Sinología: El enigma de China

In by Andrea Pira

En la sinología de esta semana, Liu Xin, doctora en Antropología de la Universidad de Londres, y profesora de Antropología de Berkeley, explora las difíciles transformaciones en la mentalidad de gobierno y ejemplifica cómo el método de estadistización se ha convertido en un creciente problema en la actualidad china.
Junto al crecimiento material de China, ha habido un cambio gradual pero persistente en su mentalidad de gobierno. Este artículo busca mostrar un aspecto crucial de tal cambio, el cual ha venido ocurriendo en las últimas décadas, dándole al gigante social una nueva perspectiva global. El artículo, basado en una investigación de campo etnográfica, aspira a elucidar el proceso de estadistización: presuntamente científico y moderno, este proceso se ha convertido en uno de los medios oficiales predominantes en la administración de la industria y del Estado. El objetivo es mostrar la naturaleza problemática de esta transformación, nacida en las ruinas maoistas y que genera una multiplicidad de sentimientos sociales que reflejan la creciente disparidad económica de China, un hecho social innegable hoy día.

El espejismo de China, como metáfora local y como realidad global, es un reflejo del mundo contemporáneo y para el mundo contemporáneo. Como argumentaré, contrario a la perspectiva común o periodística, el mundo de China no es el mundo chino: es un momento sintomático de nuestro mundo en el momento actual[1]. Lo opuesto también es cierto: las historias de diferentes mundos sociales están construidas globalmente en lugares específicos y para lugares específicos, puesto que, en mayor o menor medida, sus proyectos de significación cultural se reproducen en la producción global de historias locales distintas[2]. El mundo de hoy está marcado por los signos del capitalismo digital y de la expansión global capitalista, y China ha venido integrándose cada vez más en este sistema global de producción y consumo. Sin embargo, lo que continúa siendo incierto o indefinido es nuestro parentesco con este colosal gigante social -"un nuevo Leviatán"-[3]. Una relación genealógica, tal como se ejemplifica en la organización del linaje segmentario del sudeste chino, es tanto vivida como escrita, pues supone inevitablemente una producción hermenéutica de uno mismo en relación con antepasados y parientes, consanguíneos, o por afinidad. Una producción hermenéutica de autocomprensión, tal como nos lo recuerdan Gadamer y Ricoeur, constituiría una práctica transformadora mutua en la cual el conocimiento genealógico se produce en la producción del sujeto de tal conocimiento. Es decir, la praxis hermenéutica construiría empíricamente el objeto del conocimiento y reconstruiría al sujeto al mismo tiempo.

Las últimas décadas han sido testigos de una explosión de estudios acerca de China, aunque en mi opinión tales estudios no han mejorado mucho nuestra comprensión de este elefante social. Uno de los principales errores intelectuales yace en la presuposición positivista-empirista que adoptan quienes tienden a asumir que sólo contar o medir los varios tipos de champiñones llevaría a la comprensión de su naturaleza orgánica como una planta comestible. Presumen que una pura acumulación empírica de conocimiento positivo sobre China puede llevar a su correcta comprensión. Por ello, no es ninguna sorpresa que sintamos agobio por la acumulación explosiva de datos empíricos, tales como la medición del rápido crecimiento de la altura del espacio urbano chino o el cálculo de la lenta disminución de sus coeficientes Gini. Parece que nos perdemos en una selva de datos y de hechos de nuestra propia manufactura. Sin embargo, tales empirismos y positividades emergentes, provocadas por el ajuste global del "conocimiento local’, no se ven seriamente cuestionadas. Estas nuevas maneras de vida y de conocimiento que están dando forma a los datos y a los hechos -y que son formadas por esos datos y esos hechos- de la China contemporánea deben ser escudriñadas. La mayoría de edad del desarrollo moderno en la República Popular China ha hecho reencarnar un espíritu positivista, pues China ha proveído un nuevo lugar para la aplicación global de un viejo conjunto de esquemas conceptuales. En un mundo tan colosal de desarrollo material, este espíritu neopositivista -que produce y a su vez es producido por la transformación económica global- ha generado una serie de nuevos empirismos que se han convertido en la base de los estudios sobre China. En estos nuevos fundamentos, como hemos sido testigos recientemente, han aparecido y han sido institucionalizadas nuevas plataformas de debate público; han sido construidas e inventadas nuevas modalidades de autoridad y gobernanza; han sido creadas y producidas nuevas regiones y prácticas de conocimiento; han sido establecidos disciplinas y campos nuevos en las ciencias sociales; han nacido y han sido legitimadas nuevas formas de instituciones y nuevas modalidades de prácticas institucionales. Estos desarrollos recientes aún esperan una investigación antropológica, y tal investigación, que va más allá de los confines convencionales de la antropología (véase, e.g., Rabinow, 1999: 167-182; Cassirer, 1944: 1-20), será el enfoque central de mi estudio[4].

