El ‘sobre rojo’, la otra mordaza

In by Andrea Pira

La censura es solo uno de los problemas que los periodistas chinos enfrentan en su país. El llamado hong bao (sobre rojo), dinero que compañías suelen entregar a los reporteros, es una práctica propagada y poco discutida. Era su primera rueda de prensa. Michael Johnston, pasante de un medio especializado en tecnología en Beijing, había escuchado sobre la costumbre que tienen algunas empresas de darle dinero a los periodistas pero nunca esperó convertirse en uno de los ‘beneficiados’ tan pronto. Se sentó a tomar notas y ahí estaba, entre el portafolio de boletines y documentos: 500 yuanes en efectivo (unos 80 dólares). Cuando preguntó a otros colegas si se trataba de un error, le dijeron que era solo para ‘cubrir gastos de transporte’.

Tradicional como regalo en Año Nuevo y en matrimonios, el hong bao (红包) o ‘sobre rojo’ es una práctica tan extensiva y normalizada en China, que muchos reporteros asisten a tantas ruedas de prensa y eventos como pueden solo para recolectar el dinero. “En una ocasión recibí la llamada de un periodista muy enojado porque no le dimos hong bao a nadie”, me contó en una ocasión una amiga que trabaja en relaciones públicas en Beijing.

La costumbre de dar o recibir dinero a cambio de buena cobertura, también conocida como ‘noticias pagadas’ (有偿新闻, youchang xinwen), está prohibida por el estado desde 1990. Sanciones por parte de la Asociación de Periodistas de China incluyen despidos y transferencia de los casos al sistema judicial.

China ocupa el puesto 176 entre los 180 países de la clasificación mundial de la libertad de prensa que la ONG Reporteros Sin Fronteras publica todos los años. Aunque muchos periodistas extranjeros suelen ver a los medios chinos con sospecha o, en el peor de los casos, con lástima por el particular y estricto control de contenido, la censura oficial no es la mayor de las dificultades. El hong bao es una mordaza adicional que opera en el peor de los escenarios: cuando la costumbre es internalizada por parte de los mismos comunicadores. Culpar a un gobierno comunista de todos los males de la prensa es una perspectiva miope.

Rechazar el hong bao es visto como una señal de que el reportero publicará noticias negativas sobre la compañía. Esto también implica que el periodista se expone al ostracismo de que esas fuentes no le concedan entrevistas ni lo inviten a futuros eventos mediáticos. Además, muchos se sienten tentados a recibir los sobres de dinero debido a los bajos salarios o a que solo reciben pagos según el número de artículos publicados. Sin embargo, esta no es una costumbre común en ruedas de prensa dirigidas a periodistas extranjeros y muchas compañías chinas ya erradicaron esta forma de darse publicidad.

Un fenómeno estructural

El hong bao es solo una de las formas que la corrupción toma en la prensa china. Prácticas más sistemáticas incluyen la búsqueda institucional de ganancias.

En septiembre del año pasado, ocho periodistas del 21st Century Business Herald fueron arrestados por supuesta extorsión. Según lo reportó la agencia Xinhua en ese entonces, los reporteros fueron acusado de amenazar a compañías en darles cubrimiento negativo a menos de que pagaran. En ese mismo ‘barrido’ también cayeron varios ejecutivos de la gigantesca CCTV (China Central Television) por acusaciones similares de sobornos y extorsión.

El caso más sonado ocurrió en la provincia de Hebei, oeste de Beijing. En julio del 2008, semanas antes del inicio de los Juegos Olímpicos, los dueños de una mina pagaron a periodistas de la zona para encubrir un accidente que acabó con la vida de 34 trabajadores.

Las malas prácticas en la prensa china están estructuralmente vinculadas con la entrada a la economía de mercado. El 13 julio de 1983 puede marcarse como la apertura de la caja de Pandora. Ese día el periódico Wenhui, ubicado en Shanghái, abrió temporalmente un espacio para publicidad y se convirtió en el primero en experimentar con pauta desde la fundación de la República Popular.

Mientras estos procesos se intensificaron a finales de los años 80 e inicio de los 90, el gobierno chino progresivamente fue eliminando los subsidios para sostener a la prensa. Con los dueños de los medios ahora responsables de sus propias pérdidas y ganancias no hubo más remedio que lanzarse al mundo comercial. Los periodistas, que antes tenían un trabajo garantizado casi de por vida junto con seguridad social, vieron el fin del ‘tazón de arroz de hierro’ (tie fanwan).

Por eso los medios chinos habita el peor de los mundos: son, por naturaleza, públicos (sujetos a estricto control ideológico y de contenido) pero a la vez funcionan de facto como medios privados. Es una doble mordaza que los obliga a negociar entre la urgencia de hacer ganancias mientras se mantienen fieles a la obligación moral y nacionalista del crecimiento ‘harmonioso’ del país.

Ya que los medios tradicionales (prensa, radio, televisión) son una extensión de las propiedades del gobierno, usar el poder que tienen a la mano para lucrarse se convierte en una peligrosa consecuencia de la forma de hacer dinero. Durante muchos años, los medios en el país se diversificaron a tal punto que sus negocios incluían hoteles, venta de aparatos electrónicos y hasta inversiones en construcción. Hoy el gobierno controla más estas actividades y, en cambio, está impulsando la formación de conglomerados mediáticos para sacarle el mejor provecho al periodismo digital.

En este contexto, el hong bao es una especie de ‘micro costumbre’ que está integrada a la política de hacer periodismo en China. A su vez, la tolerancia de prácticas antiéticas está en constante tensión con el desarrollo de la profesión. La académica Zhang Shixin, de la Universidad de Leeds, hizo una serie de entrevistas entre reporteros y editores del Beijing Youth Daily en el 2009 y encontró que los reporteros que cubren finanzas, cultura y deportes son los más vulnerables a aceptar los hong bao, versus quienes están encargados de las fuentes políticas y policiales. Además, encontró que está mal visto pedir el dinero, pero recibirlo tiene una connotación ética mucho más difusa.

A medida que el control del hong bao se intensifica como una forma de mejorar la imagen internacional de la prensa china, el hecho de que los brillantes billetes rojos de 100 ren min bi puedan desaparecer de las ruedas de prensa no quiere decir que la práctica resistirá otras forma de ‘economías de regalo’, como aparatos electrónicos, una vacante o, peor aún, información.

En contextos occidentales, y mucho más en América Latina, también se presentan dinámicas de ‘cubrimiento positivo’ que se cristalizan en viajes, celulares, ropa, etc. La diferencia es lo explícita que ha sido esta práctica en el contexto de la República Popular. Si me equivoco en este paralelo, todos mis respetos para quien tire la primera piedra.

* Periodista colombiana y estudiante de maestría en Comunicación Global de Communication University of China en Beijing y Simon Fraser University de Vancouver, Canadá.


Crédito foto [asiapacificproperties.com]

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