Xulio Ríos, investigador del Observatorio de la Política China, habla sobre las tensiones sociales y ambientales presentes en China.
Los déficits social y ambiental constituyen dos agujeros negros de gran magnitud en el proceso de modernización de China. El nuevo modelo de desarrollo, que ha ganado prioridad absoluta en la agenda de las autoridades del país en virtud de la crisis financiera y sus efectos locales, incorpora estas dos variables como vectores prioritarios de la nueva fase de la reforma, aquella orientada a culminar el proceso iniciado en 1978. Ambos aspectos han sido tradicional y deliberadamente olvidados en estas más de tres décadas de crecimiento vertiginoso de la economía china. En un caso porque, tras lustros de igualitarismo maoísta, la reforma se pasó a las antípodas pontificando que primero era la eficacia y después la justicia; en otro, porque para facilitar el desarrollo, a imitación de los países ricos de Occidente, no haría otra opción que contaminar primero para descontaminar después. El desprecio de ambos aspectos se entrecruza: cada vez son más las protestas sociales que tienen su origen en un medio ambiente enrarecido que impacta negativamente en la salud de unas personas que no disponen de los servicios elementales para preservarla adecuadamente.
La crisis social china: manifestaciones y respuestas
El malestar social es un tópico habitual al referirse a China. Entre sus manifestaciones principales debemos significar las desigualdades de ingresos (en términos generales y específicamente entre campo y ciudad), la persistencia de la pobreza o las importantes insuficiencias de los servicios sociales, con especial proyección en las áreas de salud o de educación. Por otra parte, en el diagnóstico de la problemática social inciden directamente fenómenos de naturaleza política relacionados con la opacidad del sistema, hábitos largamente extendidos como la corrupción o el abuso de poder, así como la controvertida percepción de la situación de algunas nacionalidades minoritarias y sus “privilegios” frente a la mayoría Han. Por último, en el orden estrictamente laboral, desde las precarias condiciones de trabajo a los bajos salarios junto a la dicotomía sindicalismo oficial-protosindicalismo emergente completan esta radiografía general.
Según fuentes del Centro de Investigación de Economía Rural del Ministerio de Agricultura, la diferencia de ingresos entre los residentes rurales y urbanos ha descendido en 2011 debido a que la tasa de crecimiento de los ingresos de los residentes 1 rurales fue 5,8 puntos superior al de los habitantes urbanos en los primeros nueve meses del año. (1)
El índice de desigualdad de ingresos entre los distintos sectores en China se estimó en 4,2:1 en 2010, según detallaba el Diario del Pueblo el 2 de diciembre. El sector financiero (con 70.146Y) va a la cabeza, mientras que la agricultura ocupa la última posición (16.717Y). Pero hay diferencias más asombrosas. En Shanghai, el ingreso promedio de los empleados de banca ascendió a 357.500Y en 2010. El promedio de remuneración en Shanghai ascendía a 66.115Y, frente a los 27.735Y de Heilongjiang, en el norte del país. (2)
La desigualdad en los ingresos es claramente perceptible, no cede a la verborrea oficial, y a la postre explica la coexistencia de fenómenos tan dispares como el desmedido auge del mercado de los objetos de lujo y la persistencia de amplias capas sociales que no acceden al nivel de bienestar mínimo.
En noviembre de 2011, China publicó un libro blanco sobre sus esfuerzos para reducir la pobreza en las zonas rurales del país en la última década (3). Es el segundo documento de estas características (el anterior se publicó en 2001). Según el libro, en la última década, la población pobre de China se redujo de 94,22 millones a finales de 2000 a 26,88 millones en 2010, y la proporción de personas pobres entre la población rural bajó del 10,2 al 2,8 por ciento en el mismo lapso. El umbral de pobreza considerado en el citado libro se refiere a aquellas personas que ganan menos de 1.274 yuanes (200 dólares) al año (en 2000 ascendía a 865 yuanes). Según el Banco Mundial, pobre es aquel individuo que subsista con menos de 1,25 dólares por día.
El salto que nos dibujan estas cifras es espectacular, pero algunos expertos en desarrollo rural califican de excesivo el optimismo de las autoridades ya que los progresos numéricos anunciados ignoran el efecto de la inflación en las estadísticas oficiales (4). No obstante, en tanto se mantenga el ritmo de crecimiento económico, cabe pensar que la reducción continuará en las próximas décadas. Por otra parte, debe señalarse que una lucha sostenida contra la pobreza no puede ignorar su extensión al ámbito urbano donde se pueden apreciar ya manifestaciones concretas de una pobreza de nuevo sigo y que, en su conjunto, solo puede abordarse con el aumento de las ayudas sociales, fuertes inversiones en áreas como salud o educación y políticas activas de inclusión de la población rural inmigrante.
Para el gobierno chino, la lucha contra la pobreza tiene dos dimensiones esenciales. Primera, la universalización de los logros del desarrollo económico y social, indispensable para corregir las graves desigualdades y garantizar un mínimo de cohesión social, la armonía proclamada por el presidente Hu Jintao. Segunda, el progreso en la satisfacción de derechos humanos básicos, haciendo valer su compromiso con esa visión supuestamente gradualista que promueve una asunción inicial de la satisfacción de las necesidades materiales elementales frente a otro tipo de demandas de libertades básicas que son admitidas en lo formal pero rechazadas de plano en su ejercicio real.
¿Es adecuada la elección estratégica de desarrollo de China para luchar contra la pobreza? Se diga lo que se diga, pese al discurso oficial que aboga por un nuevo modelo de desarrollo, por el momento, las mayores inversiones siguen orientadas a los grandes proyectos que contribuyen a ensalzar la imagen del país, ya hablemos de infraestructuras emblemáticas (el tren de alta velocidad, por ejemplo) o el sector inmobiliario o el espacial en lo tecnológico, mientras que los servicios sociales, la educación o la sanidad, se mantienen en niveles ciertamente incrementados pero bajos en razón de las necesidades a satisfacer, especialmente en el medio rural. En tanto esta opción persista, es improbable que las diferencias de renta se moderen y la pobreza real persistirá.
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[Crédito foto: La Vanguardia]
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