Este proyecto fue concebido hace más de una década, cuando el campo de la antropología buscaba una reorientación intelectual[5]. La esperanza de desarrollar una "antropología de la modernidad’ era uno de sus objetivos.

Este artículo, como lo ha de notar el lector paciente, es una respuesta parcial a tal reorientación disciplinaria que ha buscado alejarse de viejas convenciones epistemológicas. Sin embargo, mis ideas han cambiado con los años, y como resultado, el marco conceptual del estudio se ha vuelto más amplio que lo originalmente concebido, y por ello se ha demorado su terminación. El plan original era mostrar cómo la sociedad china fue estadistizada -mirada en términos exclusivamente estadísticos-, y mis ideas seguían la línea de pensamiento de Ian Hacking sobre estadística y teoría de las probabilidades. Continúan siendo relevantes sus estudios acerca de la gobernanza estadística y la racionalidad estocástica como modelos históricamente específicos de práctica social que hacen que nuevas formas de autoridad y de vigilancia sean posibles en las sociedades modernas (véase, por ejemplo, Hacking 1975 y 1990). Sin embargo, debido a la demora en su escritura, este artículo no toma el desafío de ver China como un ejemplo más de la efectividad de la tecnología moderna, sino que se enfoca en las cuestiones problemáticas de vida y de conocimiento en el mundo contemporáneo -y para el mundo contemporáneo-, por medio de una ejemplificación antropológica de aquello que es llamado "China". En otras palabras, ahora no es tan importante mostrar una transformación específica de China en el mundo, sino definir la condición general de posibilidad para "estar en el mundo" -tanto adentro como afuera de la República Popular-. El mundo global es a su vez más grande y más pequeño que el mundo de China: es más grande porque el mundo de China está construido dentro de los horizontes históricos del mundo moderno; y es más pequeño porque la modalidad particular de desarrollo histórico que tiene lugar en la República Popular ha enriquecido y está enriqueciendo el espacio interior de la modernidad. Este estudio intentará captar el significado y la significación de la modalidad particular china de transformación como un momento sintomático de nuestro estar en el mundo.

El impacto material inmediato de China se siente casi en todo el mundo. Sin embargo, la importancia de tal impacto, que genera sentimientos tanto viejos como nuevos, está lejos de ser comprendida clara o correctamente. Si bien el espejismo de China sigue siento seductor, debemos comprender su significado para verlo como un camino al entendimiento de nuestra propia vida y nuestro propio razonamiento. Ésta es la labor intelectual clave de nuestro tiempo.

China y la etnografía conceptual

A los ojos del mundo China se ha convertido en una fascinación global, no sólo porque hoy día sus efectos materiales se sienten ubicuamente sino además porque, tal vez esto sea más importante, China parece cubrir su éxito material con un misterioso velo. Las ciencias sociales, particularmente la antropología y/o la sociología, se enfrentan a la tarea de desvelar el críptico atuendo que ha distorsionado o alterado la imagen de China en las miradas de otros mundos, en especial las que vienen desde Occidente. Desde una perspectiva socioteórica, uno debe de inmediato considerar la índole de su crecimiento material, muy capitalista pero a duras penas moderno, en el sentido en que la tradición europea u occidental ha entendido este término, y nunca democrática liberal en su formación política. La dificultad con la que nos enfrentamos no se debe a la escala del desarrollo de China; es, de hecho, una perplejidad teórica la que nos ha impedido verla claramente. No es una exageración decir que la China actual nos plantea una pregunta teórica respecto a la cultura y la política. Incluso dentro de los actuales debates acerca del desarrollo material chino, el impactante gigante social ha comenzado a ocupar cada vez más un espacio teórico dentro de nuestra tradición de las ciencias sociales[6].

