Hace algunos meses, se escribió en este blog sobre la postura de China ante la región del sureste asiático. En esta ocasión, nuestra colaboradora mensual, Raquel Isamara León de la Rosa, tocará la revisión de la región euroasiática a través de dos iniciativas chinas: el Espíritu de Shanghai y la Nueva Ruta de la Seda.
Como se ha mencionado a lo largo de las colaboraciones de este año, el presidente Xi ha tornado sus acciones al exterior hacia una amplia cobertura en pro de mejorar la imagen china a nivel internacional. Sin embargo, bajo estas iniciativas o estrategias, se identifica una mezcla de discurso y pragmatismo que ha llevado a Beijing a medir su poder en distintos escenarios internos y externos.
En el caso de las dos iniciativas que titulan esta colaboración, pareciera que son dos temas distintos y actuales, sin embargo, son parte del trabajo que China ha realizado durante los últimos años a través de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Dicha organización tiene su antesala en los Cinco de Shanghai de 1996, y nace formalmente en el 2001, bajo la idea de fortalecer la confianza mutua, promover la buena vecindad y la amistad entre sus estados miembros, desarrollar una cooperación eficaz en materia de política, economía, comercio, cultura, educación, ciencia y tecnología, energía, transporte y protección ambiental, entre otros. Es en este conjunto de objetivos en donde identificamos los primeros elementos del Espíritu de Shanghai. No obstante, no hay que dejar de lado que la OCS también surge como el mecanismo idóneo para salvaguardar los intereses fronterizos, la seguridad y la estabilidad de este corredor de países. Sí se contextualiza la antesala de la OCS, tenemos una Rusia débil, una China inmersa en un proceso económico y dando los primeros pasos hacia la reintegración territorial, y un conjunto de países ex satélites a la deriva.
Sí llevamos a los miembros fundadores de la OCS a la actualidad, podemos identificar un escenario distinto para ellos. Mientras a finales del siglo XX y principios del XXI, el origen de la OCS se justificaba a través de crear relaciones horizontales entre ellos y formar un bloque consistente más allá de la hegemonía norteamericana; hoy en día, la OCS no se perfila como un organismo de supervivencia sino como uno de expansión de poder – militar, económico, energético, político, etc.- de dos núcleos importantes como lo son Rusia y China. Sin embargo, no se pierde la parte idealista del Espíritu de Shanghai como estandarte de buena voluntad y un perfil bajo, siendo China el portavoz de dicho idealismo. Durante los últimos años, el Espíritu de Shanghai se ha fundamentado en la confianza mutua, el beneficio recíproco, la igualdad, la consulta, el respeto a la diversidad de las civilizaciones y la búsqueda del desarrollo común. Aunado a estas bases, el presidente Xi ha enfatizado en que la OCS “representa el rumbo de las relaciones internacionales contemporáneas”. La visión de la OCS desde Beijing hace hincapié en que la organización se “guía para salvaguardar la equidad y la justicia internacionales, defender el multilateralismo y el ideal de apertura, respetar los respectivos intereses, oponerse a la intervención en los asuntos internos de otros países, resolver las disputas a través de medios pacíficos e impulsar el desarrollo común con el ideal de que todos ganen”.
Con estas recientes declaraciones del presidente Xi, se identifica claramente una estrategia por parte de China hacia un protagonismo más allá del que le proporciona la OCS. En primer lugar, se habla de una nueva dinámica dentro del sistema internacional a través del multilateralismo en la que actores no tradicionales sean quienes den un nuevo brío al know-how de las relaciones internacionales y la política internacional. Por otro lado, se mencionan palabras como equidad, justicia y respeto a la diversidad cultural, con respecto a éstas surgen varias preguntas: ¿qué tipo de justicia y equidad se pretende? ¿Bajo qué perspectiva es injusto el actual sistema internacional? ¿Vivimos en un mundo injusto consecuencia de una hegemonía en detrimento o se pretende la construcción de un nuevo concepto de justicia hacia el surgimiento de una nueva hegemonía? Con respecto a la diversidad cultural, ésta es una parte en el discurso que genera muchas dudas ante la importancia que hoy en día tienen los movimientos etno-nacionalistas. Ante éstos, hay países miembros de la OCS no quedan exentos de poseerlos, por lo que es contradictorio hablar del respeto a la diversidad étnica y, al mismo tiempo, tener como pilar organizacional el combate al separatismo. Es en este punto en donde encajan las frases “respetar los respectivos intereses y oponerse a la intervención de asuntos internos”, ya que se trata de justificar el respeto a la diversidad cultural afuera de lo que considero mi territorio, pero sí la diversidad cultural me genera problemas, entonces es separatismo y atenta contra mis intereses e integridad territorial.
