El próximo sábado se llevará a cabo una cumbre histórica entre el presidente de China, Xi Jinping, y su homónimo de Taiwán, Ma Ying-jeou. En esta sinología, Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China, explora las relaciones bilaterales desde que Ma llegó al poder, y asegura que, a pesar de la división de las fuerzas políticas, ambas repúblicas han logrado establecer un "positivo clima" en sus lazos.
La presidencia de Ma Ying-jeou (del partido Kuomintang-KMT) en Taiwán, iniciada en mayo de 2008, se ha venido caracterizando por postular una aproximación activa a China continental. El contraste con el periodo inmediatamente anterior (2000-2008), bajo el liderazgo de Chen Shui-bian (del Partido Democrático Progresista-PDP), no podría ser mayor. Reiterando la firmeza de las “tres negativas” (no unificación, no independencia, no guerra), Ma y el KMT han venido realizando importantes esfuerzos para redefinir y construir una nueva relación con China continental, acorde con sus necesidades estratégicas de inserción económica regional y global (tengamos en cuenta que en 2010 entró en vigor el área de libre comercio China-ASEAN) y con aquellas tendencias que apuntan a la confirmación de China como un actor global de primer orden en pocos lustros.
El principio general que inspira el diálogo bilateral es el llamado “Consenso de 1992”, según el cual ambas partes reconocen la existencia de “una sola China”, si bien difieren en la interpretación del concepto. Se trata de un acuerdo tácito, cuya existencia real algunos contestan, que contribuye a diluir el mayor factor de tensión (la postulación de un Taiwán independiente), aceptando que Taiwán es una región de China.
Nada más iniciarse el actual mandato, Beijing y Taipei reanudaron los contactos entre la continental ARATS (Asociación para las Relaciones a través del Estrecho) y la taiwanesa SEF (Fundación para los Intercambios a través del Estrecho), suspendidos en 1996, durante el mandato de Lee Teng-hui (1988-2000), sucesor directo de Chiang Ching-kuo y primer presidente elegido en Taiwán por sufragio directo (1). A renglón seguido, se puso fin a décadas de incomunicación directa normalizando los 2 intercambios aéreos, marítimos y postales, a través de diferentes acuerdos, todos ellos culminados en un tiempo récord.
El entendimiento establecido en 2005 entre el Partido Comunista de China (PCCh) y el KMT con el objetivo primordial de frenar el independentismo taiwanés ha contribuido de forma decisiva a consolidar tan profundas y positivas dinámicas en las relaciones bilaterales.
La economía, lo primero
Pese a las diferencias políticas entre Beijing y Taipei, incluso durante la etapa de gobierno del PDP, las relaciones económicas y comerciales han venido aumentando de forma importante. Cada vez más empresarios taiwaneses invierten en el continente en diferentes sectores, tratando de tirar provecho de las ventajas de su mercado y sorteando las restricciones legales impuestas por razones de seguridad. En lo económico, la capacidad de atracción del continente es irresistible y ello explica que, en la nueva etapa, las primeras preocupaciones se hayan centrado en establecer un marco claro para el desarrollo de dichas relaciones con el propósito de proporcionar reglas precisas y seguridad a los diferentes actores económicos.
El Acuerdo Marco de Cooperación Económica (AMCE), firmado en junio de 2010 por la SEF y la ARATS, es un tratado general llamado a regular las reducciones arancelarias, el acceso a los mercados, la protección de las inversiones y la cooperación económica en áreas como la propiedad intelectual y otras. Dicho acuerdo es contemplado por Taipei como el mecanismo indispensable para facilitar la posterior celebración de tratados de libre comercio (TLC) con sus principales socios comerciales (EEUU, Japón, la UE o los países miembros de la ASEAN), soslayando la velada oposición de Beijing en ausencia de dicho acuerdo previo.
El primero de enero de 2011 entraron en vigor los aranceles preferenciales previstos en el AMCE, reduciendo las tarifas aduaneras sobre 800 productos. De ellos, China continental ha realizado el mayor esfuerzo, ya que ha aplicado la reducción a 557 artículos taiwaneses de los sectores más diversos, desde la venta de pescados a las bicicletas, pasando por los productos químicos, las máquinas-herramienta o las construcciones metálicas. Por su parte, Taiwán ha reducido las tarifas de 267 productos chinos exportados a la isla, desde el cemento al té verde, incluyendo la petroquímica, los equipos electrónicos o los repuestos para automóviles. El acuerdo, que incluye igualmente los servicios y la banca, prevé una reducción escalonada en tres años en función de los sectores.
Así pues, el acuerdo, si bien no equivale a la solución de todos los problemas, muchos de los cuales requerirán, a juicio de los expertos, un lustro al mínimo para ser debidamente resueltos, sin duda alguna, normaliza los intercambios a este nivel y señala un cauce a seguir para fortalecer las relaciones comerciales y facilitar la integración económica. Beijing, además, parece dispuesto a realizar importantes sacrificios en aras de acentuar su atractivo para el colectivo empresarial y el conjunto de la sociedad 3 taiwanesa, así como para fortalecer políticamente a Ma y el KMT en la isla, los principales valedores de esta política.
Pese a ello, como cabe esperar, no todo es necesariamente bueno en el acuerdo (las principales reservas afectan al textil o al sector agrícola), pero supone añadir una importante dosis de naturalidad a la relación con China continental, si bien con la cautela de gestionarla con cuidado para no extremar las dependencias, asegurándose la potenciación del consumo doméstico y de otros mercados potenciales.
El acuerdo económico podría calificarse del acontecimiento más significativo en las relaciones a través del Estrecho desde 1949. No obstante, todos coinciden en señalar que una vez superado el momento del primer y gran entusiasmo, su ejecución en detalle y la negociación de ulteriores acuerdos pueden generar importantes y cada vez más pesadas tensiones. Los negociadores lo han reconocido en numerosas ocasiones al recordar que su táctica consiste en resolver lo más fácil primero para seguir después con los asuntos de mayor complejidad.
La apuesta por la maximización de la cooperación económica entre ambos lados del estrecho de Taiwán es el asunto central de la actividad de la SEF y la ARATS en esta etapa y debe significar el comienzo de una nueva era en el desarrollo pacífico de las relaciones entre ambas partes.
El acercamiento entre China continental y Taiwán ha tenido su máxima expresión en el orden económico, pero no solo. En el ámbito turístico, por ejemplo, en el año 2010, más de 1 millón de chinos del continente visitaron Taiwán, con un incremento del 67 por ciento con respecto a 2009, reemplazando a Japón como primer fuente de clientes del sector turístico (2). Los viajes organizados de turistas chinos fueron autorizados en el verano de 2008 y aunque el permiso para realizar viajes individuales no tiene fecha, las negociaciones prosiguen a buen ritmo.
En lo educativo, a partir de septiembre de 2011 podrán cursar estudios superiores en Taiwán los primeros estudiantes continentales. La autorización tiene límites (en número, en materia de acceso a becas o en cuanto a la lista de universidades públicas y privadas accesibles), pero cabe imaginar una progresiva flexibilidad.
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[Crédito foto: Aljazeera] También puedes leer:
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