¿Será acaso China capaz, por ejemplo, de producir una nueva forma de capitalismo sin una democracia política o sin un gobierno representativo? ¿Qué importancia tendría esto? ¿Una modernidad neoliberal bajo una soberanía despótica? No importa cómo se formulen las preguntas, el punto material asumido para hacerlas es el hecho del milagro económico chino.

Desde el interior de China, sin embargo, puede existir un sentimiento completamente distinto, el cual a menudo se contrapone a la presunción asumida por el observador externo. Uno tal vez podría ser testigo, en diferentes lugares y por medio de diferentes experiencias, de un terremoto moral que está teniendo lugar allí, con sus insoportables repercusiones y sacudidas que han convertido las vidas y los sentimientos cotidianos, en particular los de los pobres y de los grupos débiles, en gritos amargos y quejidos miserables, tan frecuentes y tan tortuosos que la mirada del observador interno parece oponerse, en sus presunciones y en sus sentimientos, a cualquier visión que se tenga desde el exterior de ese mundo social. Aunque todavía no sabemos cuántos bloques de bondades o de maldad existentes han de colapsar y cuál será la forma de la nueva perspectiva moral en un futuro próximo, es bastante seguro que el panorama moral de la sociedad china no será el mismo en un par de décadas. Si uno fuese a estudiar a China en un poblado o en un barrio, es imposible no experimentar la crisis moral que la sociedad china está sobrellevando, debido a la penetración del capitalismo global. No quisiéramos en este momento adentrarnos en una larga lista de las perturbaciones sociales, religiosas o culturales, sociales o económicas, políticas o étnicas, históricas o comerciales, etc.; pero sí consideramos suficiente, por el momento, el hecho de que la mirada distante de un observador externo, como puede ser la de un econométrico o un científico natural en Occidente, no se parecerá en nada a las visiones provenientes desde el interior de China, tales como las de los trabajadores, llamémosles así, cesantes (es decir, desempleados). Éste es el primer punto material que debemos marcar: China es un hermafrodita de nuestra época[7].

No es el condicionamiento global de la vida, tal y como generalmente la comprendemos, sino la particular experiencia de la existencia hermafrodita la que ha dado pie a una nueva tarea para nuestras ciencias sociales. El capitalismo bajo una mano de hierro, y no una invisible, ha generado un milagro económico que ha producido tal símbolo bipolar, dos imágenes opuestas contenidas en un cuerpo social gigante, reflejando y reflejándose en las dos versiones de este retrato, con un ojo que casi nunca entra en contacto con el otro. Esta tarea de tomar a China como un objeto antropológico es difícil pero interesante, pues su apariencia no corresponde, en la mayoría de los casos, a sus comportamientos internos. Por lo tanto, es un requisito inevitable tener un mínimo de conciencia teórica de la condición histórica de su presente, incluso para los estudios etnográficos más inmediatos, porque la China de hoy es el hogar de una variedad de inventarios de fuerzas históricas.

Sí, es en la fuerza, es decir, no sólo en sus elementos o yuxtaposiciones, en lo que tenemos que enfocarnos etnográficamente. Una fuerza siempre está relacionada con otra fuerza que a su vez se relaciona con otra más, etcétera. Las relaciones entre estas fuerzas nunca son iguales; de hecho, cada fuerza está sujeta a otra, o tal vez uno puede incluso decir que cada una de ellas está en una relación de superioridad o de inferioridad respecto a otra fuerza. Dentro del espacio interior de la fuerza existe una combinación de elementos sociales o culturales. La combinación de estos elementos da forma a la particular fuerza de la cual éstos son unidades constituyentes, mientras que la combinación de estas fuerzas constituye un sistema social particular en un momento histórico preciso. Si somos capaces, debemos intentar ofrecer, por medio de la etnografía, una genealogía de fuerzas históricas o sociopolíticas, occidentales o confucianas, científicas o maoístas, etc., presentes en la China de hoy día.

