordero y cerdo amontonados sobre nuestra mesa.

El ingeniero de sistemas ruandés manipula con el dedo índice su aparato. Sonríe. Me muestra la pantalla: – Mira, allí están.

En efecto, la pantalla arroja varios rostros: puras chicas chinas. Algunas bastante guapas. Sin duda en este contexto el perfil de Bernard llama la atención: – Cuando quiero salir con alguien comienzo a mandar mensajes. Algunas no me responden, pero otras sí.

Llevo dos años en China y WeChat me sigue sorprendiendo.

Se repite hasta el cansancio en occidente que los chinos no son creativos; que el país no es una fuente de innovación, sino simplemente copia lo que han inventado los occidentales o los japoneses. Weibo es Twitter. Baidu es Google. Taobao es Amazon.

¿Pero WeChat? Se parece a Facebook, sin ser exactamente lo mismo. Es como un WhatsApp, pero la comparación se le queda corta. Es tentador decir que es una mezcla de los dos, aunque eso es una simplificación. Tiene cosas del uno y del otro, si bien va mucho más allá.

Curiosamente fue también en un restaurante de comida de Xinjiang que WeChat me reveló otra de sus facetas. Éramos ocho personas, y como suele suceder con los grupos grandes, a la hora de pagar la cuenta algunos le debían 20 yuanes a otros, el que recogió el dinero tenía que darle vueltas de 15 yuanes a unas tres personas, el que le había prestado al otro para las bebidas no tenía con qué devolverle, en fin, el típico lío microfinanciero que en otros países termina en amnistías generales, promesas vacías o guerras soterradas.

Aquí no.

¿Cuánto te debo? ¿Cinco yuanes? Perfecto, te pago por WeChat -, me dijo la persona que me había pedido prestado para una cerveza mientras yo la miraba estupefacto.

Cuando al fin reaccioné fue para decir: – ¿Eso se puede?

Claro, no tenía una cuenta bancaria atada a WeChat, pero parece que estoy en la edad de piedra con respecto a esta aplicación. Aclaro que si tuviera una cuenta atada a WeChat la asumiría una billetera virtual, y como toda billetera, no andas con seiscientos dólares en ella porque te la pueden robar. En todo caso, ese momento en el restaurante fue uno de aquellos episodios ‘ciencia-ficción’ de la vida real en los que me he dicho: "Joder, Santiago, estás en el futuro".

Así será, eventualmente, también en occidente. El papel moneda está volviéndose tan obsoleto como el papel periódico.

Sin embargo, cuando viajo a occidente y trato de adoctrinar a mis amigos para que entren al "Culto WeChat", fracaso rotundamente. Me miran como si les propusiera hacerse Testigos de Jehová. El principal problema es que Facebook y WhatsApp les tienen secuestrados, y para lograr un cambio de servicio de mensajería tendrá que haber un efecto en bola de nieve que lo motive.

Tencent pagaría una fortuna, y está en efecto invirtiendo eso, en dar con la clave de cómo poner a rodar esa bola.

Una última ventaja de WeChat sobre WhatsApp y Facebook, además de que su servicio de telefonía gratis es mucho mejor, es un asunto de etiqueta compatible con el afán chino de ‘salvar la cara’ ante los demás: la aplicación no le dice a quien te envió un mensaje si lo leíste o no. Puedes discretamente hacerte el imbécil y aún así quedar bien cuando no quieres responder a un mensaje.

Quizás el principal problema de WeChat sea el acceso que el gobierno de China tiene a lo que se comparta allí. Sin embargo, tras las revelaciones de Edward Snowden, sabemos que la Agencia Nacional de Seguridad y la CIA espían nuestras redes sociales. Sólo los ingenuos creen todavía en la absoluta privacidad de estas plataformas. De hecho, todo teléfono móvil es, para los gobiernos del mundo, un GPS para rastrear a sus usuarios; pero ya me está jalando la fuerza de gravedad de la política, y al menos esta vez no quería hablar de política.

[Crédito foto: WeChat]

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