Leemos algunas estadísticas mundiales – hay 129.864.880 libros publicados en el mundo, sale uno nuevo cada hora, etc.- y chins. Una de las primeras preguntas que surge al comprobar el asfixiante ritmo de publicación es: ¿Cómo un libro puede sobresalir, cómo podemos encontrar el libro que nos estaba esperando entre la multitud de libros?
Entre los escritores chinos, Feng Tang logró desmarcarse, sin convertirse en un best-seller, entendiendo esta expresión como un género, y no con base en el número de ventas (aunque por número de ventas sí podría considerarse un best-seller). Y no solamente por su literatura, que parece única en el panorama, sino también por su persona, su personalidad o su personaje -aunque la salvedad es innecesaria, dado que la proyección de la persona es parte de la obra-. Quizás un escritor necesite hoy, además de talento e inteligencia, ese sexto sentido para volverse casi una marca. Feng Tang supo cómo hacerlo.
Algo que los críticos remarcan enseguida es el uso del sexo en sus novelas. Obviamente, no es el único escritor que utiliza el sexo en sus escritos hoy en día. La diferencia está en cómo lo usa y en qué contexto.
En Michel Houellebecq, por ejemplo, sorprende que la experiencia sexual está contada con la misma intensidad narrativa con la que se describe a un personaje tomando un taxi o preparándose un café. En las obras del escritor francés, el sexo está puesto en el mismo plano, como una actividad más, contada casi con desprecio. Pero se advierte que es alrededor de esa actividad, o de su falta, que giran sus personajes.
Por el contrario, cuando se lee a Feng Tang, el sexo cumple la función de un “acelerador de partículas narrativas” -para usar una expresión de César Aira-, que empuja la historia y le da relieve.
Pero sin duda la marca registrada de Feng Tang es su especial uso del lenguaje, preciso y juguetón. Puede incluir en medio de una estructura elegante y con resonancias clásicas palabras como 鸡鸡 (“pito”) que suenan infantiles y vulgares. Esas palabras sirven para herir un clima helado, en el que se desarrollan sus personajes.
Otra de sus palabras fetiches es 阴茎 cuya traducción sería “pene”, aunque en chino resulta un término casi de la medicina lo que hace de las situaciones sexuales no un momento íntimo e intenso sino un trámite casi burocrático. Da miedo.
Feng Tang estudió medicina y luego negocios. Sin embargo, siempre quiso ser escritor. Cuando en una entrevista le pidieron que se definiera con una palabra dijo “audacia”. En la misma entrevista dijo que la lengua china era la mayor obra de arte de la cultura universal.
El hecho de haber estudiado medicina -y no podría ser de otra manera- dejó sus marcas en la escritura de Feng Tang. Es lo que se mencionaba anteriormente: usa la lengua con la fría prudencia del cirujano. Pero del cirujano que finalmente hace un corte importante y cambia un organismo.
Parece que Feng Tang escribe despacio y sabe en cada caso por qué usó una palabra, mezclando registros. El resultado es la incomodidad. A lo mejor podría decirse que la primera sensación ante los textos de Feng Tang es de incomodidad: la molestia que producen los médicos, con sus guardapolvos blancos y su saber ancestral, que nos incomoda porque domina lo único que tenemos, la última y única posesión real, la única certeza: nuestro propio cuerpo.
Las recetas de los médicos también están escritas en una lengua rara; por algo se dice que no se les entiende lo que escriben. En español, cuando alguien tiene una letra indescifrable, se dice que tiene “letra de médico”. Y cuando se dice “letra de médico” se hace referencia a una caligrafía bella, delicada, pero que no se entiende del todo. Podría decirse que Feng Tang tiene escritura de médico.
[Crédito foto: Associated Press]
También puedes leer:
– Estreno mundial en español de la obra de Nick Rongjun Yu