Una fuerza nunca es una experiencia pura, puesto que inevitablemente en la experiencia se involucran conceptos en todas las fuerzas vivas, sea ésta antropológica o de otro tipo. Estudiar antropológicamente a China implica necesariamente -primero que todo, tal y como lo argumento- hacer un intento por comprender una combinación momentánea de fuerzas en movimiento, la cual siempre es conceptual, incluso si el estudio intenta ser puramente etnográfico. O si lo preferimos, podemos llamar a esto "una investigación etnográfica de conceptos por medio de la experiencia". Es difícil entender qué es lo que está pasando en la China actual sin haber comprendido la decisión oficial de convertir las categorías estadísticas en la fundamentación esencial de su razonamiento social; éste es el tema central de este artículo, en el cual he intentado mostrar cómo China se ha estadistizado.

Hay dos advertencias regulares, o convencionales, cuando se hace trabajo de campo en China: primero, debido a su tamaño y su historia, siempre se les ha dicho a los académicos que presten atención a las diferencias regionales o locales de China. Cualquier libro de texto estándar dirá algo sobre las variaciones sociales y culturales chinas en los ámbitos regionales y locales, de las cuales la aseveración más famosa fue hecha por G. W. Skinner en 1964-1965.

Segundo, en el mundo chino hay dos mundos distintos, en particular socioeconómicos: el mundo urbano y el mundo rural. La migración del campo a la ciudad ha sido un candente tema etnográfico en las dos últimas décadas, y hoy se le presta más atención al poder predominante, tanto en consumo como en producción, de la población urbana. Antropólogos como Maurice Freedman (1958) y muchos otros -una larga lista de quienes han contribuido al estudio de la tradición familiar china en el campo- deben confrontar esta transición en el tema de estudio, porque por primera vez en la historia de China el papel simbólico de la ciudad ha ganado un valor nuevo y extraordinario. Por lo tanto, permítasenos unas pocas palabras acerca de esta transición como una forma de señalar el problema de China en el proceso de cambio.

Ésta no es, por supuesto una simple cuestión de China, ya que nuestra preocupación en términos más generales, la de cómo producir conocimiento antropológico en un espacio urbano, es un fenómeno global. En El espejismo de China, al igual que en este texto, he intentado mostrar por qué necesitamos mover nuestro enfoque de la descripción antropológica de los sucesos reales hacia a una investigación etnográfica de las fuerzas conceptuales que han convertido los "sucesos" en hechos o la "verdad" en algo veraz. Es imposible comprender la China actual sin haber comprendido la claridad moderna que China ha tomado prestada de Occidente. Para tal propósito, la investigación etnográfica se apoya tanto en observar como en escuchar -en especial, los sonidos de las explicaciones de las razones por las cuales las personas chinas consideran algo como científico o racional-. Para penetrar en la mente oficial, una labor necesaria debe ser, como mínimo, la de invertir tiempo para leer documentos gubernamentales y resúmenes estadísticos (véase el esfuerzo de Karl Marx para intentar comprender las condiciones de la clase trabajadora inglesa de su época).

Haz click aquí para ver la sinología completa

China Files en su deseo de ser un puente comunicativo entre las personas hispanohablantes interesadas en China, publica semanalmente en su sección "Sinología", textos académicos destacados sobre China, y sobre la relación entre China y América Latina, para compartirlos con sus lectores. En la mayoría de los casos son los autores o editores quienes nos proporcionan los textos. Sin embargo, si este no es su caso y no desea que su texto sea compartido en esta sección, por favor escríbanos a redaccion@china-files.com 

[Crédito foto: crearsoftware  ]

También puedes leer:

Sinología: La diáspora china, un acercamiento a la migración china en Colombia

Sinología: La sociedad civil en China hoy

Sinología: Sistema educativo de la República Popular China