La ambigüedad en el discurso chino permite que sus dos principales actores, China y Rusia, tengan distintos roles en el marco de la OCS y a nivel externo. Si bien la OCS es un punto importante dentro de la relación (alianza) sino-rusa, los perfiles de los mandatarios han generado dinámicas distintas para ambos países pese a que compartan intereses. Es así como la ambigüedad y el pragmatismo chino le permite a Xi llegar y llenar los espacios que la rigidez rusa a través de Putin no permea. A esto se puede anexar las capacidades económicas de cada uno de estos países como otro referente de las limitantes al momento de expandir su zona de influencia. Un caso claro de esto se identifica en la relación que tiene cada uno de ellos con la Unión Europea. Mientras Putin representa un fuerte contendiente o “una piedra en el zapato” para el paneuropeísmo y su sostenibilidad, el presidente Xi ha tenido el tacto para ser parte de los temas críticos que aquejan a la Unión Europea sin denotar una postura agresiva. Esto le ha permitido a Beijing hacer lobbying en Bruselas, Atenas y Berlín, y a su vez, ver más cercana la materialización de una Ruta de la Seda euroasiática. El tema de la Ruta de la Seda es una estrategia que solamente China puede llevar a cabo, ya que pese a tener en el trayecto potencias como Rusia e India, el gobierno de Beijing ha logrado gestar vínculos económicos a lo largo de la región euroasiática que hoy se refuerzan con la idea del “desarrollo común”.
La fortaleza del concepto de “desarrollo común” se puede interpretar desde tres perspectivas. La primera emana de identificar el “desarrollo común” como un elemento intersubjetivo, basado en Wendt, al momento en que China se relaciona con los demás actores, pues la connotación de éste depende de las identidades de los países o regiones con las que China esté aplicando el concepto. La segunda se vincula con la seguridad ontológica según Giddens, que se puede ligar con la manera en que China se identifica y permanece o incrementa su poder dentro del sistema internacional. Por último, el “desarrollo común” visto como elemento de relacionalismo a través de Zhao, en el que las relaciones que construye China con los distintos actores internacionales se justifican vía coexistencia ontológica. Bajo estas tres perspectivas, la estrategia del presidente Xi sobre la expansión del Espíritu de Shanghai le permite tener una proyección que probablemente genere una nueva dinámica en la región euroasiática mediante un bajo perfil lleno de pragmatismo.
Sin embargo, estas lecciones no son nuevas. Sí abrimos el espectro de comparación, podemos equiparar en algunos aspectos la actual dinámica con la de finales de la Segunda Guerra Mundial. No me refiero a un elemento bélico o la construcción de un mundo bipolar, sino al papel del multilateralismo en temas financieros, seguridad, comerciales y la inversión extranjera directa como mecanismos que contrarresten un posible paro cardiaco al sistema económico internacional. A mediados del siglo pasado, fue el rescate americano ante la devastación europea, hoy Europa vuelve a ser un punto de partida en donde el rescate permanece silencioso, pero que sin duda la solución que tenga determinará otro tipo de protagonismos a nivel internacional. Mientras tanto, China seguirá utilizando el “desarrollo común” como un elemento para insertar su cooperación, sus empresas y crear mecanismos alternativos que le permitan negociar vis-à-vis con países con los que hace 20 años no podía.
[Crédito foto: Indian Express]
También puedes leer:
– China Poblana: China y Asia: el espíritu Bandung
– China Poblana: El nuevo Emperador Amarillo y su política del ‘Sueño Chino’